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Mayagüez en su cuarto de milenio

por el Lcdo. Federico Cedó Alzamora, Asesor del Alcalde en Asuntos Históricos

Federico Cedó AlzamoraLa ciudad de Mayagüez conmemora y celebra en 2010 la notable efemérides de su fundación en 1760, hace ya un cuarto de milenio. Estas breves palabras van dirigidas a estimular en las nuevas generaciones mayagüezanas el más saludable desarrollo de un profundo sentido de identificación y pertenencia que les lleve a estrechar, con los bríos y fuerzas que caracterizan a la juventud, los lazos cívicos de solidaridad ciudadana que son el más preciado valor de toda sociedad.

El respeto a quienes nos precedieron, el conseguir entender nuestra historia y el aprender a apreciar nuestro acervo cultural han de ser el más eficaz estímulo para llevarnos a entender y conservar ese patrimonio histórico y esa luminosa trayectoria de nobles ejecutorias que nos define como comunidad, pues el Mayagüez del ayer no es sino la base o el fundamento sobre el cual se levanta el Mayagüez de hoy, que es, a su vez, sobre el cual estamos ya forjando el Mayagüez del mañana.

Las claves del progreso de Mayagüez sobresalen admonitoriamente de los más notables hitos de su luminosa historia de doscientos cincuenta años y son bien evidentes:

La desinteresada disposición de los mayagüezanos a asumir responsabilidades en aras del bien común se hizo evidente cuando en 1759 los vecinos del lugar solicitaron motu proprio que el gobierno les permitiese fundar un pueblo y en 1760 aceptaron las condiciones impuestas por la Corona para acceder a su petición de autorización de la fundación solicitada, poniendo en garantía sus personas, sus bienes muebles, sus bienes raíces, presentes o futuros y cuando prestaron una fianza de mil pesos oro para responder del más cabal cumplimiento de las condiciones impuestas en un plazo de dos años, arriesgándose, en caso contrario, a perder todo lo que hubieren desmontado, edificado, labrado y granjeado.

El espíritu cívico, la generosidad, la filantropía y el noble desprendimiento de que son capaces los mayagüezanos se hizo evidente cuando uno de los vecinos del poblado donó terrenos de su propiedad para la construcción de la iglesia, cuando en 1760 otros dos vecinos donaron terrenos de sus estancias para que fuesen divididos en solares y repartidos en ejidos como incentivo a los nuevos pobladores y para que fuesen construidos en ellos los edificios públicos requeridos por las autoridades como condición para acceder a la Fundación, como el Cuerpo de Guardia o la Cárcel Pública y los espacios públicos necesarios, como la Plaza Mayor, y cuando en 1763 construyeron en madera la primera iglesia de La Candelaria, cuando en 1865 unos vecinos donaron el Hospital San Antonio y luego otro lo amplió en 1877, cuando otro vecino construyó en 1877 la Plaza del Mercado y después de utilizarla por unos años, en 1833 la donó a la ciudad y cuando otro vecino donó en 1887 el solar para el nuevo teatro que se iba a construir.

El invariable apoyo de las autoridades municipales a los proyectos de interés social promovidos privadamente por grupos de ciudadanos emprendedores y empeñados en mejorar la calidad de la vida en Mayagüez o por iniciativa de otras entidades educativas o de índole gubernamental se hizo evidente cuando el Ayuntamiento, con la ayuda de los comerciantes, construyó el muelle público y las facilidades de almacenaje del puerto, costeando sus operaciones durante medio siglo, cuando cedió el terreno para que unos vecinos construyesen el Hospital San Antonio en 1865 y luego los terrenos para el Asilo de Pobres que fue construido en 1895 por suscripción popular, y para la Estación Experimental en 1901, y cuando adquirió el teatro en 1898 para darle carácter municipal tal y como ahora se hizo con el puerto.

El espíritu de independencia, el sentido de autosuficiencia de los mayagüezanos y la confianza en sus propios recursos y en el éxito de sus iniciativas se hicieron evidentes cuando dispusieron la devolución de todas las ayudas ya recaudadas destinadas a promover la reconstrucción de la ciudad arrasada en 1918 por el intenso terremoto de San Fermín, el cual se prolongó durante todo un año, y por el maremoto que inundó sus barrios costeros y zonas portuarias. La destruida ciudad resurgió de entre sus ruinas y se reconstruyó sin ayuda de nadie.

La realidad es que mientras más claramente escuchemos la voz de quienes nos precedieron en el siempre luminoso camino del progreso, nos conoceremos mejor a nosotros mismos y entenderemos y podremos aprovechar a plenitud las sabias enseñanzas que, sin duda alguna, nos dará el estudio de nuestra histórica trayectoria de pueblo.

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