Romaguera, el pintor y la óptica
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- por Amanda Carmona
Tomar la decisión de ser artista no es fácil. Romaguera la tomó a pesar de obstáculos que hubiesen detenido al más fuerte.
Para lograrlo estudió dos carreras a la vez, la que le gustaba, ser pintor y la que debía por satisfacer a sus padres para quienes ser pintor sonaba a algo poco respetable. Romaguera se hizo optómetra en Ciudad de México donde el destino quiso que estudiara con la artista mexicana Ana María Landín.
Tenemos una profesión que estudia el órgano del cuerpo más importante para un pintor: el ojo. Y tenemos a una maestra egresada de la Academia de San Carlos de México quien le enseña las técnicas artísticas del más riguroso adiestramiento académico. El resultado de ambas circunstancias aflorará en su obra más tarde.
Es interesante que la optometría, que le permitiría pagar las cuentas, le enseña la base científica de la percepción, la teoría del color y sus efectos en el cerebro y las sensaciones. Estos conocimientos y la capacidad emocional profunda de su vocación, se nutren entre sí para guiar la mano y la mente de este artista intenso y cerebral a la vez.
Aunque él sólo quería estudiar algo que le dejara tiempo libre para pintar, consiguió más que eso. Consiguió armonizar la ciencia y el arte como cualquier artista renacentista. Sus conocimientos de óptica le permitieron llegar a un desarrollo personal de las ideas pictóricas del impresionismo. Mientras la experimentación de años de estudio con, entre otros, Domingo García, e influencias, entre las que destaca la de Carmelo Sobrino, le llevó a la abstracción. La expresión física de esta combinación tan fructífera es el uso del esténcil y la superposición de gotas de pintura.
En el año 2000, como para recibir el nuevo milenio con una prueba de su disciplina, Romaguera presentó una exposición cuyo motivo pictórico fue la arena y donde él siente que se cuaja su estilo. No cabe duda que con las partículas de color que pone a vibrar con su talento, transmite y logra lo que se propuso.
Romaguera es un mayagüezano que nació en Santiago de Compostela. Don Rubén Bras, el maestro de arte de tantos jóvenes mayagüezanos, fue su primer maestro. Don Rubén estaría orgulloso de su alumno.“Tuve que pelear el ser que soy” nos dice Romaguera y gracias a ello podemos disfrutar su obra. Y es eso precisamente lo que él quiere ofrecernos con su arte.
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