Juan Rius Rivera: El Che Guevara puertorriqueño del siglo XIX
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- por Millie Gil
El general Juan Rius Rivera es un patriota, “el Che Guevara puertorriqueño del Siglo XIX.” Un hombre “extraño y enigmático” que combatió en el frente de batalla del grito libertario de Lares en 1868.
También es el hombre que levantó un imperio bancario en la República de Honduras después de pelear todas las guerras de independencia de Cuba y de haber sido el primer puertorriqueño en ejercer como gobernador de la provincia de la Habana.
Rius Rivera era valiente, estaba dispuesto como el Che a dar la vida por la independencia de Cuba, y las estrellas de general se las ganó en las batallas. Para dirigir tropas revolucionarias dentro de un ambiente de guerra de guerrillas había que tener puños de acero para la dirección y mucha discreción y él las tenía. Quizás por eso daba la impresión de ser un hombre extraño y enigmático.
Para conocer a Rius Rivera hay que dirigir la búsqueda por dos vertientes: Cuba y Honduras. En Cuba, porque es donde se consagra como un gran general, que destaca por sus hazañas militares en todas las guerras de independencia, y en Honduras porque es allí donde hace capital y se convierte en banquero.
Rius Rivera estudió en Barcelona y en Madrid, donde inició su carrera de Derecho. De padre catalán y madre puertorriqueña, Rius Rivera abandona los estudios para irse a pelear al frente de guerra junto a compañeros cubanos que, como él, estudiaban en España. La lista de batallas en las que participó por la libertad de Cuba es extensa.
Peleó en la Guerra Grande, o Guerra de los Diez Años, que se inicia en 1868 y dura hasta el 1878; luego en la Guerra Chiquita inmediatamente después de la Grande, que dura diez o 12 meses, y finalmente se integra al ejército libertador cubano durante la guerra que inicia José Martí en 1895.
Pero, fue en la gesta patriótica de Lares donde se inició como revolucionario. Entre los encausados por la insurrección de Lares figura “un joven de apenas 20 años que se llama Juan Rius Rivera”.
Después del Grito de Lares, Rius Rivera regresa a España, pero en Madrid se tropieza con jóvenes revolucionarios cubanos e inmediatamente abandona sus estudios y viaja a Nueva York. Se presenta ante la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico, organismo rector desde el exilio y de apoyo a la guerra de independencia de 1868 y en una de esas primeras expediciones sale este joven mayagüezano a la manigua cubana.
Fue el padre de la patria, Dr. Ramón Emeterio Betances, quien intercedió para que su compatriota fuera a Cuba. Una carta del Dr. Betances bastó para que Rius Rivera lograra pisar el territorio revolucionario de Cuba.
Cuando se integra al cuerpo revolucionario de Calixto García Íñiguez, como era un joven universitario, muy culto, un hombre que hablaba varios idiomas, incluso el inglés -que lo domina a perfección como dicen los documentos que se publican en la prensa de Estados Unidos, como The New York Times- el gran estratega y general cubano lo quería para que redactara los partes de guerra y las órdenes militares, pero el boricua no quería eso. Quería ir a batirse con el adversario español.
Comienza a destacarse como militar por su don de mando y su valentía aclamada por los grandes dirigentes de los procesos revolucionarios del XIX. Su relación con el general cubano Antonio Maceo y el general en jefe del ejército libertador de Cuba, Máximo Gómez Báez, dominicano de nacimiento pero cubano de devoción, lo van a transformar en un héroe militar.
Tal era la relación del boricua con el general cubano que cuando la Guerra Grande está por terminar con la firma del Tratado de Zanjón empujado por España, Rius Rivera estaba allí negociando con Maceo ante Arsenio Martínez Campo la libertad de Cuba y la abolición de la esclavitud. El documento no le concedía nada a Cuba y exigía deponer las armas. La oferta insistía en honrarle a Cuba los mismos inexistentes derechos que a Puerto Rico.
Más tarde, cuando el gobierno de Cuba en Armas le plantea a Maceo su salida del país para organizar la guerra en el exterior, el general pone como condición que Rius Rivera estuviera a su lado. Le reconoce el don de mando.
Juan Rius Rivera es herido en muchas ocasiones, se juega la vida a diario en esas guerras. Son grandes guerras. En la del 1895, por ejemplo, España moviliza un ejército de unos 200 mil soldados, el más grande que cruza el Atlántico.
Después de la guerra de 1868, Rius Rivera viaja a Honduras, como lo habían hecho antes Maceo, Máximo Gómez y otros militares latinoamericanos y rusos acogidos por presidentes de esa nación solidarios con los proyectos de independencia de la Antilla mayor.
Militares como Gómez y Maceo van a dirigir las estructuras militares de Honduras, otros dirigen el sistema de correo y allí comienza a establecerse esa comunidad cubana.
Rius Rivera se pierde por varios años en un sinnúmero de viajes. Llega a España en búsqueda de sus familiares, va a las Filipinas, va a Egipto, India y luego a Honduras.
En Honduras establece un almacén de los productos tropicales Rius Rivera, que salen por el puerto de La Ceiba hasta Nueva Orleáns. Mercadea estos productos por la vía del gran mercado de Estados Unidos y hace mucho dinero. Allí se casa con Aurora Font, quien le acompaña durante 30 años en todos los proyectos cubanos.
Cuando se inicia la nueva guerra cubana en 1895, del cuartel del general Máximo Gómez sale la orden de regreso. Un emisario llega a Honduras, se entrevista con él y nuevamente se integra a la guerra cubana.
La efervescencia libertaria de Cuba y República Dominicana entusiasma a los independentistas boricuas de la sección de Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano, quienes le piden a Rius Rivera que dirija la lucha armada por la liberación de Puerto Rico. El general se traslada a la República Dominicana, desde donde comienza a auscultar y a enviar emisarios a ver si existen las condiciones para una lucha armada en Puerto Rico. Luego rechaza la encomienda.
Cuando llega a Nueva York que acepta la dirección del proyecto de invasión a Puerto Rico, Rius, que es un individuo muy calculador, se va a Santo Domingo con otros puertorriqueños y envía a un grupo de jóvenes a Puerto Rico para auscultar si aquí había o no condiciones para la lucha armada y se da cuenta de que no las había. Lo plantea claramente con mucha razón y dice “no, yo me voy a Cuba a pelear”.
El general insistía en la necesidad de introducir las armas que Cuba proveería y más importante que eso, necesitaba soldados que estuvieran dispuestos a enfrentarse a los españoles. Ninguna de las dos exigencias tenía futuro.
“Los señores de Puerto Rico a quienes me dirigí no aceptaron el plan que les propuse e indican otro que considero impracticable por ahora; y como no es posible esperar indefinidamente el resultado de los trabajos emprendidos desde Santo Domingo para llegar a una solución práctica del problema revolucionario de Puerto Rico, determiné regresar a New York con el objetivo de marchar a Cuba a cumplir sagrados compromisos de conciencia”, dice en una carta en la que establece claramente su posición.
La dimisión al cargo generó una agria polémica en la que se llegó a cuestionar el compromiso del general Rius Rivera con la independencia de Puerto Rico. El Dr. Julio Henna sentía temor de que Rius Rivera prefiriera ir a Cuba en lugar de Puerto Rico. Henna le confesaba a Betances que si el general “no va a Puerto Rico, nos quedamos sin jefe”. Incluso llegó a decir que el general los había “dejado plantados cuando más lo necesitábamos”.
Tenía las armas que Cuba puso a su disposición, “pero para abrir la campaña en condiciones favorables es indispensable proclamar la revolución por un número de patriotas capaces de sostenerse en caso de que la mayoría del pueblo vacilare o se mantuviere a la expectativa o no resultare simultáneo el movimiento, como nos proponemos, hasta mi llegada con las fuerzas y los materiales de guerra necesarios para tomar la ofensiva, decidir al país y con ellos el triunfo de nuestra causa”, insistía Rius Rivera.
De regreso a Cuba, Rius Rivera llevaba consigo lo que se conoce como un cañón de dinamita, que era la pieza de artillería más moderna de todos aquellos años. Un ingeniero cubano que ayudó en la preparación de esa pieza de artillería iba en la expedición y era el encargado de la misma. Una pieza que esperaba ansioso el general Antonio Maceo. “La amistad Maceo y Rius Rivera era como la de Fidel Castro y Che Guevara”, ha dicho Félix Ojeda Reyes, en el único libro publicado en Puerto Rico, "General Juan Rius Rivera, héroe militar de Cuba, poderoso banquero y empresario en Honduras".
Meses después cae Antonio Maceo en batalla. Rius Rivera dura poco en la guerra. Cae gravemente herido en combate y es hecho prisionero. Tanto Betances como los miembros del Partido Revolucionario Cubano creen que a Rius Rivera lo van a matar y se inicia una campaña diplomática.
El diplomático cubano Gonzalo de Quesada envía cartas al recién nombrado embajador estadounidense en Inglaterra, John Milton Hay, pidiendo que protejan la vida del mayagüezano.
Su caso se convierte en un caso célebre. Está en las portadas de la prensa de Estados Unidos, incluso en el New York Times. Interviene el Congreso, que aprueba por unanimidad y después de intensos debates una resolución presentada por el senador William Vincent Allen solicitando se respete la vida del militar puertorriqueño. El caso llega a la Casa Blanca. Esa presión que ejerce Estados Unidos contra España, en vísperas de intervenir en la llamada guerra Hispano-cubanoamericana, es una de las cosas que le salvan la vida Juan Rius Rivera.
Preso en la cárcel de La Cabaña en La Habana, Práxedes Mateo Sagasta, que ocupa la cúpula del poder, se entrevista con él y le dice que si acepta el proyecto de autonomía que promovía España, con el que Sagasta creía llegaría la paz evitándose así la intromisión de Estados Unidos en la contienda, le concedían la libertad. Él lo rechaza, entonces es condenado a cadena perpetua y enviado al Castillo de Montjuich en Barcelona.
En las luchas cubanas del siglo XIX se insertan muchos internacionalistas que provienen de una multiplicidad de países: Estados Unidos, Italia, Francia, Puerto Rico, República Dominicana. Por eso Betances quería establecer un regimiento europeo de internacionalistas para que fueran a pelear la guerra del 1895 y para internacionalizar aún más la lucha de Cuba.
Cuando se decreta la paz en 1898, Rius Rivera viaja a Francia y de allí a Nueva York antes de regresar a Cuba, donde los nuevos gobernantes le ofrecen, en primer lugar, puestos en la administración pública.
Rius Rivera alcanzó el rango de Mayor General del Ejército Libertador de Cuba desde 1896 al 1898. Gobernó la Provincia de La Habana en 1899. Fue Secretario de Agricultura, Industria y Comercio en 1900, Vicepresidente de la Asamblea Constitucional de Cuba y uno de los pocos extranjeros que podía aspirar a la Presidencia de ese país por su heroísmo en las guerras de Independencia.
Como si fuera poco, a Rius Rivera se le atribuye el destranque del problema político cubano de 1898 al presentar un proyecto de asamblea constituyente. Redactadas por él hay muchas cartas y cuando se leen las actas de la Asamblea Constituyente de Cuba, para constituir la república y declarar la independencia a principios del XX, el proyecto es de Rius Rivera.
Después de su liberación de Monjuicht, el mayagüezano llega como un héroe nacional y en las elecciones es elegido popularmente como vicepresidente de la asamblea. Tiene un proyecto de constitución y buena parte de los incisos de la constitución cubana son debatidos. Su aportación es fundamental.
El general de extensas batallas rompe con Cuba en los años 1905-1906 cuando se da la segunda intervención de Estados Unidos y regresa a sus antiguos negocios en Honduras, donde ayuda a establecer un hospital que todavía existe, el Hospital Vicente D’antoni.
Ayuda también a solidificar las grandes finanzas hondureñas al establecer el Banco Atlántida, una institución bancaria creada en la segunda década del siglo XX, banco que sigue operando y que es uno de los grandes proyectos del ilustre mayagüezano.
Después del Grito de Lares, el revolucionario, antillanista, abolicionista, militar protagónico de las guerras de independencia de Cuba, empresario y banquero, jamás regresó a Puerto Rico.
Nació en Mayagüez, al igual que sus ocho hermanos, el 26 de agosto de 1848, y murió en Honduras el 20 de septiembre de 1924. Sus restos descansan en la necrópolis de Colón, en la República que ayudó a forjar, Cuba.
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