Un Colegio para un País: a 100 años del CAAM
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- por Mari Mari Narváez
Era el principio del siglo XX y Puerto Rico se enfrentaba, no sólo al cambio de mando político de España a Estados Unidos sino a una coyuntura económica en que las labores agrícolas tradicionales y las ingenierías marcarían el futuro de la modernización.
Los más visionarios podían anticipar la necesidad de una educación profesional y técnica hacia el progreso. En Mayagüez, ya desde 1908 existía la Estación Experimental Agrícola, dirigida por el estadounidense D.W. May. Fue allí, junto a su secretario, Carmelo Alemar, desde donde May impulsó la idea de convertir la Estación en un colegio universitario para estudios agrícolas.
Así comenzó un arduo proceso de búsqueda de apoyo en diversos sectores y, finalmente, la iniciativa se concretó en 1911 con los esfuerzos de ambos y de José de Diego, entonces presidente de la Cámara de Delegados y quien demostró un compromiso vital con la idea. Entre todos, consiguieron una asignación de fondos federales para establecer un Land Grant College que se llamó el Colegio de Agricultura y Ciencias Mecánicas (CAAM).
Hoy, al cumplirse los primeros cien años desde la fundación de esta institución en 1911, el CAAM se ha convertido en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico, una de las instituciones universitarias más importantes y reconocidas tanto en el País como en el extranjero. Y sin embargo, aún hoy, sigue siendo mejor conocida por su nombre de siempre: “El Colegio”.
Desde el principio, la idea fue hacer una institución educativa “para el pueblo”, como lo testimonian las cartas de sus fundadores. Muy pronto, el CAAM comenzó a desarrollarse exitosamente. Se empezó el programa de Ingeniería Química junto con el de Agricultura, “para producir ingenieros químicos azucareros que atendieran la industria azucarera que estaba en todo su apogeo. La primera clase que se graduó fue la de 1915”, cuenta Fred Soltero Harrington, profesor de Ingeniería Química y ex rector del Colegio.
Hace ya varias décadas que, muy especialmente los graduados de Ingeniería del Colegio, tienen una gran demanda, provocando así mucha actividad de reclutamiento en el Recinto. Sin duda, el Colegio de Mayagüez ha alcanzado grandes éxitos entre las mejores facultades de Ingeniería en el mundo. Por ejemplo, es una de las tres que más mujeres gradúa en todas las jurisdicciones de Estados Unidos. Alrededor de 40% de sus grados en Ingeniería son otorgados a mujeres. El Colegio también está en el puesto número nueve entre las universidades que más ingenieros químicos gradúa de bachillerato en Estados Unidos; el número 11 entre las que más ingenieros civiles gradúa y el número 23 entre los que obtienen grados de Ingeniería en general. Estos impresionantes índices han elevado su prestigio, no sólo a nivel de Estados Unidos sino internacionalmente.
¿Pero cómo exactamente fue que el Colegio alcanzó este nivel de competitividad, más allá de las fronteras nacionales?
“El secreto del crecimiento del Colegio fue ese programa que don Luís Stefani comenzó y Martínez Picó fue el primero que lo ayudó a implementar para coger muchachos jóvenes, brillantes, y enviarlos a Europa y Estados Unidos a hacer doctorados en sus campos”, explica Soltero Harrington. “Ahí empieza el programa de mejoramiento de la facultad. Ese influjo le empieza a dar categoría al nivel académico de la Institución”.
Al principio era mayormente educación, cuenta el entrevistado. Luego, con la llegada del Centro Nuclear en 1958, y el regreso de los profesores con sus experiencias en investigación, comenzó a tomar auge la investigación y a crearse las maestrías en Química, en Biología, en Ingenierías.
Algo muy notable también ha sido la internacionalización de su profesorado, lo cual, según Juan Rivero, profesor de Biología del RUM hace más de 40 años, “da a los estudiantes un enfoque más amplio. En el Departamento de Biología hay ucranianos, hay un indio, un alemán, varios norteamericanos, argentinos”.
Actualmente, la Universidad de Puerto Rico tiene 36 patentes, de las cuales 20 son propiedad del Recinto Universitario de Mayagüez. El Colegio, además, está en la posición número 40 en la Clasificación Mundial de Universidades en la Web, según el Laboratorio de Cibermetría del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el mayor centro de investigación en España. En Estados Unidos, es la primera facultad de Ingeniería que más grados otorga a estudiantes hispanos.
En la celebración de este primer siglo de vida del Colegio, algunos profesores, miembros de la comunidad universidad y puertorriqueños en general entienden que el éxito académico del RUM ha resultado ser una especie de navaja de doble filo.
Por un lado, se ha levantado una universidad técnica y científica muy prestigiosa académicamente. Tanto, que año tras año atrae a miles de reclutadores del gobierno estadounidense y la industria de la defensa, provocando así una masiva fuga de cerebros. Cabe preguntarse: ¿por qué no hemos podido sacarle el máximo provecho a todo ese talento y conocimiento que tanto necesitamos para nuestro propio desarrollo?
“Carecemos de un sistema de transporte multi modal, tenemos serios problemas con el manejo de desperdicios sólidos, con la infraestructura que da servicios de agua. Hemos abandonado la agricultura poniendo en peligro incluso nuestra seguridad alimentaria”, cuestiona la profesora de Filosofía Anayra Santori.
“Me gustaría, en el nuevo siglo de este recinto, que nuestras nociones de excelencia tuvieran más que ver con dinamizar el desarrollo del país y la economía nacional en vez de transnacionalizar a los estudiantes y educarlos para luego despoblarnos”.
El desafío ha sido lanzado. ¿Puede el Colegio en este nuevo siglo establecer una mejor correspondencia con el País? ¿Podremos beneficiarnos más y mejor de todo ese caudal de talento y conocimiento? ¿Tendremos un proyecto de desarrollo sustentable que ofrecerles a los cientos de jóvenes que año tras año se gradúan, no sólo de Ingeniería sino de Agronomía, de Ciencias, Humanidades y Política en el Colegio?
En la celebración de este primer y exitoso siglo de vida, la interrogante está sobre la mesa.
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