El Bosque de los Bejucos de Mayagüez: un bosque que habla
- Detalles
- por Julia S. Mignucci Sánchez, PhD*
Todas las plantas, las que sean, nos nutren de muchas maneras. Con los rayos del sol inicia esa maquinaria productiva de alimentos para todos nosotros, para ellas mismas y para los demás seres que habitan el Planeta. El quehacer de las plantas y los ciclos en que participan son esenciales para la vida en el Planeta Tierra. Los seres humanos no tenemos esa capacidad. Somos, al igual que otros seres, dependientes del Reino Vegetal, para alimentos, oxígeno y agua. Cada planta que nos rodea hace esas y otras múltiples e invisibles aportaciones.
Las plantas, independientemente del tamaño o volumen de sus raíces, sea una planta diminuta rastrera como el moriviví o la verdolaga, o los gigantes árboles como lo son nuestras maravillosas ceibas, todas ellas con sus raíces están continuamente levantando agua a través de sus cuerpos y sistemas.
Transpiran a través de sus hojas y otros órganos en tallos y peciolos participando también activamente, en el ciclo hidrológico del agua, necesario para la existencia, sostén y sobrevivencia de todos los seres que habitan el Planeta. Así que, mientras contribuyen con alimento aseguran la disponibilidad del agua. Donde no hay árboles ni plantas, las nubes no se forman y las que arrastra el viento de largas distancias pasan apresuradas sin liberar su agua.
Se necesitan unos seres verdes que al transpirar establecen esa conexión y conversación de intercambio de humedad que al transpirar funcionan como magnetos que atraen el agua de las nubes, a la vez que las hinchan con el agua que les abonan. Y entonces, vemos, que en ausencia de los seres verdes, los terrenos secos y los desiertos empiezan a perpetuarse y expandirse, porque no cuentan con los administradores naturales del agua.
Las nubes que se forman son parte de los eslabones del ciclo del agua cuya lluvia irriga a los suelos, aporta a los ríos, quebradas, lagos, mares, océanos, recargan los acuíferos y permean, penetran y circulan dentro de todo lo que existe y vive. Así que las plantas son seres excepcionales que calladamente entrelazan ciclos que sostienen la vida orquestando la disponibilidad de los recursos esenciales que las sostienen.
Los privilegiados que habitamos en el Trópico, nos hemos acostumbrado tanto a vivir rodeados por las plantas y los árboles, que muchas veces no los notamos.
Esto no es muy diferente de lo que nos pasa en las ciudades. Recorremos siempre la misma avenida o calle y llegará el momento en que usted deja de percatarse de la rotulación y otros detalles de las estructuras por donde transita. Esta experiencia se manifiesta aún más como resultado del vivir con apuro, atendiendo múltiples obligaciones, de frente a las complicaciones resultantes de la alta densidad poblacional, del desparrame urbano y de las congestiones del tráfico vehicular.
Abrazos verdes
Ese refrán en inglés que invita a detenerse a oler las rosas “stop to smell the roses” describe muy bien lo que voy a describirles. En el área urbana de Mayagüez, y sabemos que hay tantos lugares en Puerto Rico que también lo tienen, existe una aglomeración fabulosa, impresionante de diferentes plantas que están haciendo unas contribuciones importantísimas y que se asocian, en este caso, con los maravillosos árboles.
En el lugar al que los voy a transportar observarán como se abrazan las plantas y árboles. Los estudiosos de la naturaleza reconocen que en el Reino Vegetal ese comportamiento es prácticamente universal. La excepción es cuando compitiendo por alimento, luz o agua se repelen con sustancias que al liberarlas les permite apoderarse de un territorio evitando que otros crezcan para acaparar los recursos limitados que tenga el ecosistema.
Lo interesante es que en lugares de gran acumulación de agua, todos nos beneficiamos cuando la población de plantas es diversa y de grandes y densas proporciones. Es en esa combinación que se aumenta el área superficial y tridimensional de transpiración.
Mientras las raíces están haciendo la labor de levantar agua del suelo, sea a grandes profundidades o a flor de tierra, esa gran masa verde compuesta de las hojas y tallos de plantas y de las frondas de los árboles y arbustos, asegura una capacidad transpiratoria de mayor amplitud. Es de esperarse que a mayor área verde efectiva de transpiración, mayor movilización de las aguas desde el suelo hacia los estratos aéreos.
En el Trópico, la aglomeración masiva de plantas se observa cubriendo taludes y los grandes declives de laderas de colinas y montañas. Esa masa verde está haciendo otras labores. En esas áreas empinadas fungen como grandes y magníficos controladores de la erosión de los suelos y retienen la humedad.
La costumbre de “pelar” los montes hasta que se vea la tierra es contraproducente pues resulta en la erosión del suelo con la consabida pérdida del terreno fértil que se ubica en las primeras pulgadas superiores del suelo. Una gota de agua que retumbe sobre una hoja es una gota fuerte que no arrastra terreno porque no tocó el suelo.
Y si hay una alfombra entretejida por plantas y raíces cubriendo y amarrando el suelo de las laderas, se está protegiendo la fertilidad del suelo. Y cuando a esas plantas les toca completar su ciclo de vida, morir y reincorporar su materia orgánica formando así más suelo, sigue añadiendo nutrientes y beneficios, devolviendo a ese suelo que le dio vida, más nutrientes para el sostén de otros que vendrán luego o que allí habitan. Y le proveerá con su propio cuerpo y moléculas el nuevo abono a aquellos arbustos y árboles que se quedan en pie, que se benefician de esa contribución.
Bosque urbano y accesible
Y si los árboles y arbustos con sus flores y frutos alimentan a otros seres, sean humanos, lagartos, gungulenes, aves, u otros polinizadores como los murciélagos, o insectos, entonces el ciclo participativo de muchos seres se expande y se asegura y sustenta la vida en el Planeta.
Así que las plantas, son participantes importantes y desprendidos en una gran cadena alimenticia armoniosa. Como mayordomos responsables y solidarios le toca al ser humano conocer y reconocer estos procesos, por eso la importancia de la educación. Al así valorarlo, los humanos comienzan el sendero hacia el portal y ámbito de la sensibilización necesaria para proteger los recursos que nos sostienen, y que a su vez proveen diversidad económica a los pueblos.
Pero volviendo a la invitación y al cuento que comencé sobre esa privilegiada área de Mayagüez, que he llamado el Bosque de los Bejucos, pienso que cuando se entere querrá visitarlo. Lleve su cámara. Asegúrese que lo acompañan otros miembros de su familia y que los niños y jóvenes vayan también.
El Bosque de los Bejucos es un bosque urbano muy accesible y fácil de encontrar. Es un laboratorio para estudio e investigación. Es un bosque que habla. Quédese en silencio para que lo escuche.
Es un bosque importante para conservarlo por las razones que ya expliqué y también porque al transitar por la carretera que lo divide en dos, usted disfrutará de la experiencia de pasar por debajo de un dosel verde, un túnel verde. Ya de estos no quedan muchos en Puerto Rico y menos en zonas urbanas.
A la entrada del pueblo de Rincón hay un túnel verde. Existe porque los residentes liderados por la Liga Ecológica de Rincón logró que la expansión de la carretera se hiciera al otro lado de la línea de árboles de mangó que bordean la carretera original y que estaban programados para ser eliminados. Hoy día, la bienvenida al pueblo se siente cuando usted discurre por ese túnel verde de mangó y de otros árboles. Sin duda, le da carácter y distinción al pueblo y complementa perfectamente los ofrecimientos costeros de mar y playa que hace décadas Rincón proyecta internacionalmente.
En Mayagüez, es diferente. Cuando usted este cruzando debajo del túnel verde del Bosque de los Bejucos y reduce la velocidad, usted entrará a un ámbito que le proveerá gran tranquilidad de espíritu y regocijo.
Si tiene la oportunidad de estacionarse en las inmediaciones, en un área segura, especialmente en las cercanías del aeropuerto de Mayagüez y lo hace a diferentes horas del día y diferentes estaciones del año, usted comenzará a escuchar al bosque. Se desvelarán los misterios que encierra el Bosque de Los Bejucos. Se sorprenderá al observar la diversidad de seres que allí habitan. Habrá ocasiones en que avistará aves migratorias que durante el invierno viajan de lugares tan distantes como Canadá. Muchas de esas bandadas de aves se trasladan luego a los bosques de manglares de la zona costera. Descubrirá los muchos y diversos seres que habitan el bosque, se nutren del bosque y a su vez lo nutren. Observará que forma una gran pared que amortigua los ruidos de la ciudad y que es custodio de humedales, acuíferos, flora y fauna.
La mayoría de los que transitan por allí o no lo notan o les podría parecer insignificante. Otros pensarán que esas plantas trepadoras (bejucos) deberían removerse y que lo harían si estuvieran en su propiedad. Yo en mi casa, sería la primera en desmontar alguno que esté entorpeciendo la integridad de las líneas de teléfono o las eléctricas o cubriendo la iluminación de un poste del alumbrado.
Es imperativo reconocer que cada cosa tiene su lugar y su función, y que los recursos e infraestructura hay que administrarlos y manejarlos programáticamente. El ser humano tiene la capacidad de mantener una franja limpia y despejada a ambos lados de las carreteras que asegura visibilidad y definición de sus bordes. Si el bosque tiene áreas invadiendo las líneas de comunicaciones o eléctricas es de importancia removerlas. Al así hacerlo es una inversión en la salud, la seguridad, el control de las inundaciones y de las aguas, y de paso, asegurar calidad de vida, pues también provee un beneficio visual y de bienestar.
El Bosque de los Bejucos, es un ámbito ecológico que conquistó mi atención hace mucho tiempo. Desde el 2006 comencé a documentarlo con fotografías. Es muy fácil encontrarlo, usted debe llegar hasta el Aeropuerto Eugenio María de Hostos de Mayagüez. Sugiero que utilice la calle marginal que bordea la carretera número 2 que da acceso a la carretera de entrada al aeropuerto. Tan pronto usted llegue frente al aeropuerto, doble a la calle a su derecha. Ahí notará, a ambos lados, unas secciones del Bosque de los Bejucos.
La ventaja de empezar por esta ruta es que le permite detenerse o transitar a baja velocidad pues el flujo vehicular es escaso. Al final de ese corto tramo, se encontrará de frente con la carretera 342, recomiendo que doble a la izquierda para que cruce por debajo de otro dosel.
Verá a cada lado topiarios naturales cuyas estructuras y formas le pueden sugerir vejigantes, animales de diversas formas imaginarias buenas para despejar su mente y estimular su creatividad. Sentirá que está entrando por un portal encantado y misterioso. Es además, sombreado, fresco, verde y agradable a los sentidos.
A ciertas horas del día, los rayos del sol penetran resaltando diferentes tonalidades de colores, abonando a su encanto. Observará árboles de Albizia, Acacia, Tulipán Africano, Yagrumos, y otros leguminosos, Bambú y otras especies, todos cubiertos masivamente por diversas especies de plantas trepadoras. Verá una alfombra de plantas típicas de humedales como las malangas con sus hojas grandes acorazonadas. Escuchará al bosque que silba con el viento y los cantares de los múltiples y diversos residentes.
Entre sus misterios está un rodal de árboles protegidos de la especie Ptherocarpus officinalis, que están desapareciendo en Puerto Rico y que también los tenemos en la Reserva Natural Caño Boquilla. Para verlos habrá que visitar las profundidades del bosque, porque no son visibles desde la carretera, ya que ubican en áreas contiguas o detrás del aeropuerto.
Construcción, daño irreparable al bosque
El Bosque de los Bejucos está en área de un alto nivel freático, dentro y rodeado de humedales. Las especies que allí habitan están adaptadas a áreas pantanosas que amarran esos terrenos con su vasto sistema de raíces. Los Ptherocarpus poseen raíces vastas que se levantan sobre el nivel del suelo, parecidas a patas de aves gigantes y poseen una gran fronda.
Las construcciones de centros comerciales y otras edificaciones han drenado humedales en la zona. También se han desviado o rellenado y cubierto canales de desagüe naturales. Las consecuencias ya están impactando la zona con aumentos en la acumulación de agua que durante fuertes y frecuentes lluvias no tienen por donde discurrir, aumentando los niveles de inundabilidad y los consabidos riesgos a los múltiples vecindarios del área.
Este bosque alberga a muchos seres. Allí se escuchan los cantares de ranas, coquíes, insectos, aves diurnas y nocturnas. Se ven las luciérnagas (cucubanos) en la noche. De día se observan lagartijos, ranas almorzando insectos y comejenes. Observará el devenir de mariposas bebiendo el néctar de las flores. Verá reinitas, pitirres, ruiseñores, carpinteros, turpiales, cotorras y zumbadores tejiendo sus nidos y trazando sus rutas gastronómicas. Se sorprenderá ver guaraguaos perseguidos por pitirres y pitirres perseguidos por los zumbadores, todos ellos defendiendo sus territorios y nidos, y entonces, nos tenemos que preguntar y nosotros, ¿estamos defendiendo nuestro nido y nuestros recursos naturales esenciales para la vida?
El Bosque de los Bejucos y tantos otros ecosistemas, son un conglomerado armonioso de seres que desvelan sus misterios solo cuando somos capaces de detenernos, conocerlos y valorarlos.
* La Dra. Julia Mignucci Sánchez es una profesora jubilada del RUM, fundadora de la organización ecologista Mayagüezanos por la Salud y el Ambiente (MSA).
* Fotografías de la Dra. Julia Mignucci Sánchez.