Mayagüez: su música y su gente en mis recuerdos
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- por Alberto Cordero Albino *
La ciudad de Mayagüez está ubicada en el mismo lugar que la soñaron y la colocaron sus creadores. En el mismo lugar que es para mí el entorno de mis primeros sueños, anhelos y esperanzas. Por el este: el cerro Las Mesas, donde se inicia la espina dorsal que serpentea de este a oeste las entrañas de nuestro país.
Por el norte el Valle de Añasco, por el sur el Río Guanajibo, por el oeste, nuestro anchuroso mar en el cual nos acostumbramos ver bajar el telón de un viejo día y dar paso a las bellas noches mayagüezanas.
Cada tiempo tiene su gente y la gente tiene sus cosas. Mis padres vivieron su tiempo y nos contaron sus experiencias. Considero que la década de los años 20 fue el tiempo en que ellos disfrutaron sus propias vivencias y las que por tradición oral recibieron de sus antepasados.
El Mayagüez de sus tiempos sufrió grandes calamidades, particularmente en 1918, cuando se desata en el mundo la primera guerra mundial. Esta situación vino acompañada del terrible terremoto que destruyó gran parte de la ciudad. Una ola marina alejó las aguas de nuestro mar, más adelante las devolvió con violencia y gran turbulencia y las llevó hasta el Parque Suau, casi hasta el centro de la ciudad. Llegó por esos tiempos (1919) otra tragedia que llenó de angustias y penas: el fuego del Teatro Yagüez, donde muchos mayagüezanos perdieron la vida.
Recordaban mis padres con gran cariño estampas de Mayagüez, alegres y optimistas, por ejemplo, las tradicionales fiestas en el honor a Nuestra Señora de la Candelaria y las tradicionales fiestas de Carnaval, las cuales se celebraban con ruidosa pompa.
Evocaban también con admiración a José de Diego, Pepe de Diego como le decían en Mayagüez. Su notable elocuencia como fiscal de la corte de Distrito, ubicada ésta en el antiguo cuartel viejo, parcialmente destruido por el terremoto. Recordaban su incomparable elocuencia para lograr absoluciones de sus defendidos. Así mismo, comentaban con alegría los diálogos románticos que escenificaba durante su noviazgo el lírico cantor de Laura y la distinguida Georgina Blanes.
Comentaban de la entrada de los americanos a Mayagüez en 1898 por la calle 11 de agosto, la parada de los soldados en la Plaza de Colón para descansar, mientras el alcalde entregaba la ciudad a las tropas invasoras y la selección de don Mariano Riera Palmer, como nuevo alcalde.
Nuestros padres se mostraban orgullosos al referirse a la música que se bailaba en sus tiempos: la danza, el vals, pasodoble, danzón, mazurca y otros. La bomba y la plena estaban confinadas a los sectores de más pobreza de la ciudad. Las fiestas de gran elegancia se celebraban en el Casino de Mayagüez y el Casino Español. Había algunos pequeños clubes identificados como de “artesanos” en obvia referencia a la segmentación socio-económica y social de aquellos tiempos.
Nos mencionaba, particularmente mi padre quien fue músico, el debate entre la orquesta de don Juan Morel Campos y don José Gaudier. La competencia fue en la ejecución en el bombardino de la danza Sara. Por la orquesta de Ponce el destacado músico, Domingo Cruz (Cocolia) y por Mayagüez don Basilio Reyes. El jurado calificador rindió veredicto unánime a favor de don Basilio.
El Mayagüez de mis tiempos corresponde a la década de los años 30 hacia los años 40. Tuve vivencias significativas que aún recuerdo con bastante claridad y otras muy lejanas en mi recuerdo.
El debut del tenor mejicano José Mojica en el teatro Yagüez, quedo en mí como algo muy distante en el tiempo. Fue para el año 1932.
El Presidente Franklin D. Roosevelt visitó a Mayagüez en 1934, desembarcando por el puerto de la ciudad. Esto es algo fuera de lo común ya que por lo general los personajes distinguidos que nos visitan entraban por la capital. Fue recibido por poderes cívicos y por el alcalde de la ciudad don Manolo Marín y algunos líderes cívicos y políticos, frente a la alcaldía municipal. Observé esta escena desde un banco en la Plaza de Colón.
Don años más tarde la ciudad ofreció un apoteósico recibimiento al popular cantor argentino Carlos Gardel. Observé el acontecimiento desde frente al teatro Yagüez, acompañado de mi hermana mayor Carmen Isabel (Calle McKinley esquina Dr. Basora). El simpático artista saludaba sonriente a la multitud que le aclamaba.
El Mayagüez de mis tiempos era alegre, campechano y bullanguero a pesar de las penurias económicas y la tragedia mundial que afectaba a nuestro país. Celebrábamos las tradicionales fiestas de la Virgen de la Candelaria en el pueblo y las de la Virgen del Carmen en la playa de la ciudad. Asistíamos a estas fiestas en calidad de galanes para pavonearnos frente al enorme desfile de muchachas que circulaban alrededor de la Plaza de Colón y el templete de la orquesta en la playa.
Las artes son manifestaciones espirituales a través de las cuales los pueblos dibujan perfiles de lo que fueron, son y serán. Mayagüez no era una excepción. Mi tiempo fue uno de gran esplendor para el desarrollo de la música popular en Mayagüez. Fuimos creadores de excelentes orquestas, combos, tríos, cantantes y magníficos compositores de gran sensibilidad artística.
Las Orquestas
La primera estación de radio que se fundó en Mayagüez fue la WPRA-Radio (1937). La ubicaron en una gallera que estaba a la salida de la ciudad hacia Añasco. En el centro de la gallera construyeron un gran salón de baile, a este se le llamó El Country Club. Allí se celebró un gran baile amenizado por la formidable orquesta cubana Casino de la Playa, en debate musical con la Orquesta Jolly Kings de Mayagüez. La ciudad de Mayagüez se vació en aquel lugar. Siendo la música una de mis devociones y admirador de ambas orquestas, caminé a pie desde un extremo a otro de la ciudad para escuchar desde afuera aquel gran acontecimiento. Fue grande la emoción que sentí al escuchar las voces de Miguelito Valdés y Walfredo de los Reyes con la Casino de la Playa y Felipe Irizarry y a Quique Seda, cantantes de la Orquesta Jolly Kings. Por los aplausos para ambas agrupaciones, pensé que habría ocurrido un empate. Es una lástima que aquella orquesta nuestra no tuvo la oportunidad de grabar discos. Era una extraordinaria máquina musical adelantada a sus tiempos.
A fines de los años 30 desaparece la Orquesta Jolly Kings y nace la Orquesta Western Serenaders. Esta fue formada por algunos músicos de la Orquesta Jolly Kings y fue dirigida por Francisco Carballo. El contrabajo de la orquesta lo tocaba nuestro inolvidable compositor Roberto Cole. Más adelante Roberto forma su propia orquesta para realizar grabaciones.
Los Madera era una distinguida familia de músicos. Lo componían don Juan, Frank y doña María, su madre, quien era maestra de Instrucción Publica y maestra de piano. Fue una excelente maestra. Tuve el privilegio de ser uno de sus discípulos en séptimo grado. El hermano de don Juan, Simón Madera, muy temprano en su juventud se fue a la ciudad de Guayama, llevándose con él una de las más bellas danzas que se ha escrito y que aún permanece como una de las grandes des joyas musicales, patrimonio del pueblo mayagüezano. Mis amores.
Frank Madera, el hijo de don Juan, fue un extraordinario músico innovador, siempre en la búsqueda de nuevas ideas musicales. Creó con un grupo de estudiantes del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas (CAAM) su orquesta Gay Collegians, grabaron varios discos comerciales cantando Edward Hihley y Miguel A. Maymón, violinista, cantante y compositor (1938). Adelantándose a sus tiempos, Frank Madera creó una nueva orquesta (1945) muy avanzada en su estilo, muy particular en sus arreglos, contó con los excelentes cantantes Santitos Colón, Felipe Irizarry y José Luis Moneró.
El movimiento hacia la creación de nuevas orquestas se acentúa en la década de los años 40. William Manzano, quien era el pianista de la orquesta Western Serenaders, creó el Conjunto Orquesta Hatuey (1938). Este estableció amistad con el siempre recordado músico cubano Abdías Villalonga y junto al popular cantor naguabeño Jackie Carrión, crearon la Orquesta Hatuey (1943).
Luego Abdías Villalonga organiza su propia orquesta, Anacaona, con Vitín Avilés e Hilda Siurano como cantantes (1944). Por otra parte Manzano forma su propia orquesta, la que llamó William Manzano y su Orquesta. Esta, a mi juicio, fue una organización musical bastante adelantada a su tiempo. Se enfrentó a las mejores orquestas del país con gran éxito (1944).
En el año 1945 nace la Orquesta Fiesta del Pabón Dancing Hall de Boquerón, bajo la dirección de destacados, como Rafael Torres Silva, Abdías Villalonga y Carlos López.
En el año 1949 nace la orquesta del distinguido músico dominicano-mayagüezano Carlos López, creándose una significativa influencia del merengue en Puerto Rico, después del Ángel Viloria. En el año 1947 se organizó la orquesta del mayagüezano caborrojeño Celso Torres, quien era profesor de música del CAAM y director de la banda de esta institución académica.
En la década de los años 40 surgieron diferentes organizaciones musicales pequeñas. Se distinguieron los conjuntos Hatuey, Zombie, Yumuri, y Savoy. Hubo tres tríos muy destacados: el Yagüez, Avilés y El Alma Mayagüezana. Surgieron grupos de pleneros en diferentes sectores pobres de la ciudad, particularmente en el Dulce Coco y en Dulces Labios. Hubo muy buenos dúos de voces como los Hermanitos López y voces femeninas como Dieguita Rivera y otros.
La llegada de la radio a Mayagüez fue como un abrir de puertas y ventanas al mundo. Comenzamos a ser nosotros mismos y a no depender de las radioemisoras de la capital y de Ponce. Surgieron muy buenos programas de noticias, novelas, músicas de diferentes géneros, entretenimientos, deportes, concursos radiales, transmisiones radiales desde restaurantes y clubes sociales, etc. Surgieron agencias de publicidad, productores artísticos, técnicos de radio, cantantes y otras áreas reformadas con la radio. La ciudad entró de lleno a la industria radial.
La primera estación que comienza a funcionar, como indique anteriormente, fue la WPRA-Radio en el año 1937. Fue la cuarta en el país. Le siguieron rápidamente, WKJB, WAEL, WORA, WITL y otras de frecuencia modulada (PM).
Junto a este extraordinario desarrollo radial surgieron excelentes voces de locutores que son pioneros de la radio de nuestro país. Recordamos a Mario Acosta, Héctor Almodóvar, R. Olivencia, Tommy Acevedo, Héctor Moll, Juan L. Gómez, Nestín García, Spimball, Secundario Minguela, Rafael Colón Díaz, Salvador Ribot, Jimmy Montañez, Carmen Jovet, Alicia Moreda, Álida Rivera, Mario Acosta, Pedro Ojeda, Luis Freyre, Manolin Ramírez, Natty López, Benjamín Cole (deportes), Johnny Caraballo, Hermes Matos, Blanca Luna, Freddy González, José E. Pancorbo, Nelson Cortina, Nelson del Valle, Richard Pérez, Javier Recio, Iván Lefrank, German Vélez y muchos más.
Gilbert Mamery y Secundario Minguela son dos figuras cimeras de la radio mayagüezana. Gilbert comenzó en la radio siendo muy joven con apenas 15 años de edad. Comenzó en WPRA, pasó por otras radioemisoras de la ciudad, hasta que creó su propia estación, la WITL. Ha sido como un maestro del aire de la música popular. Por él conocimos los mejores cantantes y orquestas de Puerto Rico, Cuba, República Dominicana, Centro y Sur América, así como de Estados Unidos. Por él pudimos ver actuando personalmente las figuras más sobresalientes de la música de Puerto Rico y otros países en el teatro San José de Mayagüez.
Gilbert comenzó en WPRA muy temprano en su vida. Se unió al publicista don Juan L. Gómez e iniciaron las famosas transmisiones de radio desde el restaurante La Greca con “Tuto in Charge” como decían. Secundario fue y es poseedor de una voz muy natural. Jamás se le escuchó engolar su voz (fingir la voz). Su voz es como él, sencillo, afable y cariñoso. Su programa El Festival Dominical Minguela lleva más de 30 años en el aire sin interrupción, Este programa tiene un formato muy singular. Se planifica y se realiza con visitantes e invitados: médicos, maestros, cantantes, estudiantes, llamadas telefónicas y otros. Acompaña a Secundario en el programa su hermano Panchito, una gloria de la canción popular en Puerto Rico. Este programa es punto obligado los domingos para los mayagüezanos ausentes que con frecuencia regresamos a nuestra patria pequeña.
Fueron visionarios en el campo de la comunicación en Mayagüez Emilio Defilló, José Ramírez Avilés y Andrés Cámara. Crearon una entidad llamada la Puerto Rico Advertising Co. (1935). Esta agencia de publicidad se dedicaba a pasar películas y anuncios en la azotea del edificio municipal. La Plaza de Colón se llenaba de niños y adolescentes todas las noches para ver aquellas presentaciones. La locución estaba a cargo de un joven llamado Mario Acosta, una de las mejores voces radiales que ha producido nuestro país. A la muerte de don Emilio Defilló, don Andrés Cámara junto a don Rafael Pérez Perry dieron forma a la idea y crearon la WPRA-Radio. Su primer gran locutor lo fue mi inolvidable amigo y compañero de actividades artísticas y radiales, Mario Acosta.
Allí mismo donde había una gallera anteriormente, disfrutamos un domingo (1945) de la presentación de la orquesta de Pedro Flores con Daniel Santos y Clarisa Perea, dirigidos por el inmenso músico ponceño Moncho Usera. Todos eran puertorriqueños que habían vivido en Nueva York por muchos años.
Moncho levantó su mana derecha y comenzó la introducción de La Terruca de Braulio Dueño Colón. Daniel Santos con algunos 23 años de edad, inicio la canción: “Cada vez que yo pienso en mi tierra es feliz el placer que me brinda, porque no hay otra tierra más linda y más bella que la tierra en que nací”. Aquello parecía venirse abajo en aplausos y lágrimas para aquella genuina representación de la emigración puertorriqueña de los años 30. Luego Clarissa Perea haciendo alarde de su bella trigueñería y dulce voz nos dijo: “Aunque pasen años de terrible ausencia, no habrá diferencia en mi puro amor”.
El acto fue una narrativa de la vida de los puertorriqueños en Nueva York mediante la pluma de don Pedro Flores: “Yo no sé nada, yo llegué ahora mismo”, “Hay un chisme que en barrio va corriendo”, “Vengo a decirle adiós a los muchachos”, “Perdón vida de mi vida”, “Desde que yo te vi, te quiero tanto”, “Yo quisiera saber que yo te he hecho”.
Mayagüez fue prolífero en buenos compositores en esos años. Cuando escuchamos “Olvídame, yo bien sé que no puedes, no puedes quererme, olvídame” “¡Oh mañana celestial! durmiendo están las estrellas, la luna duerme con ellas y el sol se quiere asomar” pensamos en uno de los más grandes compositores puertorriqueños de todos los tiempos, Roberto Cole. Hijo de otra distinguida familia de músicos de Mayagüez, fue músico destacado de la famosa orquesta de Rafael Muñoz.
Mon Rivera fue un extraordinario creador fuera de serie y un gran ser humano. Junto a Canario y el músico cayeyano Cesar Concepción llevaron la plena a los salones de baile de nuestro país, sacándola del olvido en que se encontraba. Revolucionó la plena con sus composiciones. “¿Alou, quien ñama?”, “Yo no juego field lo que juego es catcher del Mayagüez”, “Yo vi a Dolores, Concha y Elena en la esquina del Dulce Coco bailando plena” y otros.
Benjamín Cole, hermano de Roberto fue un destacado compositor, locutor, cantante y alcalde de Mayagüez por muchos años. Nos dejó canciones como “Hoy siento una inmensa nostalgia, hoy vivo la pena de verme sin ti”, “Sé que quieres volver porque no eres dichosa sin mí”.
Miguel A. Maymón, nos manifestó su gran espiritualidad artística cuando nos dice “Ensueño que tuvo mi mente maléfica hora, extraña visión de unos ojos de negro mirar! locura, locura!” “Te adoro qué más quieres saber, qué más puedo decirte”.
William Manzano es más recordado como director de orquesta que como compositor. Sin embargo, nos ofreció muy bellas canciones. Recuerdo “Fuiste la esperanza de mis ilusiones, pero te marchaste sin esos anhelos poder realizar”.
A Gilbert Mamery generalmente lo asociamos con la locución, pero es en realidad un inmenso creador de composiciones realmente bellas. Recuerdo “Por esos ojos claros y serenos, por esos ojos verdes como el mar, ojos que dicen tantas cosas lindas, que evocan belleza, dan ansias de amar”.
Carlos Simón, fue hijo de una destacada familia de músicos mayagüezanos. Tiene dos canciones que son extraordinarias joyas de la sensibilidad humana. Nos dejó “De mis sueños de ayer, solo quedas tú” “Indiana, desde el día que te vi con loco frenesí, una inmensa pasión”. Ambas fueron grabadas por el destacado tenor mejicano Juan Albizu con la Banda Municipal de la ciudad de Méjico, DF. Indiana es la primera canción indigenista puertorriqueña, quizás la única.
El Dr. Jaime Reteguis, caborrojeño-mayagüezano, fue un destacado saxofonista de la orquesta de William Manzano e inspirado compositor. De él recordamos “Del cielo bajaron dos estrellas y encendieron luz a ella y se fueron sin curar mi mal”.
El dominico-mayagüezano Samuel Herrera, en su Risa Loca nos cantó “Cuando todo lo creía perdido en la vida, cuando por el mundo andaba ya sin ilusión, cuando por el corazón apenas casi latía”.
A principio de los años 40 fueron muy populares salones de baile como el Mayagüez Shooting Club, El Club de Oficinistas, el Club Mayagüezano, Los jardines, Angélica y otros. Desapareció el Casino Español y permanecieron algunos clubes de “artesanos”. Estas organizaciones fueron fuentes de trabajo para nuestras orquestas. Surgió un gran entusiasmo hacia el baile. Había bailadores como Aníbal Vázquez y más tarde Vitín Arce, verdaderos estilistas de este arte. La gente bailaba boleros, danzas, danzones, pasodobles, corridos mejicanos, guarachas, mambos, la bomba y la plena; estas últimas rescatadas de la marginación social en que habían estado. Fueron muy populares boleros como Nosotros, Que te vaya bien, Acurrucadita, Bésame mucho, Obsesión, Cuídame, Piénsalo bien, Sin un amor, Quejas del alma, entre otros. La gente sabía bailar de todo.
Mayagüez produjo muy buenos cantantes en nuestros tiempos. Eran ídolos en aquellos días Vitín Avilés, quien grabó con Miguelito Miranda y su orquesta, su éxito La Televisión y con Xavier Cugat un LP de merengues que fue un gran éxito.
Santitos Colón, como hoy, era el estilista del bolero, realizó magníficas grabaciones con Tito Puente y su orquesta y otras igualmente famosas.
Panchito Minguela fue y es un excelente cantante de la llamada “media voz”. Se fue para San Juan donde se unió a la extraordinaria Orquesta de Rafael González Peña, muy popular en esos tiempos. Con esta orquesta grabó de Gilbert Mamery su bello bolero, Por Tus Ojos. Regresó a Mayagüez, donde formó parte de la orquesta del caborrojeño-mayagüezano Celso Torres (1947).
Israel (Shorty) Castro, el popular libretista y comediante de nuestra televisión, fue cantante de la orquesta Happy Hills de San Germán y la de William Manzano. Con la Happy Hills grabó la plena Pa' Cabo Rojo.
Otros cantantes de esos tiempos fueron Frank Soufront, Jackie Carrión, Arsenio Castro y Gilberto Monroig con la orquesta de William Manzano. Con la orquesta Fiesta, dirigida por Abdías Villalonga y Rafael Torres Silva, se distinguió Ermelindo Cardona. José Luis Moneró, Felipe Irizarry y Santitos Colón fueron distinguidos cantantes de la orquesta de Frank Madera.
Tuve el privilegio de pertenecer a ese grupo de amigos cantantes de nuestro tiempo. Participe activamente con la Orquesta Anacaona de Abdías Villalonga junto a Hilda Siurano, Julita Ross y Nilo Pagán. También fui miembro de las orquestas Les Cavalliers de Francisco Carballo, la Happy Hills de San German y los combos Savoy y Zombie.
Es notable el hecho de que hasta la década de los años 30, las orquestas del país se identificaban con nombres en inglés, así en Mayagüez teníamos la Jolly Kings, la Western Serenaders y la Gay Colleginny. Para los años 30 influyó mucho en nuestra música popular las grandes bandas norteamericanas. Para los años 40 la situación cambia y comienzan a identificar las orquestas con los nombres de sus directores.
Mayagüez fue una ciudad de gran prestigio cultural y político en tiempos pasados. Era lugar de reunión de distinguidos intelectuales. Luis Llorens Torres, quien profesaba gran afecto y simpatía hacia nuestra ciudad, la visitaba con frecuencia. Me lo imaginé parado en las famosas Cuatro Esquinas (intersección de las calles Méndez Vigo y Peral) recogiendo estampas de la vida cotidiana de nuestro pueblo para derramarla en los versos de su bello poema Mayagüez sabe a Mangó. Fragmento: “En la calle Méndez Vigo / y en la plaza de Colón / en el muchacho que corre / y en el errante pregón, /en el mendigo que pide / una limosna por Dios, /en la guagua que va lenta /y el auto que va veloz, /en la hembra de paso fino /y el mozo pasitrotón / en la escuela, en el teatro / y en la acera y en el balcón, / en las mil voces que parlan / como en una sola voz, / y en los ojos que miran / en la urbana procesión / y en las mil bocas que den, / Mayagüez sabe a mango”.
He recogido en estas lineas algunas de mis vivencias, nebuladas por el paso de los años, pero aferradas al corazón, como algo que es parte de mi propio ser.
* Este artículo salió publicado originalmente en la Revista de la Universidad de América en mayo de 1993. Alberto Cordero Albino era, al momento de escribir este artículo, profesor de Comunicación en la Universidad de América y músico activo.