A través de la mirada de Jane Goodall
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- por Delvis Griselle Ortiz
La etóloga inglesa Jane Goodall vino a Mayagüez para compartir con estudiantes y otros interesados detalles de su histórica convivencia con los chimpancés en África y los revolucionarios resultados de medio siglo de investigación científica sobre estos primates. Con sus propias manos sembró una mata de plátano en el jardín de la Casa Solar en el Colegio y luego besó las hojas de la planta, movida por la necesidad de dejar su energía y llevarse la nuestra de vuelta a la selva.
“Siento la necesidad de llenarme de la energía de la tierra y de la planta y de dejar aquí la mía”, dijo a mayaguezsabeamango.com en lo que fue su único intercambio con periodistas. La investigadora no concedió entrevistas a ningún medio.
Goodall, quien cuenta con más de cincuenta años de estudio y trabajo principalmente sobre la conducta y vida social de los chimpancés, nos acercó su forma peculiar de observar la vida y con ello nos permitió mirar profundamente la suya.
Interesada desde la niñez en el comportamiento de los primates, Jane Goodall aprovechó cada oportunidad en el camino para hacer su sueño realidad. Viajar a África para observarlos.
Sus hallazgos provocaron y obligaron una mirada científica distinta. Hasta ese momento la ciencia observaba a los chimpancés como una especie muy inferior y se les estudiaba clasificándoles por números.
Nombres no números
Jane tenía su oído en tierra, sabía que había que mirar a profundidad y con humanidad. Esa mirada cambió para siempre las reglas del juego.
Jane empezó por descubrir que los chimpancés son capaces de construir herramientas y usarlas para alcanzar hormigas que forman parte de su dieta. A partir de ese hallazgo y partiendo de su mirada, siguieron muchos otros descubrimientos que llevaron a la conclusión de que existe una irrefutable similitud entre la vida y destrezas sociales de los humanos y los primates. Es un hecho, según manifestó, que el cerebro humano y el de los primates son prácticamente idénticos. Solo hay 1% de diferencia.
Llamó la atención a la forma en que el ser humano ha despilfarrado y destruido especies y recursos haciendo la vida en el planeta cada vez más insegura e incierta.
“Hemos perdido sabiduría” sentenció Goodall y añadió: “deberíamos pensar como las decisiones que tomamos hoy, afectarán las futuras generaciones”.
La importancia del medioambiente
Y es que tras muchos años dedicados a su trabajo científico en la selva, se dio cuenta de que tenía que salir de ella. Tenía una nueva misión y esa misión era viajar por el mundo como activista y proteccionista de los recursos de este planeta que se caracteriza hoy día por el abuso y la inconciencia.
Con estas palabras contundentes Jane nos abre la puerta para ver la importancia de su existencia y nos ofrece la gran lección del poder que reside en una sola persona.
Esta mujer de figura delicada y aspecto frugal, ha movido al mundo científico y a las personas en la dirección de su mirada. Jane Goodall ha entendido con su vida que todo está interconectado, que no hay tal cosa como el ser humano en un lado y la naturaleza como algo aparte, sino que el ser humano es parte de la naturaleza.
“¿Cómo es que estamos destruyendo la única casa que tenemos? Pregunta Jane, refiriéndose al planeta Tierra y luego explica que la razón es “la desconexión entre el corazón y el intelecto”. Según ella, esa desconexión anula la capacidad de amor y compasión que existe en la humanidad de forma inherente.
Con tono suave pero firme afirma: “cada uno de ustedes tiene un espíritu indomable, cambiemos el mundo”. Y es que lejos de sentirse frustrada con el curso de la conducta humana, prefiere ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Tiene esperanza y se afianza en que si tomamos conciencia lograremos grandes cambios, por eso dice no pasa más de tres semanas en ninguna parte pues quiere que su mensaje llegue a la mayor cantidad de personas.
Impresionan sus relatos sobre la relación con su madre. Gracias a que esta vio con claridad que su hija Jane tenía un sueño por lograr y una misión que cumplir, se dio a la tarea de protegerla y empujarla en la dirección de alcanzar sus metas. Si magnífica es la labor de Jane, grandiosa es la de su madre.
Fue hermoso ser testigo de cómo las palabras de Jane, tocaron el corazón de esa audiencia que la aplaudió delirante al terminar la conferencia.
Goodall en mí
Para mí la experiencia fue un rayo de luz directo al corazón.
Jane Goodall llegó a mi vida a temprana edad. Su libro “My friends The Wild Chimpanzees” era parte de nuestra biblioteca. Nos acompañó y nos cautivó desde entonces. Mi hermana y yo quedamos perplejas cuando coincidimos con ella en un viaje a Nueva York y tuvimos una hermosa muestra de su ternura, sencillez y conciencia del contacto humano aunque sea por breves minutos.
Por eso cuando supe que estaría en Mayagüez, mi ciudad natal tuve que reunir a mi familia y llegar allí para disfrutar de su enriquecedora experiencia.
A Jane hay que mirarla como ella mira, con profunda atención, con aprecio, con respeto, con admiración. Su gesta es esperanza para la humanidad. Ella es el ejemplo del poder que reside en una persona y que solo basta con decidir ponerse en marcha y activar ese poder para el bien común.
Todos nacemos con una misión, pero no siempre despertamos a ella. Jane Goodall nos dedica su mirada fija y con ella insiste en que miremos y observemos para despertar, para hacernos responsables, para trabajar de forma responsable por lograr la sana convivencia y un planeta sustentable.
Despertemos pues y emulemos su ejemplo. Hay mucho camino por andar.