David Ortiz Angleró
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- por José Enrique Ayoroa Santaliz
A poco más de un año de la desaparición del mayagüezano David Ortiz Angleró, reproducimos para honrar su memoria la palabras que pronunció, el 10 de diciembre de 2003, en la presentación de uno de sus discos, José Enrique Ayoroa Santaliz. Estas palabras fueron publicadas posteriormente en la revista La Canción Popular.*
El trovador, en su origen, era un poeta provenzal de la Edad Media, autor de la letra y la música de las canciones que cantaba y de los poemas que declamaba de manera itinerante. Al igual que el trovador, el juglar también iba divulgando poemas y canciones, pero a diferencia del trovador no eran de su propia autoría; eran obras ajenas las que interpretaba. La Provenza era una antigua provincia de Francia ubicada entre lo que fue el Delfinado y los límites de los Alpes y el Mediterráneo. Ahí, en la Galia, se asentó la primera colonia romana, que fue notable por sus expresiones culturales. La poesía trovadoresca, nacida en la Provenza, floreció desde el Siglo XI hasta el Siglo XIV y, además de su influencia sobre la literatura, influyó poderosamente en el refinamiento de las costumbres caballerescas, en el modo de ser y de actuar de sus intérpretes y de sus admiradores.
Esa tradición de los trovadores y juglares provenzales llegó hasta el Siglo XX y algo de ella, aunque transformada o ambientada, llega hasta nuestros días. Recuerdo amorosamente algunas y algunos de aquellos declamadores itinerantes que recorrían la América que se comunica en español, la América nuestra, viviendo del honroso ejercicio de su profesión de declamadores. Una de las más destacadas declamadoras itinerantes que recuerdo fue Berta Singerman, quien nació en Rusia y se crió y se educó en Buenos Aires. Se le consideraba la recitadora más famosa de habla castellana.
De igual jerarquía y, como la Singerman también una viajera incansable, fue la española Carola Yonmar. En la última visita a Puerto Rico de Carola Yonmar, de la que yo tengo memoria, en febrero del año 1957, se presentó ante el estudiantado de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, en la Plazoleta Valdés, que entonces era el salón de actos de nuestra Alma Mater. Hay una fotografía suya, en plena actuación, en el Anuario Agnus de la Pontificia Universidad Católica, del año 1957. En esa fotografía está vestida a la manera de una bailarina andaluza, con mantón de Manila, una bonita peineta e impresionantes zarcillos. Conservo un ejemplar de ese Anuario donde está esa fotografía.
Otro de esos caminantes de la poesía que nos visitó y actuó en Puerto Rico durante muchos años, fue el dominicano Enrique Torres Solares. Mi preferido de entre esos declamadores trashumantes que nos visitaban cíclicamente era el argentino, radicado en la Península de Yucatán, en Méjico, llamado Mauricio Sol. Su mote artístico o nombre profesional era Un Juglar de Ahora. Lo era, en efecto, entre otras razones por el refinamiento de las costumbres caballerescas que le caracterizaban, finas costumbres que ejemplarizaron sus antecesores provenzales durante los Siglos del XI al XIV. La pulcritud y el buen gusto con que vestía Don Mauricio, sus gestos y ademanes exquisitos, su dicción impecable, su caballerosidad a toda prueba y el gusto inteligente y refinado con que escogía su repertorio de poemas. Visitaba a Puerto Rico en ciclos de a cinco años. Todas las veces que visitaba a Puerto Rico permanecía en la ciudad de Ponce por alrededor de un mes, hacía recitales en las salas de nuestra alta cultura, y presentaba programas radiales nocturnos durante cada una de las noches de su estancia en la ciudad. Tuve el honor de conocerlo. Más aun, puedo decir con verdad y con sano orgullo que fui su amigo.
A lo largo del Siglo XX, estos declamadores profesionales, además de sus presentaciones personales, naturalmente, divulgaban su obra a través del disco y muy especialmente a través de la radio. En lo que respecta a la radio, Don José Luis Torregrosa, en su libro Historia de la Radio en Puerto Rico, nos dice lo siguiente: “Eran muchos los programas ‘poéticos’ que se transmitían por las emisora de radio. Por WIAC, Roberto Pérez Navarro presentaba dos programas de versos: Invitación al Romance, y Poemario Vespertino. Rafael H. Benítez tuvo a su cargo, por WIAC, uno titulado Entre Tú y Yo. Manuel Pérez Durán transmitía un hermoso programa de versos por WAPA; José A recitaba en el programa WIPR. Por los micrófonos de WIBS, Herdy Yumar recitaba versos en José Manuel Álvarez y hacían por la misma emisora, a las 5 y media de la tarde, en el programa Romance al atardecer.
“Por muchos años por WKAQ, el programa de versos Hora Poética los domingos por la tarde. Estaba a cargo de Carlos Manuel Castillo. Pura Norma Suárez y Gloria Burgos transmitían programas de versos por las emisoras de Caguas, WVJP y WIRA. Y Carmen Aguiló hacía lo propio por la WXRF, de Guayama. La WKVM, de Arecibo, transmitía el programa Música y Poesía, a las 10 de la mañana. La WPVP de Mayagüez, ofrecía su programa Álbum Poético, a las 4 y media de la tarde. Gozaban de gran popularidad, tanto entre niños como entre adultos, los poemas negroides que recitaba Juan Boria, en Radio Revista Sabatina.
En programas misceláneos, como Tribuna del Arte y Revista Sabatina, con bastante frecuencia, se recitaban poemas. Por WKAQ, en el programa El Alma de la Canción Poldín Santiago Lavandero ofrecía sus interpretaciones de poemas relacionados con las canciones que se brindaban. Señalaba el Doctor Rodríguez-Bou que, en los 50, mermó la cantidad de programas poéticos que se transmitían por la radio.
No obstante, muchos sobrevivieron. Y mientras José Antonio Torres Martinó lo hacía por WIPR, Vilma Carbia y Emilio Medrano recitaban por WAPA.
“Un joven actor y magnífico locutor, hombre de gran sensibilidad, y eterno enamorado de las cosas bellas, Rafael Benliza, recitaba versos por WNEL, en el programa Charlas y Melodías. Y la WIBS presentaba al poeta Ángel Jiménez Lugo, en el programa Todo en Verso. Otras emisoras, de Ponce, Mayagüez y Fajardo, presentaban también programas de poesía.”
Igualmente se dieron a conocer como buenos declamadores a través de la radio mi hermano Torio Torres Martinó, Braulio Castillo padre, Raúl Carbonell padre, Juan Llibre, Juan Boria, Camilo Fraticelli, Ricardo Palmerola, Orlando Rodríguez, Manuel Pérez Durán, Rey Francisco Quiñones, Ulises Brenes, Vilma Carbia, Leopoldo Santiago Lavandero, Ricardo Fábregas, Pedro Zervigón, Jacobo Morales, Julio Torresoto, Samuel Molina, Raúl Dávila, Raquel Montero, Sonia Vivas, Marilyn Pupo, Juan González, el cubano Héctor Sánchez Marín, quien se radicó en Ponce, y los ponceños Domingo Piazza, Ángel Ramos, Pellín Tarrats y Yari Pagán, estos últimos a través de Radio WISO, aunque en distintos momentos de nuestra Historia.
Del extranjero, nos llegaban magníficos discos de larga duración de declamadores, tales como los cubanos Alberto González Rubio, que era excelente, y Luis Carbonell, el mejicano Manuel Bernard, también buenísimo, el también cubano Raúl Guerrero, el español Miguel Herrero, el venezolano Luis Felipe Tovar, el peruano Nicomedes Santa Cruz, los argentinos el Indio Duarte y Héctor Gagliardi.
En lo que respecta al disco de larga duración, en Puerto Rico grabaron Toño Torres Martinó, Leopoldo Santiago Lavandero, Braulio Castillo padre, Jacobo Morales, Juan Llibre, Glauco del Mar, Juan Boria, Manuel Pérez Durán, Brunilda García y Joaquín Collazo, el argentino radicado en Puerto Rico Alcides Dorado, el poeta nacional Don Juan Antonio Corretjer, Rey Francisco Quiñones, Ricardo Fábregas, Raquel Montero, Manuel Rivera Cátala y Miguel Ángel Suárez, entre otros.
Magníficos declamadores también han sido Luis Torres Nadal, Rey Francisco Quiñones, Pedro Zervigón, Carlos de Sevilla ‘El Payador’, Piri Fernández de Lewis, la dominicana Maricusa Ornes, Jaime Ruiz Escobar, Julio Axel Landrón, Iris Martínez, Luz Minerva Rodríguez, Johanna Rosaly, Elia Enid Cadilla, Idalia Pérez Garay, Rafael Bartolomei, Alcides Dorado, Manuel Rivera Cátala, Miguel Angel Suárez, Awilda Carbia, Braulio Castillo padre, Julio Torresoto, Héctor Sánchez Marín, Juan Boria, Pepe Castillo, Cordelia González, mi primo Pedrito Santaliz y los ponceños Carmen Inés Rivera, David Santiago y Juan Ramón ‘Juana’ Domínguez ‘El Trigo del Verso Negro’. El más diestro y el más consecuente cultor de la declamación en el disco, en la radio, y en exquisitas presentaciones profesionales, es mi hermano David Ortiz Angleró.
El jueves 3 de marzo de 1983, el diario El Reportero me hizo el honor de publicarme una columna periodística titulada La Sombra de una Huella. Digo en parte en esa columna: “Más, he aquí que mi valorado amigo David Ortiz Angleró, elucubraba (yo no estaba enterado de ello) una idea superior, con la decidida colaboración de la emprendedora Laura Ríos…” El documental fílmico titulado La Sombra de Una Huella es un homenaje que merece el Viejo San Juan, y se estará proyectando, incidentalmente, esta semana, en una de las salas de Cine Arte, en la Capital. Es una obra simple en su estructura. Una cámara amorosa, sensual, orientada por Alfonso Beato, un virtuoso de la fotografía cinematográfica, brasileño, ya consagrado internacionalmente, recorre rincones íntimos del Viejo San Juan, deteniéndose, sosegada y curiosa, en sus más íntimos detalles, mientras David, con su voz, su dicción y su sentimiento, únicos, va compartiendo textos de (los poetas) Antonio Nicolás Blanco, Evaristo Ribera Chevremont, Pedro Salinas, José Santos Chocano, de su propia creación, y de la de Laura, entre otros tantos otros, metamorfoseando la historia en poesía, como acertadamente señalara don Francisco Matos Paoli.
Al conjuro de la música rescatada, preservada, y creada por Amaury Veray, van cobrando vida, y comienzan a confiarnos su historia antiguas fortificaciones fortalezas, prisiones, calabozos, piezas de artillería, adoquines, faroles, quinqués, lúgubres y retorcidos callejones, capiteles, cornisas, soles truncos, aldabones, bisagras, resaltos, ajas, balaustradas, arcos, tinajas, claustros, templos, mosaicos, estatuas, artesanías, monumentos, sepulcros, nichos, cantos gregorianos, y el continuo embate del mar, y del recuerdo, en un viaje por el alma de las estructuras más antiguas del Viejo San Juan.
“La Sombra de una Huella es una obra que no se puede contar”. “¿Una obra?” Digo mal. “Puede ser tantas obras como cuantas personas la experimentan. Cada espectador la protagoniza.”
Al año siguiente, específicamente el jueves 12 de enero de 1984, el mismo diario El Reportero me publicó una columna periodística titulada Un Nuevo Disco de Poesía.
En parte, digo en aquel trabajo del año 1984: “Acaba de salir un nuevo disco de larga duración, de poesías puertorriqueñas, declamadas por David Ortiz. Es una producción de su hermano, Omar, para Yagumbro Fílmico. Lo musicalizan Tony Croatto (siempre tan disponible), y René Molina, hijo.” “Se titula El Tiempo Recobrado”.
“Nuestro pueblo sabe que la voz de David es única. Lo es también su sensibilidad. Este disco es una fina experiencia estética”.
“Habrá de estimular mayor curiosidad por la poesía entre más puertorriqueños, y constituirá un nexo adicional para con las generaciones futuras. Es una lástima que ya prácticamente no se graben discos de poesía. Es un hecho generalmente aceptado el que la mayoría de los puertorriqueños (no empece los esperanzadores adelantos que se van logrando), no son aún aficionados al libro. Más aún, que cuando tienen acceso a un buen poemario, no siempre lo saben leer con la dicción, entonación y el ritmo correctos como para apreciarlo en todo su valor.” “El disco ha ayudado a divulgar a muchos de nuestros poetas y su obra, gracias a la musicalizan que se hizo, durante las pasadas dos décadas, sobre todo, de algunas de sus obras más representativas.”
En el año 1985, viví en Ponce una de las veladas artísticas más impresionantes de toda mi existencia, y David fue uno de sus coprotagonistas. Con el objeto último de recaudar fondos para el Semanario Claridad, organizamos en el Teatro La Perla un recital de declamación en el que algunos de las mejores declamadoras y declamadores del país recitaron sus poemas preferidos, “sus-caballitos-de-batalla” les llamábamos; los poemas que ellos declamaban frecuentemente por el mero placer de hacerlo. Participaron Luz Minera Rodríguez, Claribel Medina, Jaime Ruiz Escobar, Miguel Angel Suárez, Pedro Zervigón y David Ortiz Angleró acompañados a la guitarra por el Maestro Ernesto Cordero.
Se lo dedicamos a la ponceña Doña Consuelo Lee Tapia de Corretjer, quien estuvo con nosotros en el teatro y en su momento subió al escenario a coprotagonizar con Miguel Angel Suárez la declamación del monumental poema Distancias, que le dedicó a ella su esposo, el poeta nacional Juan Antonio Corretjer. El fondo musical lo aportó el consagrado guitarrista y compositor clásico puertorriqueño Ernesto Cordero.
Puesto que se llevó a cabo la noche anterior al Día de las Madres, lo titulamos En vísperas del amor, un verso para ti, madre. Fue una noche única, sublime, inolvidable, de la que únicamente disfrutó la ciudad de Ponce, puesto que jamás se volvió a presentar en ningún otro lugar.
En preparación para este acto de presentación de su más reciente cedé, que llevo a cabo en este momento, le pedí a David que nos refresque el recuerdo con detalle fino respecto de la sucesión de discos de declamación que ha dado a la luz pública durante los pasados, digamos, veinte y tantos años. A nuestro ruego, David nos relata su siempre consecuente trayectoria de declamación en discos, desde el comienzo de la década de los años ochenta hasta el presente, del modo que sigue: “En la conmemoración del centenario de José De Diego, Ricardo Alegría, Director Ejecutivo de Instituto de Cultura Puertorriqueña, me encomendó una grabación sobre la poesía del poeta. Conquisté a Amaury Veray para que nos encargáramos de realizar lo que llamamos La voz poética de José De Diego. Amaury lo musicalizó y é1 ejecutó casi todas las piezas en el piano. En ese trabajo también participó la soprano Luisita Rodríguez, ya fenecida, y Federico Ríos en la flauta. Y Doña Elisa Tavárez interpretando al piano La marcha Redención y la danza Violeta ambas de su padre Manuel Gregorio Tavárez. Este trabajo se realizó en 1967. Luego en el 1981 realicé para Yagumbro Fílmico El Tiempo Recobrado una suerte de antología caprichosa, como dice un amigo. Estos dos trabajos están agotados. Para la conmemoración del 20 aniversario de la muerte de Pablo Neruda realicé el primer trabajo en el formato de disco digital, Confieso Que He Vivido: Memorias, también agotado. En 1998 Cien Años de Amor, para conmemorar el centenario del natalicio de José Antonio Dávila. Dos años después, Dos Creaturas de la Ternura, poesía de Julia de Burgos, con música de Silvia Rexach. En el año 2000, por invitación de mi amigo Alberto Cortez, realizamos Madres, poemas y canciones para la madre. En 2002 viene Tiempo de Amar, una antología con poemas de amor. Y ahora El Brindis del Bohemio.”
A través de la radio, del disco y en sus recurrentes presentaciones personales, David ha mantenido vivo en Puerto Rico el amor y el gusto por la poesía declamatoria. Tanto es ello así, que de conformidad con el más reciente sondeo de opinión pública y de audiencia radial, que hizo para WKAQ, Radio El Mundo, la Agencia Arbitrón, su programa de declamación titulado Tiempo de Amar, es el programa radial de mayor audiencia en toda la radio en Puerto Rico durante los domingos a las 6:00 de la tarde.
Esta larga, consecuente y fructífera trayectoria de la poesía declamatoria y sus intérpretes, nos trae desde la Provenza del Siglo XI hasta este cedé de David, titulado El Brindis del Bohemio, que tengo el honor de presentarles esta noche. En este cedé, David compendia trece de los poemas más representativos de la época navideña, obras de algunos de los más sobresalientes poetas de la lengua castellana de todos los tiempos.
Lo comienza con una nueva versión instrumental del Villancico Yaucano, de su carnal amigo y estrecho colaborador de tantos otros proyectos, Amaury Veray Torregrosa, con interesante arreglo y novedosa interpretación de Carlos Cruz.
En lo que respecta a la declamación como tal, el cedé comienza con el clásico de la despedida de año en Puerto Rico, El Brindis del Bohemio, de Guillermo Aguirre Fierro, que es el que le da nombre a todo el proyecto.
Escuchando este cedé, hice un viaje emocional en retrospectiva hasta los días de mi infancia y temprana juventud, en Isabela, cuando la declamación de algunos de estos poemas, como el propio Brindis del Bohemio, Balada de Nochebuena de Luis Lloréns Torres y Elegía de Reyes de Virgilio Dávila, estaban inextricablemente ligados a nuestra celebración de la Navidad.
En el Colegio San Antonio de mi pueblo, en el que estudié desde el primer grado hasta graduarme de Escuela Superior, esos tres se declamaban sin faltar, y se actuaban, en todas las representaciones artísticas escolares de la Navidad. ¡Qué bueno tenerlos en un solo proyecto, declamados por la voz, la dicción, el sentido del ritmo y la emotividad únicas de David Ortiz Angleró!
Los distintos poemas van siendo intercalados en este cedé entre seises campesinos, también arreglados por Carlos Cruz e interpretados por un conjunto típico encabezado por el cuatrista Daniel Andino. Incluye el seis costanero, el seis cagüeño, el seis mariyandá, el melancólico seis celinés, el bayamonés, y el llamado seis fajardeño, que realmente es ponceño. Como es sabido, su creador, el cantor terruñal ponceño Don Arturo Silvagnoli, lo llamó fajardeño en homenaje al filántropo, al mecenas, Don Mateo Fajardo, quien en la niñez del artista fue su apadrinador.
Como toda obra de David, este cedé está cuidado en todos sus detalles: bien seleccionados los poemas, adecuadamente complementados o ambientados musicalmente y magistralmente interpretados por el mejor declamador de Puerto Rico.
Con esta obra David ratifica, de paso, su lealtad en la amistad, el amigo leal que él es, actitud que también es en sí misma poética, al incorporar en este cedé a su consecuente colaborador de tantos y tantos proyectos, Amaury Veray Torregrosa, ya fallecido. Es poesía la realidad, la vivencia de que sólo muere lo que se olvida.
Los poemas que podemos llamar clásicos están muy bien acompañados por otros de menor difusión hasta ahora, tales como El Día de los Reyes, del pepiniano Juan Avilés, La Misa del Coquí, del publicista y poeta Ulises Cadilla, y Angelito, del cantor terruñal y folklorista fajardeño, Joaquín Mouliert, El Pitirre Fajardeño. ¡Recomiendo este cedé de manera enfática e incondicional! Este cedé es una joya artística.
* David Ortiz Angleró. Ayoroa Santaliz, José Enrique. La canción popular, año 18, núm. 19; 2004.