El pulguero de Mayagüez, muestra genuina de la necesidad humana de intercambiar
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- por Delvis Griselle Ortiz para MSAM
“Entre los seres humanos, hasta los talentos más dispares son mutuamente útiles; los distintos productos de sus respectivas habilidades, debido a la disposición general de trocar, permutar e intercambiar, confluyen por así decirlo en un fondo común mediante el cual cada persona puede comprar cualquier parte que necesite del producto del talento de otras personas.” Adam Smith.
Los mercados de pulgas existen en todas partes del mundo. Son una muestra espontánea de la necesidad inherente que tiene el ser humano de intercambiar. De esta forma cita a Adam Smith padre de la economía, el economista José Alameda.
Preguntado sobre la importancia y razón de ser del pulguero de Mayagüez, que ubica hace más de quince años cerca del malecón, el destacado economista explica que el ser humano siempre crea espacios espontáneos para el intercambio de bienes, ya sea por compra o trueque, debido al alto valor humano que manifiestan.
Señala que, “gracias al valor intrínsecamente humano, que provee el pulguero, se logra el intercambio económico”. Destacó además que ese intercambio humano y económico que se produce en los pulgueros es muy distinto al que se produce en un centro comercial porque en estos hay más distancia y rigurosidad en el entorno.
Recalcó que cada vez se hace más importante esta actividad, pues en la situación actual de la isla más personas buscan de manera informal su sustento. Estos espacios, sentenció, muestran claramente cómo vive la gente en sociedad y son de gran valor social, económico y cultural.
“Las relaciones humanas son más grandes que el intercambio comercial. ¿Cuánto vale la vida?” Cuestionó para luego afirmar que,” el valor de la vida es incalculable.”
Aseguró que los pulgueros siempre van a existir por esa necesidad imperiosa del ser humano de reunirse de forma natural y sin demasiada estructura.
Este análisis de Alameda pone en perspectiva la naturaleza de este mágico lugar en el que la vida vibra.
Aunque las cosas no están como empezaron, según la opinión de comerciantes asiduos al pulguero desde hace quince años, siempre hacen algún dinero. Para algunos el problema estriba básicamente en la crisis económica que afecta al país. Para otros, el aumento de comerciantes en el lugar ha generado muchos negocios que ofrecen mercancía igual o semejante lo que provoca mayor competencia y desventaja. Además, señalan que el advenimiento de más y más comerciantes en la calle, fuera de los predios del pulguero, también aumenta la competencia. Hay quien opina que los comerciantes que pueblan la acera aledaña a los terrenos del pulguero han establecido un espacio paralelo que también les afecta adversamente. No obstante, todos coexisten de forma pacífica. Cada uno en lo suyo.
Los retos del momento imponen mayores esfuerzos para cada comerciante, sin embargo, estos parecen afrontarlos con gran tesón, valentía y dignidad.
Cada domingo de madrugada se esfuerzan en el montaje y preparación de sus quioscos o mesas. Cada vez se observa más creatividad en la creación de sus ambientes con el propósito de atraer a su clientela.
Mientras tanto, cada domingo cientos de personas se dan cita en el lugar para buscar lo que necesitan o simplemente novelerear; para encontrarse con alguien de forma planificada o por casualidad; para compartir un cafecito o una gandinguita; para comprar una plantita, un alicate, un conejo o una gallinita. Ni hablar de los tesoros de objetos de segunda mano que puedes encontrar allí.
Es maravilloso ver como en ese encuentro informal, espontáneo, de poca estructura, que se da de forma natural, ordenada y en paz, ocurre ese intercambio económico que emplea a gente, da sustento a muchos y satisface las necesidades de adquirir productos de otros.