El terremoto de San Fermín de 1918
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- por mayaguezsabeamango.com
El 11 de octubre de 1918, a eso de las diez de la mañana, la Isla de Puerto Rico fue sacudida por un intenso terremoto. La intensidad de la sacudida, si bien se sintió en toda la Isla, fue más intensa en la parte oeste de Puerto Rico y, especialmente, en Mayagüez. La población despavorida se lanzó a la calle, ante el temor de ser sepultados los habitantes en sus casas y edificios de trabajo.
En el corto tiempo de la primera sacudida, se desplomaron casas y edificios de mampostería antiguos y también sufrieron, con escasas excepciones, los edificios modernos. Se calculó que en ese pequeño espacio de tiempo, un poco más de setecientas casas y edificios quedaron destruidos, fabricados de mampostería, ladrillos y hasta cemento; y en cuanto a las casas de madera, aunque fueron muy pocas las que se destruyeron, sufrieron graves averías.
Como una hora después de la primera sacudida, se lanzó la alarma por los que venían de la playa al pueblo, que el mar se estaba hinchando con manifiestos propósitos de invadir o anegar la Ciudad. Con tal motivo se desarrolló un pánico en la Ciudad y gran parte de la población creyó que estaría segura en el Cerro de Las Mesas por la altura que tiene y había que ver la peregrinación de hombres, mujeres y niños huyendo hacia el Cerro para evitar ser atrapados por el mar. Poco después la población se calmó al saber que la ola marina solo habla penetrado como 40 o 50 metros desde la orilla hacia dentro de la Ciudad. Esa pequeña ola, podemos decir, no causó daños personales, sólo mojó gran parte de las mercancías y alimentos que se averiaron y que se encontraban en los almacenes de la playa cerca del mar.
Aunque la intensidad de la primera sacudida había cesado, no obstante la tierra seguía temblando levemente lo que podía sentirse y esto consternaba a la población. Por la noche esos leves temblores de la tierra se fueron aumentando y durante toda la noche los temblores fueron tan fuertes, que la población se lanzó a la calle, durmiendo en los patios y en las calles y refugiándose en las casas de madera, que aunque temblaban y se movían como barcazas en un mar proceloso, no se desplomaban, como las casas de mampostería.
Todas las noches subsiguientes temblaba la tierra alarmantemente y como es natural, la población casi no dormía ante el temor de que se repitiera la sacudida seísmica como la primera. La Ciudad, con sus edificios y casas destruidas, sin luz se asemejaba a las ciudades Europeas destruidas en la guerra por las bombas y las balas. A todo esto, principalmente el vulgo, atemorizado, formaba procesiones con velas encendidas por las calles rezando en alta voz y lanzando plegarias al cielo pidiendo misericordia divina. Todo esto desde luego era peor e infundía temores nerviosidades a la población.
El 11 de Octubre, de la primera sacudida, fue un viernes; y cinco días más tarde, como a las doce de la noche, se repitió la sacudida tan intensa como la primera y la población abrigó el temor de que la Isla pudiera hundirse en el fondo de los mares. Aquella noche los habitantes que se habían refugiado en casas de madera cerca del mar, por Guanajibo, corrieron despavoridos hacia el centro de la Ciudad creyendo que otra ola marina ahogaría a toda la población.
Entre los edificios públicos destruidos por el terremoto se encontraban, el Cuartel de Infantería en el sitio que ahora existe un edificio nuevo fabricado para el correo por el Gobierno Federal de los Estados Unidos. La Aduana de dos pisos que fue edificada en tiempos de España y en el sitio se ha edificado por el Gobierno Federal una Aduana nueva de un solo piso. La casa consistorial o Municipio quedó inservible y tuvo luego que destruirse para edificar el nuevo consistorio que ahora tenemos. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana, perdió sus dos elegantes torres, y fue grandemente averiada, necesitando reparaciones que luego se hicieron.
Siguió temblando la tierra, especialmente durante la noche, y de cuando en cuando se producía una sacudida, pero fueron desapareciendo los temblores, aunque duraron como un año a partir del primer temblor, hasta que cesaron por completo.
Gestiones de los mayagüezanos ante la magnitud del desastre
El fenómeno seísmico produjo miedo y consternación a todas las clases sociales de Mayagüez. No era para menos. El movimiento terráqueo había destruido 700 casas de mampostería y más de mil de madera quedaron damnificadas. El pueblo en general tenía una gran incertidumbre y creía difícil que Mayagüez pudiera reconstruirse. Don José María Moreda y Cifuentes, un español generoso y altruista y amante de la Ciudad, invitó a los dirigentes de Mayagüez a su establecimiento de sombrerería sito en la esquina Este de la Plaza de Colón para tomar alguna medida que infundiera valor y esperanza a la ciudadanía. Los dirigentes, como un solo hombre, respondieron a la invitación y se reunió en dicho establecimiento un crecido número de caballeros representantes de las fuerzas vivas de la Ciudad. Con la mayor cooperación y comprensión resolvieron rápidamente formar, como formaron, una asociación que levantara un fondo de un millón de dólares para reconstruir los hogares y las casas de los pobres y de las personas de escasos recursos. Allí mismo se nombró la directiva de la asociación recayendo el nombramiento en los siguientes caballeros: Don Oscar F. Bravo, Presidente, Don José Moreda y Don Juan A. Monagas, como Vice Presidentes y Secretario el Lcdo. José Sabater. Se designó como Tesorero de la Asociación al American Colonial Bank. A la asociación se le puso el nombre en inglés por lo mismo que había de recurrir a los Estados Unidos para levantar los fondos. El nombre fue el siguiente: “The Western Porto Rico Rebuilding Association”.
Acto seguido en la misma reunión se nombró una comisión que habría de trasladarse a los Estados Unidos para llevar a cabo el objeto de la asociación, recayendo el nombramiento de dicha comisión en las siguientes personas: Senador Martín Travieso Jr., Lcdo. José Sabater y el periodista americano Clarence Ferguson.
El periódico local “Diario del Oeste”, de aquellos tiempos, se expresó de esta manera sobre el nombramiento de los directores de dicha Asociación. “Don Oscar F. Bravo, es persona de responsabilidad, de reconocida inteligencia, es Presidente y gerente de la Mayagüez Sugar Company y es conocido en el mundo de los negocios y particularmente como hombre de criterio, progresista, ilustrado y de prestigio, moralidad y honradez”. En cuanto a Don José Moreda, el mismo periódico se expresó en la siguiente forma: “José Moreda es conocido por todo Mayagüez, es el español más puertorriqueño que nos ha llegado de Asturias y quiere a Mayagüez más que muchos mayagüezanos; nos lo mandaron en una cajita de oro y debemos conservarle para siempre entre nosotros; es activo, emprendedor y ha prestado siempre sin titubeos su decidida y desinteresada ayuda para el progreso y bienestar de esta Ciudad.
La comisión se trasladó a Nueva York, y allí se les unió el Presidente de la asociación, consiguiendo enseguida que el entonces Presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, expidiera al Pueblo Americano, la siguiente alocución:
“Recomendación del Presidente Wilson:
El Hon. Martín Travieso Jr., el Sr. José Sabater y el Sr. Clarence Ferguson, son dirigentes en Puerto Rico. Son personas de buena reputación. El Sr. Travieso ha desempeñado el cargo de Secretario de Puerto Rico, y en el presente es Senador. La misión de estos caballeros de aliviar la desgracia de haber sido destruidas las casas y los hogares de los pobres y de las personas de medios moderados, como consecuencia del terremoto ocurrido en la Isla en 1918, ha de interesar, estoy seguro, al Pueblo Americano. Al recomendar la misión de estos caballeros, espero que nuestro Pueblo no olvidará, la labor de nuestros conciudadanos de Puerto Rico durante la guerra, suministrando soldados, comprando bonos y otras ayudas a los Aliados. Están tratando de establecer un fondo para reconstruir los hogares de las víctimas, y podemos confiar que cualesquiera fondos que se les entreguen, serán administrados de la mejor manera posible.
Woodrow Wilson”.
La Comisión gestionó una reunión con los magnates de las finanzas en la Ciudad de Nueva York y dicha reunión la describe el entonces Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington, Hon. Félix Córdova Dávila, por medio del cable que se publicó en la prensa del País y que transcrito, es como sigue:
“Washington, Noviembre, 1919.
Hon. Antonio R. Barceló
San Juan, P. R.
En un “lunch” celebrado en el Club Midday, el último lunes, al que asistieron veinte de los más prominentes hombres de negocios de Nueva York, y estando yo presente, el Senador Martín Travieso Jr. pronunció un discurso con referencia a la condición de los perjudicados por los temblores en nuestra Isla, haciendo una fuerte apelación al pueblo americano para que preste ayuda financiera. Después del discurso de Travieso, todos los presentes ofrecieron su ayuda en la campaña y endosaron planes para la reconstrucción de la región occidental de Puerto Rico.
La comida fue presidida por James H. Post, Presidente de las Refinerías Nacionales. Entre los presentes estaba Otto H. Khan, John E. Berwind, Frank Dillinghan, John Farr, Frank Welty, J. R. Brown, Luís Toro, Beekman Winthrop, K. Curtis, R. A. Cheney, Clarence E. Ferguson, José Sabater, y Mr. Turner, Editor del New York Herald.
Como resultado de este “lunch” la campaña para recolectar un millón de dólares en favor de Puerto Rico ha dado comienzo.
Félix Córdova Dávila.”
Se formó entonces un comité ejecutivo para recabar fondos y donativos y fue formado con todo éxito, encabezando el comité el ex presidente de los Estados Unidos William H. Taft. Se designó como tesorero The First National City Bank of New York. En cuanto empezó la campaña se reunieron prontamente en donativos la cantidad de noventa mil dólares cuya cantidad la comisión ordenó al depositario que la devolviera porque al regresar la comisión a Puerto Rico, Mayagüez, debido a la cosecha de café de ese año que fue abundantísima y como era un cultivo extendido entre todas las clases sociales, abundó el dinero y todas las clases, sin esperar la ayuda reconstruyeron a Mayaguez en un corto período de tiempo, demostrando una vez más los mayagüezanos que sabían luchar y triunfar contra las fatalidades y las adversidades.
* Tomado de "Historia de Mayagüez: 1760-1960", una publicación del Subcomité de la Historia de Mayagüez, constituido para la celebración del Bicentenario de la fundación de la ciudad, 1960. Este subcomité estaba compuesto por: José Sabater, Presidente, Regino Cabassa, Vice-presidente, Emilio Soler López, Vocal, Ricardo Sosa, Vocal y Emilio Forestier Gregory, Vocal.