El fatídico atractivo del oro
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- por Federico Cedó Alzamora, Historiador Oficial de Mayagüez
El fatídico atractivo del oro y la inefable fascinación hipnótica que el preciado metal ejercía sobre Cristóbal Colón, los hombres de su tiempo y los de todas las épocas, fue lo que llevó al descubridor a ignorar todos los demás puertos frente a los cuales navegó al bojear la costa norte de la Isla de San Juan Bautista, y lo que guió sus pasos directamente, “como si por camino conocido fuese”, hasta el más distante puerto en el poniente: la ensenada de Mayagüez donde le habrían indicado que lo encontraría.
Una de las principales motivaciones de Cristóbal Colón, además del ansia descubridora, fue su firme propósito de alcanzar las fabulosas riquezas de Cathay, (China) y Cipango (Japón) tan admirablemente descritas por el mercader, gran explorador, comandante de una galera veneciana e insigne narrador en literatura de viajes, Marco Polo (1254-1324) en su célebre Libro de las Maravillas del Mundo, quien había viajado por tierra siguiendo la milenaria ruta de la seda hasta el lejano Oriente y quien, tras haber estado diecisiete años en la corte del Gran Khan, había regresado a Venecia por la ruta de Malaca, la India, Ceilán y Persia.
En su Libro de las Maravillas, dictado por Marco Polo en dialecto franco-véneto en una prisión genovesa quedó descrito el lujo oriental de la corte del Gran Khan y las riquezas de la isla de Cipango, la actual Japón, una región de una supuesta fabulosa riqueza deslumbrante que, según él, atesoraba inimaginables riquezas y tenía oro en tal abundancia que habían construido palacios recubiertos de oro. Igualmente describió el mítico
Quersoneso Áureo, (Áurea Cheroneço) o Península del Oro. Colón soñaba con obtener esas riquezas, motivado no por un mero ánimo de lucro personal sino por el ideal de emplearlas en una nueva cruzada destinada a rescatar la Casa de Sión, o sea, los santos lugares en Jerusalén.
En el Libro de los Viajes de Marco Polo anotado por Cristóbal Colón, (Alianza Universal 1987) puede apreciarse cómo se trasluce el interés de Colón en el tema del oro en las siguientes anotaciones o apostillas hechas por él. “Donde hay oro en grandísima bundancia” (Cap. 46, segundo libro), “Grandísimos tesoros” (33.3.º), “Especias, perlas, piedras preciosas, paños de oro, marfil” (23, 1.º). Colón nunca se olvidó de ello, como lo demuestran las múltiples menciones y reiteradas alusiones a Cipango en sus escritos.
* Vea aquí en PDF la publicación completa del Lcdo. Federico Cedó.