Tertulia: el arte de la conversación

TertuliaEl añejo arte de tertuliar, herencia social de la Madre Patria, fue uno de los medios más eficaces para el enriquecimiento cultural de los pueblos. Sin embargo, de ellas sólo participaban los hombres.

Los atardeceres borinqueños servían de fondo al escenario bien de la plaza pública, la botica, el casino o la casa de huéspedes donde los caballeros vestidos de dril blanco y sombrero “prapra” sallan a ejercer el arte de conversar.

 

Las plazas de los pueblos se trasformaban en pequeños ateneos donde bajo algún árbol, se sentaban los tertuliantes en los incómodos bancos de hierro y madera, aunque en algunos pueblos existían sillones de alquiler. Los temas eran tan variados como los participantes. Allí se conversaba de política, medicina, teología, los asuntos del pueblo y no podía faltar último chisme pueblerino.

 

Escribió sobre este tema don José Arnaldo Meyners: “Atraídos por el prestigio y calidad de los que conversaban acudía a oírles, gente de toda condición. Allí estaba el limpiabotas y el vendedor ambulante y el aprendiz de comercio y el panadero.... Gente, ajena a veces hasta del dominio elemental del alfabeto, pero afanosa de saber’.

 

TertuliaLas tertulias para don Gustavo Ramírez de Arellano eran "fiestas del espíritu”. Y agregaba: “En un país como Puerto Rico, en donde las facilidades de estudio eran tan pobres, las tertulias en las boticas constituían un medio eficaz para enriquecer la cultura de las comunidades. Las opiniones aquí exteriorizadas, moldeaban la opinión pública y el pueblo casi podía vaticinar el desarrollo de los problemas que agitaban la conciencia puertorriqueña por los argumentos y conceptos, vertidos en estas reuniones”.

 

Otro típico lugar de tertulias era la casa de huéspedes. Las tertulias de sobremesa eran muy comunes en estas casas de hospedajes. Luego de la cena, no existiendo ni radio ni televisión, los huéspedes intercambiaban ideas diversas antes de retirarse a sus habitaciones. Muy castizas eran las tertulias en los casinos de los pueblos. Allí los señores, además de leer algún libro o periódico, compartían sus inquietudes intelectuales y cívicas, sin olvidar el último mundano chiste de pueblo. Las tertulias existían en todas las ciudades y pueblos de la isla, pero algunas de ellas quedaron grabadas en nuestros anales históricos “por los temas discutidos y el prestigio intelectual y político de los caballeros que concurrían a ellas”.

Luís Muñoz Rivera

Las tertulias, además de ser “fiestas del espíritu”, para mediados del siglo XIX fueron centros de política y conspiración. El Gobierno español en varias ocasiones condenó estas reuniones por considerarlas peligrosas para el Régimen. En 1860 cuando se hizo cargo del mando de la isla el General Rafael de Echagüe y Birmingham éste ordenó: ‘la disolución de una tertulia que se solía formar durante las primeras horas de la noche que tenía establecida don Tomás Babell en el frente sur de la Plaza Principal de San Juan, por el motivo de que entre los contertulios figuraban algunos individuos sospechosos”.

De mucha fama en la Capital fueron las celebradas en la Farmacia Guillermety. Sentados en sillas plegadizas formando un círculo y con una decoración de frascos de porcelanas y anaqueles de caoba se reunían los próceres de finales del siglo XIX y principios del corriente. Eran asiduos contertulios entre otros los señores: Luís Muñoz Rivera, Celso Barbosa, Tomás Blanco, Federico Degetau, Juan Hernández López, Francisco Mariano Quiñones, Fernández Juncos, Luís Rodríguez Cabrero y Fidel Guillermety. Comentaba don José Arnaldo Meyners años atrás. “De la última tertulia en el Viejo San Juan, en el centenario café de la Mallorquina, casi nadie se acuerda. Astol-paternal, tolerante y erudito, de esplendoroso ingenio, Llorens Torres, hilvanando epigramas con su característico cece tropical, Rafael Ferrer, maestro del humor fino y elegante, Lastra Charriez, incisivo y burlón.

 
San Germán

En la histórica villa sangermeña, llamado pueblo levantisco por Baldorioty y, por otro bastión de rebeldía, las tertulias entre conocidas figuras de letras y políticas abundaban.

Una de las tertulias más recordada por la historia de nuestro pueblo fue la acontecida luego de la Revolución de Lares en 1868 en casa de Bonocio Tío. Escribió la profesora Monserrate Deliz: “Antonio Ruiz Quiñones muy entusiasmado con la danza de Astol “La Borinqueña”, cuya letra comenzaba con “Bellísima trigueña, imagen del candor....”; “pidió a Virgilio Biaggi que la tocara al piano y a Lola Rodríguez, la esposa de Tío, que la cantara. La ilustre Lola, que para aquella época era una pólvora, encontró sosa la canción de Astol e improvisó otros versos. Los tiempos eran de fronda. De manera que al oír los tertúlianos cantar: “Despierta borinqueño, que han dado la señal! ¡Despierta de este sueño que es hora de luchar!”, se levantaron electrizados a corearla...”

Salvador TióFue la botica de Monagas punto de tertulias durante los de 1870 a 1885. Carmen Leila Cuevas escribía en 1969, Lola Rodríguez de Tío fue “la primera mujer en ejercer el derecho de expresión en la tertulia nocturna. Se impuso de los prejuicios existentes...” al asistir a esta tertulia. Además concurría a las tertulias en la Farmacia de Tomás Caro para 1890. Los miembros del Partido Conservador (1885) se reunían en la Farmacia de don Manuel Aldea Berenger y los ortodoxos, más tarde llamados republicanos, en la Farmacia de don Pepe Carlo. Es curioso que la juventud sangermeña también tuviera su lugar de tertulias en la Farmacia de don Emiliano Anaya.

 

Luego del cambio de soberanía la peña se instaló en la Farmacia Domínguez. Entre los tertúlianos se encontraban los señores Héctor Comolli, Frasco Gutiérrez, Miguel A. Ramírez, Juan N. Matos, Claudino Ramírez, Cornelio Irizarry, Pieve, Salvador Tió, Ramón Monjuí, Aníbal Comollo, Carlos Ramírez, Ulises Carlo, Nepomuceno Ramírez, Tomás Agrait, Emiliano Quiñones y Nolasco Gutiérrez.

 
Ponce

Como “Ponce es Ponce”, allí brillaron las tertulias a todo lo ancho y lo largo de la ciudad Señorial. Las reuniones de trasnochadores se efectuaban lo mismo en la plaza de las Delicias y Degetau. Entre los bohemios se encontraban Eustaquio Pujals, Rafael del Valle, Gaspar Scott, Paco Gautier... Ponce la ciudad elegante y arrogante: en ocasiones pueblerina y hasta cosmopolita, contaba con su casino de finos modales, danzones, danzas, lanceros y tertulias donde se comentaba desde las presentaciones en las tablas del Teatro La Perla hasta el último suceso local.

No podemos dejar de mencionar las tertulias en la Farmacia del Valle donde se reunían los líderes del movimiento autonomista. Antonio Gautier en Laureles de Ponce, comenta que fue en esa farmacia donde se tramó el famoso viaje a Saint Thomas y luego a Madrid del joven farmacéutico, Juan Arrillaga Roque en 1887. Como fruto de ese viaje fue destituido el gobernador Romualdo Palacios el 24 de diciembre de 1887, y liberados los puertorriqueños que se encontraban presos en el Morro. Sin embargo el señor Mariano Vidal Amstrong, coloca la trama contra Palacios, en el centro de arte y cultura conocido por los intelectuales de aquella época como, el Bazar Otero de don Olimpo Otero. Fue en esa peña donde se organizó la sociedad secreta “La Torre del Viejo”. El escritor Nemesio Canales escribe en Paliques, sobre el Club de Damas de Ponce: “las damas, se reúnen, se agrupan, se proveen de casa, en esa casa un hogar, y ese hogar hoy es el único refugio que en Ponce han encontrado los antiguos hábitos de sociabilidad y gusto por el arte y la cultura que una vez aquí brillaron”. Como podemos ver las damas ponceñas también cultivaban el arte de tertuliar.

 
Santiago PalmerMayagüez

El casino de Mayagüez desde 1874 se convirtió en escenario para estupendas tertulias, veladas lírico-literarias, conferencias y juegos florales. El Círculo Social fue un Ateneo para el oeste de la isla donde entre otros frecuentaban don Bonocio Tío, don Santiago R. Palmer, Dr. Mestre, don Manuel María Sama, don Luís Bravo, don Rafael Gauthier, don Carlos Monaga y muchas otras personas de gran cultura y educación. Otra sociedad de recreo de Mayagüez donde también existía otra peña, era el Centro Español.

Casino de MayagüezPara 1905 fue el tiempo de las tertulias en el establecimiento de Santiago Panzardi, situado en la Calle de la Candelaria esquina Basora. Fue éste un pionero en la venta de automóviles en Puerto Rico. Asistían a esa tertulia el doctor Francisco Llavat, Santiago Anzoategui, Valerio Altieri, Herman Cabassa, Enrique Matos, José Ramón Marín y José Ángel Fajardo. Durante los años veinte fue la peña del Cuarto de reflexiones de don Alejo Bravo el lugar de las tertulias mayagüezanas. Allí arreglaban el mundo, el doctor Edelmiro Cabán, Antonio Cabassa, Juan Rullán, Arturo Marín Alonso Aguilar y Adrián González. De gran recordación para los mayagüezanos fueron el Restaurante La Bolsa y La Palma que todavía en los años cincuenta eran lugares de reuniones y tertulias de toda la localidad.

 
Arecibo

Existía para 1868 una tertulia política en la Villa del Capitán Correa en la terraza de la fonda de don Antonio Guerrero donde un grupo de jóvenes se reunían clandestina-mente por las noches a conspirar contra el régimen español.

A principios de este siglo las tertulias arecibeñas se celebraban en el Hotel Covadonga de doña Elvira. Su espaciosa sala y antesala servía de lugar de conversación para sus huéspedes, viajantes de comercio y personas de la localidad.

Comenta en su libro “Perfiles arecibeños”, el Lic. Joaquín Lago Padín: “Era costumbre el salir a dar un paseo después de la cena no sólo para tomar el fresco sino también para charlar con los amigos. Con toda seguridad se dirigirían sus pasos a la acera norte de la Plaza donde ubicaba un lugar de reunión que ya es parte de la historia de Arecibo”. En el Café-Restaurante Baleares de la familia Orpi, había otra peña donde médicos, abogados industriales y banqueros se reunían para tener un intercambio de ideas. Una curiosidad arecibeña fueron “los sillones de Garcés”. Todas las noches para los años 30 el señor Garcés, alquilaba a un grupo de caballeros de la localidad unos cómodos sillones para su tertulia en la Plaza. Allí bajo cielo estrellado, una fresca brisa, hermosas flores y frondosos árboles, “formaban las tertulias la gente culta y destacada de la ciudad”, mientras el limpiabotas, el mensajero de alguna oficina, gente con poca instrucción se acercaban ávidos de escuchar y aprender.

 
Farmacia FerrariAguadilla

La Farmacia Rovira en la Villa del Ojo, propiedad de don Pedro Rovira era el lugar de tertuliar de los Conservadores. Allí a fines del siglo XIX los caballeros de la Villa se reunían al caer la tarde.

A principios de este siglo fue el Café de don Manuel García el lugar de encuentros vespertinos y tertulias. Concurrían entre otros: don Adrián del Valle, don Osvaldo Abril y don Paco Esteves. Luego la tertulia pasó a la Farmacia Torregrosa, “en la esquina de la Plaza, en el lado de la sombra. La acera era bien ancha....y la gente podía caminar por las calles tranquilamente, pues todavía no habían llegado los automóviles, se sacaban sillas fuera de la botica y desde las cinco de la tarde comenzaba la tertulia que por lo regular duraba hasta media noche con un intermedio para ir a comer. Puntos seguros en la tertulia era el Alcalde, el Médico, el Cura y el Boticario”. Así recordaba don Luís Raúl Esteves las Cosas de su pueblo. Durante los años “30, la tertulia vespertina era en la Farmacia Zamora, del Lic. José F. Zamora Rovira. Allí se reunían don Paco López, don Piti Acevedo, Lic. Augusto Reichard, Dr. Pedro Zamora, don Félix García, Dr. Julio (Tin) Fernández, don Higinio Ferreiras y el Rev. P. Gorostiza.

Años más tarde pasó la tertulia a la Farmacia Ferrari y luego al banco de la esquina sur de la Plaza. Allí discutían todos los asuntos importantes del pueblo: don Alberto Esteves; Lic. José Vargas, Registrador de la Propiedad, Lic. José Rafael Ferrari, don Bernabé Rodríguez, el Juez Mestre, don Rafael Reichard Sapia, historiador del pueblo; Lic. José L. Cancio, Dr. Gregorio Igartúa y otros.

Resumo estas páginas con una cita del periodista Clemente Pereda: “con la desaparición de las tertulias en Puerto Rico hemos perdido cien ateneos”.


 

* Este artículo de la doctora Haydée E. Reichard de Cancio apareció publicado en la revista "El Relicario".