Tamaño, porte y calado de los 17 buques de la real armada descubridora
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- por Federico Cedó Alzamora, Historiador Oficial de Mayagüez
El tamaño, porte y calado de los diecisiete buques de la real armada descubridora, en relación directa con la capacidad de los fondeaderos del poniente de la isla, revela significativamente que solamente la amplia, tranquila y bien resguardada ensenada de Mayagüez podía acogerlos, permitirles maniobrar, bornear y fondear con toda comodidad y con la seguridad necesaria.
De los cuatro viajes de descubrimiento y exploración que hizo Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, ninguno fue tan impresionante, espectacular y trascendente como su segundo viaje, en el curso del cual descubrió la isla de Boriquén, la cual bautizó con el nombre de San Juan Bautista, Santo patrono de Génova.
No se trató solamente de una expedición exploratoria, sino que tuvo un claro propósito colonizador para establecer una población cristiana permanente en el Nuevo Mundo y a tales efectos trajo todo tipo de animales, plantas y semillas en lo que debió ser conceptualmente reminiscente de la bíblica Arca de Noé. La segunda flota de las Indias fue una verdadera armada, la más grande reunida hasta entonces por el pujante reino de Castilla, compuesta por diecisiete naves entre las cuales hubo barcos que figuraron entre los más grandes del mundo. Aquellas diecisiete naves fueron La Marigalante, (Nao Capitana de la Armada), La Gallega, La Fraila, La Niña (o Santa Clara), La Pinta, La San Juan, La Cardera, La Gallarda, La Gutierre, La Bonial (o Bonuela), La Rodriga, La Triana, La Vieja,. La Prieta, La Colina, La Gorda y La Quintera.
El Descubridor, ya Almirante Mayor Vitalicio y Hereditario de la Mar Océana, Virrey y Gobernador General Perpetuo de Las Indias, se hizo nuevamente a la mar en el puerto de Cádiz el 25 de septiembre de 1493, esta vez también como Capitán General de dicha segunda flota de las Indias, al frente de una formidable armada castellana de diecisiete naves con mil quinientos hombres a bordo, entre los cuales había mil trescientos hombres de guerra, destacados militares, como Pedro de Margarit, Jefe Militar de la Expedición, Alonso de Ojeda, Ginés de Corvalán, Juan de Esquivel, Diego Velázquez y Juan Ponce de León, Juan Cerón, hombres de la Iglesia como el Vicario Apostólico fray Bernardo Boyl y doce sacerdotes a cargo de la vida espiritual, físicos como el Dr. Diego Álvarez Chanca, a cargo de la sanidad, cartógrafos, como Juan de la Cosa, con la misión de preparar un mapa de las tierras descubiertas y de las rutas marítimas para llegar a ellas, metalúrgicos, como Fermín Zedó, encargado de todo lo relacionado con el oro, su extracción y su pureza, administradores como Bernal Díaz de Pisa, Contador de la Armada, científicos, como fray Antonio de Marchena, astrónomo del Convento de La Rábida y fray Ramón Pané, el primer etnógrafo de América, Diego Colón, hermano del Descubridor y muchos otros. Esta segunda expedición se extendería durante casi tres años, pues no regresaría a Castilla hasta el 11 de junio de 1496.
El gran número, calado y los diferentes portes de las naves que integraron la real armada plantean unas serias consideraciones de espacio y maniobrabilidad que arrojan luz sobre el lugar donde fondearon en un puerto en un canal en el poniente de la Isla, pues obligaban al Almirante a usar singladuras claras y abiertas, que no comprometiesen la seguridad de la flota ni la disgregasen arriesgando su unidad. Igualmente, dichas consideraciones obligaban al Almirante a buscar fondeaderos amplios y con suficiente espacio para maniobrar y fondear independientemente diecisiete buques, atendiendo a los naturales requerimientos de espacio de cada nave para cualquier posible borneo, una vez fondeado, bajo los influjos y efectos del viento y de las corrientes marinas, pues el punto de fondeo debía ser buscado y seleccionado atendiendo al radio de posible borneo de la embarcación y a una distancia tal que durante un giro completo cada nave se mantuviese libre de obstáculos, de escollos o bajos, de la costa, y de otras embarcaciones ancladas en la más próxima vecindad.
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