La rebelión taína, crónica de una guerra negada

Inicialmente titulé esta ponencia: La rebelión taína, crónica de una guerra olvidada. Pero luego de una corta reflexión opté, una vez que comencé a escribirla, por el de La rebelión taína, crónica de una guerra negada.

Más que una guerra olvidada por la historia, la guerra entre taínos y españoles ha sido, a mi entender, un acontecimiento ignorado, menospreciado y en cierta manera desvalorizado, al punto de restarle su importancia y trascendencia, y por qué no decirlo, negándole su dignidad y su grandeza como un momento cumbre en nuestra historia de pueblo.

Hay quienes se refieren a ella como una serie de refriegas y escaramuzas de poca monta entre españoles e indios. Nada más lejos de la verdad y la magistral recreación que de la Batalla de Yahüeca ha logrado plasmar en el lienzo el artista ponceño Agustín Anavitate Cordero así lo demuestra.

Entre el 1922 y el 1947, exactamente un cuarto de siglo, el conocimiento básico que sobre nuestra temprana historia pre colonial tenía la juventud puertorriqueña provenía del libro Historia de Puerto Rico de Paul G. Miller, educador norteamericano que se desempeñó en nuestra isla como inspector y director de escuela y luego como Comisionado de Instrucción. De nuestros indios, decía Miller, que era un pueblo primitivo, que estaban muy atrasados en su modo de vivir y que aunque tenían buena memoria eran de facultades mentales inferiores, y esto último lo repite en dos ocasiones diferentes en su libro.

A la rebelión taína el libro de Miller le dedica tan solo tres páginas y la resume en cuatro escuetas oraciones: “Para activar el trabajo en las minas se hizo el repartimiento de los indios, lo que dio lugar a que éstos se rebelaran. Güaybaná formó un plan para la exterminación de los españoles. Los indios destruyeron el pueblo de Sotomayor. Ponce de León entonces organizó una campaña derrotando a los indios en el río Coayuco y en Yagüeca, actual jurisdicción de Añasco” (Miller 1947, p63).

Lamentablemente los textos y las imágenes del libro de Miller y también de muchos de los tradicionales textos de historia de Puerto Rico que se han utilizado en todos los niveles de nuestro sistema de educación, incluyendo el universitario, han sido determinantes en la manera en que todavía a estas alturas del siglo XXI un sector importante de nuestro pueblo percibe la naturaleza de nuestras sociedades originarias, así como el carácter de su lucha.

Pero hay que obligatoriamente reconocer los notables esfuerzos de distinguidos antropólogos, arqueólogos e historiadores de la segunda mitad y las postrimerías del siglo XX, como Ricardo Alegría, Eugenio Fernández Méndez, Jalil Sued Badillo, Francisco Moscoso, Luis Antonio Curet, José Oliver y Juan Manuel Delgado, por cambiar esa imagen tan distorsionada y negativa. A través de sus escritos se rescata el verdadero espíritu de su rebelión y su resistencia, así como de su sobrevivencia a través del tiempo. Y aclaro que menciono solo estos autores porque son los que en mayor medida han inspirado mi pensamiento y mi desempeño como arqueólogo y como investigador de estos temas.

Lo que cuenta Fernández de Oviedo fue por encargo de la Corona

Prácticamente todas las versiones e interpretaciones de la rebelión taina de 1511 están basadas en los escritos de Gonzalo Fernández de Oviedo, quien en 1532 fue contratado como cronista de Indias, para escribir la historia oficial de la conquista de América. Oviedo fue un español que vivió y estudió en Italia y viajó extensamente por el Mediterráneo, adquiriendo una vasta cultura de corte renacentista.

De su propio puño Oviedo nos advierte que el propósito principal de su vasta producción escrita era: el recontar los méritos de los conquistadores de estas partes, a quienes describe como buenos, valerosos, nobles, avisados, animosos y recios, entre otros adjetivos y halagos. Por otro lado a los indios los describe como naturalmente vagos y viciosos, melancólicos, cobardes, y en general gentes embusteras y holgazanas, idólatras, libidinosos, sodomitas y otros insultos y vejámenes similares. Ya podemos tener una idea de dónde Miller se inspira en su descripción de las características del indio taíno y de la razón de su grito de rebelión.

¿Qué nos dice la historia oficial, principalmente la de Oviedo sobre este levantamiento armado de 1511 y del cual el autor recibió información directa de algunos de sus participantes, incluyendo del propio Juan Ponce de León?: que los indios se rebelaron porque algunos de sus caciques como Agüeybaná, el segundo, a quien nosotros le llamamos “el bravo”, eran malos y crueles por naturaleza y le tenían mucho odio a los españoles; que además estaban siendo influenciados por los malvados caribes que le metían en la cabeza la idea de rebelarse; que para colmo eran ingratos y malagradecidos y que combatieron a los españoles a traición, mientras que los peninsulares eran por lo general valientes y osados al enfrentarse a los indios.

También nos cuenta Oviedo que como ellos creían que los españoles eran inmortales, primero ahogaron a Diego Salcedo para estar seguros y poder rebelarse; que una vez se repusieron del ataque inicial, los conquistadores, aunque eran muy pocos, se reorganizaron y derrotaron fácilmente a los indios en un tiempo muy corto, alrededor de un año, en tres grandes enfrentamientos: el de Coayuco, en tierras de Agueybaná al sur de la isla, el de Aymaco en tierras del cacique Mabodamaca al noreste de la isla, y el de Yagüeca, en la zona centro oeste, en la ribera del río Guaorabo. De esa manera quedaba evidenciado, según Oviedo, la clara superioridad del europeo sobre el indígena.

Oviedo procede entonces a resaltar y exagerar, y por qué no decirlo también, a fantasear poéticamente con las hazañas individuales de los capitanes españoles que combatieron a los indios como Cristóbal de Sotomayor, Juan González, Diego de Salazar, y del propio Juan Ponce de León, entonces gobernador. Hasta nos narra con pasión la bravura del perro Becerrillo que frecuentemente causaba más estragos entre los indios que los propios soldados peninsulares.

La verdadera historia de la rebelión taína de 1511

Pero a la altura del siglo XXI no debe ser suficiente releer a Oviedo, aunque sea con un enfoque crítico, para conocer la verdad de la rebelión taína. Se han publicado, algunos desde hace mucho tiempo, una formidable cantidad de escritos y legajos del siglo XVI como lo son los documentos de la Real Hacienda, las rendiciones de cuentas de funcionarios reales, los listados de ropa y mantenimiento que se le daban a los indios encomendados, los inventarios de bienes capturados y subastados durante las cabalgadas, los registros de navíos que arribaban de España, de la Española y de otras tierras americanas, las colecciones de cartas y cédulas reales, y las probanzas, pleitos y juicios de residencia.

Algunos de los ponentes en este simposio han sido pioneros en este esfuerzo de escudriñar toda esta documentación que hasta recientemente no estaba disponible en Puerto Rico, y que nos permite proponer nuevas interpretaciones para los procesos históricos y sociales del siglo XVI.

Quiero hacer un aparte para reconocer la reciente publicación por este Centro de Estudios Avanzados de cinco volúmenes de documentos del siglo XVI que fueron compilados por don Ricardo Alegría como una gran contribución al país, así como el Volumen II de los valiosos Documentos de la Real Hacienda entre 1510 y 1545 publicados por el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico y la Academia Puertorriqueña de la Historia que preside nuestro invitado especial de la noche, el Dr. Luis González Vales, Historiador Oficial de Puerto Rico. Para los estudiosos del siglo XVI ambas obras son tesoros de incalculable valor.

Pero... ¿cuál fue la realidad de la rebelión y de la lucha subsiguiente? La nueva historia parece distar mucho de lo que anteriormente se decía. No hay duda alguna que los indios del Boriquén taíno, bajo la dirección del cacique Agüeybaná el Bravo, y de sus caciques y naborias, llamados por los españoles capitanes de guerra, lograron mantener el elemento sorpresa en su levantamiento general, matando en pocos días, según el propio Oviedo, ochenta cristianos y más en diferentes partes de la isla. Entre estos primeros ajusticiados figuraba el legendario Diego Salcedo, muerto en este caso por el cacique Urayoán y sus guerreros en los inicios de la insurrección a orillas del río Guaorabo.

Lo de la inmortalidad de los españoles y el experimento con Salcedo, que desde Oviedo se sigue repitiendo y repitiendo como una verdad absoluta, es una leyenda ya superada por la historiografía. Tanto en la Española como en la isla de San Juan habían muerto ante los ojos de todo el mundo, numerosos españoles, de muerte natural, por enfermedades, en peleas entre ellos y también a manos de los propios indios. Sin embargo, el cuento de Oviedo no deja de ser una maravillosa imagen visual de justicia poética que ha inspirado, y estoy seguro seguirá inspirando, a grandes escritores y artistas puertorriqueños de todo tipo, al igual que lo hizo con el belga Theodore de Bry en el mismo siglo XVI autor de un extraordinario grabado que ilustra en una secuencia de tres tiempos históricos lo ocurrido con Salcedo.

Al poco tiempo también hasta al perro Becerrillo le tocó su turno y lo mataron los indios en una de las llamadas entradas dirigidas por el capitán español Sancho de Arango. De las tres grandes guasábaras, que así le llamaban los indios a los encuentros bélicos, solamente tenemos la versión de Oviedo, que asegura que fueron ganadas por los españoles con relativa facilidad y en muy corto tiempo, apenas un año.

Solo dos caciques se sometieron a Ponce de León

Pero el relato de Oviedo se quedó corto y no nos dice toda la verdad. El propio Juan Ponce de León parece desmentirlo al admitir en una carta que le escribe al rey Fernando a finales del 1511 que las cosas no le iban tan bien a los españoles, y le cuenta que finalizada la guerra tan solo dos de los caciques alzados se rindieron, quedando rebeldes los demás.

Todas las fuentes coinciden en que la mayoría de los caudillos tainos ignoraron el humillante reclamo de los conquistadores y optaron por continuar la resistencia armada. ¿Cómo es posible que se diga y que se acepte así tan fácil, como una verdad absoluta, que alguien ganó una guerra cuando tan solo dos de las docenas de caciques alzados se sometieron a Ponce de León?

Pero los propios conquistadores sabían que la realidad no era esa. Fue entonces cuando la guerra toma un nuevo giro, mucho más directo y agresivo, al organizarse las llamadas entradas y cabalgadas contra las aldeas y escondites rebeldes.

Se trataba de verdaderos operativos punitivos, para utilizar un concepto muy de moda en nuestro país, que tenían el propósito de debilitar la base de apoyo que la población civil le daba a sus guerreros en armas. Durante estos asaltos se quemaban bohíos y canoas, se saqueaban las aldeas, se destruían los conucos de siembra, se ajusticiaban a los principales líderes y se capturaba la mayor cantidad de indios rebeldes, en su mayoría mujeres y niños, con el fin de venderlos en pública subasta como esclavos en los mercados de San Germán y Caparra.

Recordemos que una vez alzados en armas, había licencia para hacerle la guerra a sangre y fuego, para apresarlos y esclavizarlos, a los guerreros y a sus familias, como se hacía desde 1503 con los llamados indios caribes de las Antillas Menores. Y para que no se olvidara su condición de esclavos, se les herraba en la frente con la F de Fernando, el rey de España, quien recibía además el quinto del valor de cada venta.

En nuestras investigaciones, hemos podido registrar por lo menos cuarenta y tres diferentes incursiones punitivas entre 1511 y 1513, y cientos de indios vendidos como esclavos para el trabajo agrícola y minero. Pero la cantidad pudo haber sido mayor porque hay documentos que así lo indican. Dice un testigo de una probanza que unos asaltos realizados a los ranchos de indios del cacique Humacao en 1513 produjeron entre hombres, mujeres y muchachos mil y doscientas almas.... Pienso que muchos de estos indios capturados pudieron haber pasado directamente a formar parte de la fuerza laboral esclava de la isla, sin tener necesariamente que pasar por el proceso oficial de una subasta pública.

Armas en tiempos revueltos

negada-6 El envío urgente y constante desde Sevilla de grandes cargamentos de armas defensivas y ofensivas con destino a la isla de San Juan Bautista confirma que la guerra contra los indios fue violenta y que la llamada pacificación no se les hizo fácil a los españoles. Por ejemplo, la nao La Victoria arribó a la isla en enero de 1512 cargada de petos, lanzas, ballestas, saetas, puñales y pólvora, un pequeño arsenal asignado por el rey Fernando con un valor de 64,834 maravedíes.

Se explica en el manifiesto de la nave que la carga se trae porque era tiempo de guerra. Para julio de 1513 siguen llegando armas de España: arcabuces de metal, lanzas y espingardas de hierro, ballestas y pelotas de plomo para los arcabuces, por lo que es de suponer que la guerra contra los indios continuaba.

Durante las entradas y cabalgadas se capturaban además objetos utilitarios y ceremoniales de clara manufactura taína que a su vez eran vendidos a los encomenderos para ser utilizados como pago a los indios a cambio de su trabajo en las minas y en la agricultura.

Cientos de hamacas y naguas, así como arpones, redes y manojos de cabuyas figuran en los listados oficiales de la Real Hacienda. También se menciona la captura y venta de objetos de una clara función ceremonial o asociados a la clase dirigente de la sociedad taína.

Entre los objetos saqueados y vendidos se mencionan guanines falsos o de cobre, figuras de areito, collares de cuentas de cibao o piedra, un batey, un collar de dientes de perro y un cierto cibao, que por el alto precio que se pagó por él debió ser una figura de cemí o un amuleto tallado en piedra de gran significado y valor para los indios. Merece señalar que en todos estos documentos se mantiene el nombre taíno de muchos de estos objetos.

Para los arqueólogos la referencia a estas piezas de tipo doméstico o ceremonial tiene una particular importancia porque complementa y enriquece el conocimiento arqueológico de la cultura taína y también de las que le precedieron.

Guerra de guerrillas

Otros documentos confirman que los taínos continuaron por muchas décadas la lucha armada contra la conquista, ya fuera de forma directa o indirecta, con tácticas que hoy llamaríamos de guerrilla, solos o unidos con los llamados indios caribes de las Antillas Menores, con los que pudieron haber tenido alguna vez desacuerdos y diferencias, pero que desde el primer momento de la conquista fueron aliados solidarios.

Definitivamente la rebelión taína no fue aplastada con el supuesto triunfo militar español en la batalla de Yahüeca. Veamos lo que nos dicen algunos documentos, pero que no nos dice Oviedo.

En junio de 1513 una fuerza de cientos de indios, alegadamente caribes, se atrevió atacar la propia Villa de Caparra, la sede entonces del gobierno colonial, matando e hiriendo a varios vecinos. Los guerreros saquearon y quemaron la iglesia y destruyeron casi todas las casas del poblado. Un ataque tan arriesgado y osado como este no lo realiza un pueblo que se considera vencido.

Un memorial de agosto de 1515 dice, a tres años de que supuestamente se había terminado la guerra, que los caciques Humacao y Daguao, que antes se habían rendido, se volvieron a rebelar con sus indios en sus territorios en la costa este de la isla. Las autoridades entonces envían soldados para aplastar el nuevo levantamiento.

Otro informe de 1517, a seis años de supuestamente haber Ponce de León finalizado la guerra contra los indios, asegura que una tercera parte de los indios de la isla de San Juan estaban en los montes alzados y alborotados y que habían matado algunos españoles.

Y como estos se pueden citar muchos otros documentos que confirman que lo que dijo Oviedo y lo que han repetido muchos de nuestros historiadores no es del todo correcto.

Quisiera concluir esta presentación escrita con una reflexión hacia el futuro. Muchos factores han intervenido en esta nueva lectura de la insurrección general de los taínos, así como de las diversas etapas de la rebelión y la eventual resistencia de la población que no se sometió a las autoridades españolas. Y el entusiasmo generado por esta convocatoria así lo comprueba.

Creo que son los mismos elementos que también nos han permitido, por un lado ir creando, desde la perspectiva arqueológica, un elaborado mosaico de pueblos originarios que por un largo periodo de 3,500 años, que se sepa hasta ahora, poblaron nuestro territorio en tiempos antiguos antes de la llegada de los europeos; y por otro lado nos hacen formar parte de un amplio movimiento que se inspira en la sobrevivencia y pertinencia taína, que abarca criterios culturales, sociales, biológicos y genéticos hasta el reclamo de un profundo sentido de identidad y afirmación étnica de un sector cada vez más amplio de nuestro pueblo que debemos aceptar y respetar.

De Ponce de León, la figura protagónica de la conquista, se ha hablado mucho recientemente, y creo que se ha intentado al menos ofrecer una imagen más real y objetiva que la proyección tradicional del caballero heroico, y del supuesto padre fundador de la sociedad y la familia puertorriqueña.

De Agueybaná el Bravo, su contrafigura y nuestro primer héroe nacional, y de las demás cacicas y caciques borincanos, de sus familias y de su pueblo, de sus hazañas, de su recia rebelión, también se ha comenzado a investigar y a escribir, rescatando para el disfrute de las presentes y futuras generaciones de puertorriqueños dramáticas historias casi perdidas en el imaginario hispánico de la conquista y colonización de nuestras tierras y nuestros pueblos originarios.

Por todas las razones ya expuestas es justo y necesario que en este particular momento de nuestra historia recordemos y honremos la rebelión taína de 1511 con todo el honor y el decoro que merece la ocasión. ¡Que no sea más una guerra olvidada y mucho menos negada!


* El autor es arqueólogo y Rector del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Este artículo fue presentado como ponencia en el 5to Centenario de la Rebelión Taína en el año 2011 y publicado en la revista de la Fundación Cultural Educativa Inc. - Instituto de Cultura Puertorriqueña.