La falta de un norte definido produjo la adversa y rápida salida de las atuneras de Mayagüez
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- por mayaguezsabeamango.com
Antes de que las empresas atuneras del sureste asiático, que hoy día dominan la industria global del atún alcanzaran esa proeza, Mayagüez controló ese mercado por casi de medio siglo. Así lo confirma el especialista en negocios internacionales Luis Manuel Baquero Rosas en el libro Historia de la Industria Atunera en Mayagüez de 1960 al 2012.
Los hallazgos de este trabajo de historia económica demuestran “que las plantas atuneras en Puerto Rico fueron muy exitosas ya que estuvieron en operaciones entre tres y cinco décadas antes de ser impactadas en forma significativa por la creciente competencia de empresas del sureste asiático”.
“Fuimos creciendo. De 300 empleados llegamos a 500, luego a 800 y a 1,000”, le asegura al autor César Dahdah, miembro de la Comisión de Desarrollo Industrial de Mayagüez y uno de los empresarios y líderes cívicos que participó activamente, junto al gobierno estatal y municipal, en las negociaciones para el establecimiento de la primera planta atunera en la bahía de Mayagüez, la StarKist Caribe y anfitrión de la familia Bogdanovich, dueños de la empresa.
“El impacto era inmenso en la comunidad comercial”, asegura Dahdah. “¿Tú sabes lo que es tener mil personas que ganaban $100 a la semana? Eran $100,000 en la comunidad. Eso era un impacto tremendo. ¿Cuántas casas se hubiesen vendido en Mayagüez si no estaban las atuneras aquí? Ninguna. Y en Añasco, Aguadilla. Desde Yauco hasta Aguadilla llegaban empleados en mi oficina. Casi todos los empleados eran de Añasco y Sábana Grande”, rememora el entonces ejecutivo quien se convirtió en el segundo empleado de la empresa en Puerto Rico.
A reina muerta, reina puesta: Operación manos a la obra
Baquero Rosa recuerda que a mediados del siglo XX las políticas del gobierno de Puerto Rico y su programa de Operación Manos a la Obra atrajeron nuevas empresas que generaron “miles de empleos no diestros y ayudaron al desarrollo y crecimiento de todas las zonas de Puerto Rico”.
En Mayagüez, la industria de la aguja, que había sido muy lucrativa para las arcas municipales y las privadas y que en 1934 empleaba a más de 150 mil obreros, principalmente mujeres, quienes trabajaban en actividades relacionadas a la industria de confección y bordados, comenzó su declive y eventual desaparición dejando una estela de desempleo que provocó una crisis en las finanzas del pueblo.
No era para menos, pues según Baquero Rosa “de los sesenta talleres de producción de la época, más de treinta estaban establecidos en Mayagüez, desde donde se generaba el 65% de toda la producción”.
Desmantelada la industria de la aguja, a partir del año 1958 Mayagüez abría las puertas de par en par a la industrialización y a los empresarios estadounidenses. Así llegaron las industrias de ensamblaje de costura, las industrias electrónicas, petroquímicas, farmacéuticas y las plantas de procesamiento y empaque de atún, según el texto.
“Tras la pérdida de los puestos de trabajo antes de la década de los años 50, la fuerza laboral se duplicó y los ingresos del ayuntamiento se incrementaron de $30.4 millones en 1950 a $59.2 millones en 1960 hasta la increíble suma de $131 millones en 1968”, afirma el también catedrático asociado.
El autor, un especialista en negocios internacionales confirma que los mayagüezanos negociaron la llegada de las atuneras con empresarios que habían cerrado o estaban en vías de cerrar sus negocios en los Estados Unidos obligados por la feroz competencia asiática y para bajar el costo de producción. La presencia de los países asiáticos en el mercado del atún debilitó la industria estadounidense.
Los benditos incentivos
De los incentivos y las políticas económicas de Luis Muñoz Marín y Teodoro Moscoso se aprovecharon los inversionistas del atún. La StarKist Caribe, la primera atunera en el panorama portuario de Mayagüez llegó en 1963.
El libro desvela detalles de la transacción que no se conocían o se conocían poco. Ahora sabemos que los ejecutivos del negocio familiar habían decidido cerrar su última planta en California cuando surgió la oportunidad de acogerse a los incentivos que por entonces el gobierno de los Estados Unidos y del Estado Libre Asociado de Puerto Rico habían puesto en marcha, como parte de un plan para industrializar al empobrecido territorio que ellos administran desde la invasión estadounidense de 1898.
De acuerdo al ingeniero José Alfredo Cristy, quien fue gerente general de la planta StarKist de 1975 a 1990 y encargado de expandir las capacidades productivas de la misma, hubo dos poderosas razones para la mudanza a Mayagüez: “Una era la sección 931 que luego se cambió a la sección 936 (del Código Federal de Rentas Internas) los primeros 15 años, el otro incentivo fue que para esa época casi todo el atún venía del Pacífico y le era factible cruzar el Canal de Panamá y traer el pescado aquí. Luego, cuando aflojó la pesca allá la mayor parte de la pesca venía de África, estábamos en el medio (de los centros de pesca)”.
En el libro Cristy sostiene que también influyó el tener acceso a un puerto marítimo alejado de la población y del centro de la ciudad.
Los Bogdanovich
El negocio familiar, fundado en los Estados Unidos por el inmigrante croata Martín Bogdanovich en 1917, junto otros tres socios, se registró con el nombre de French Sardine Company, luego StarKist. La planta de Mayagüez se convirtió “en la enlatadora de atún más grande del mundo” luego de mover todas sus operaciones de California a las Islas Samoa Americanas y a la Sultana del Oeste.
Llegan Bumble Bee y Neptune
Ya en 1964, se había desarrollado en el puerto de Mayagüez un conglomerado de procesamiento del atún para los mercados de Estados Unidos y el mercado global. “En este corto lapso de tiempo se habían establecido tres plantas atuneras y una planta de alimentos líquidos para animales”, explica Baquero Rosa quien destaca que la plantilla de trabajo creció “hasta llegar a 1,500 puestos de trabajo y una nómina de $3,000.000 anuales.
A la StarKist Caribe se unió la Bumble Bee en 1963 y la Neptune Packing en 1966.
En 1985, según el texto, siendo presidente y gerente general Joseph J. Bogdanovich la planta atunera StarKist ya contaba con unos 2,488 empleados y una nómina anual de $6,410,000. Un crecimiento considerable tomando en cuenta que en septiembre de 1960 la planta inició operaciones con una inversión de cerca de $3,000,000, una plantilla de 650 empleados y una nómina de $1.6 millones.
Empresarios de Mayagüez gestionan llegada de las atuneras
“Quienes gestionaron la llegada de las atuneras fue un grupo de empresarios y líderes cívicos de la ciudad”, sostiene el autor en el libro que le dedica a su familia y a los miles de trabajadoras y trabajadores que sostuvieron a sus familias limpiando pescado y ejerciendo otros oficios no diestros en las plantas atuneras.
El autor cita a César Dahdah, testigo de las negociaciones, quien confirma que Cataño era la primera opción de los ejecutivos de la StarKist por la cercanía a San Juan y a Dorado “para jugar golf” y luego Ponce, donde ya existía una atunera.
Al final, dice, los inversionistas se decantaron por Mayagüez porque en sus visitas previas al cierre de las negociaciones, los Bogdanovich quedaron prendados con la ciudad y porque la localización cumplía con el requisito de estar alejada de las áreas pobladas que toleraron la hediondez que producía el procesamiento del atún y sus derivados.
Los implicados
“Nick Trutanik (dueño de barcos pesqueros y marido de Nina Bogdanovich, hermana de Joseph Bogdanovich Jr.) vino a Mayagüez y le gustaron los terrenos de al lado del muelle, que era una sabana que había bien grande, hasta lo que se llamaba la Piedra Cortá (Peña Cortá). El señor Trutanik dijo que le gustaba mucho eso (refiriéndose a la zona de la Peña Cortá) y que, si le conseguían esa tierra, pues, a lo mejor se venían allí. Eso lo dijo Trutanick”, según el relato de Dahdah que cita Baquero Rosa.
Con esa información en mano Dahdah y otros empresarios y líderes cívicos comenzaron las negociaciones con el entonces alcalde de Mayagüez Baudilio Vega Berríos. “Le dijimos y averiguamos que esos terrenos eran de la Texaco”, asegura el empresario quien recuerda que se reunieron con el presidente de la Texaco, él, Gloria Domenech, Luis Villabella y Carlos Colley.
“Le dijimos que queríamos esos terrenos, que nos los regalara, que nos los hiciera activos para nosotros. Él dijo, que si el municipio de Mayagüez los liberaba de una deuda del CRIM de 70 y pico mil dólares (el autor del libro informa que las noticias de la época indicaban $75,000.00 pero Dahdah insiste en que eran $72,000.00) entonces le soltaba los terrenos. Como estaba con nosotros Mario Quintero, auditor municipal de Baudilio Vega, él le llevó la información al alcalde y Baudilio, por supuesto, enseguida (siendo un alcalde que laboró muy positivamente por Mayagüez) le liberó eso a Texaco y la empresa Texaco le dio el terreno al municipio y a su vez se lo prestó por un dólar por 99 años a la StarKist”.
El esfuerzo, según el texto, “permitió una mayor diversificación en la economía de Mayagüez”. El Mayagüez agrario iniciaba entonces su industrialización.
La National Packing fue la primera planta procesadora de atún en Puerto Rico, según el texto. Se estableció en Ponce en el año 1953 y cerró sus operaciones en 1990, después de 37 años. Siete años después, en 1960 llega a Mayagüez StarKist Caribe que cesó operaciones en 2001 luego de 41 años de producción. En 1963, fue la Neptune Packing la que se mudó a la ciudad de las aguas puras. Treinta años operó allí hasta que en 1993 cerró para siempre. La Bumble Bee Corporation se instaló en la zona portuaria en 1963 y cesó operaciones, después de 41 años, en 2012. La Caribe Tuna de Ponce llegó en 1971 y operó allí durante 34 años, hasta que en 2005 también se marchó.
El litoral mayagüezano resultó un lugar idílico
En un lugar de impresionante belleza frente a la bahía de Mayagüez y muy cerca de su puerto se construyó la atunera StarKist luego que la compañía Texaco negociara la adquisición de las 5,388 cuerdas de terreno ganado al mar.
La opinión general es que las plantas procesadoras de atún fueron “la fuerza motriz de la economía mayagüezana por varias décadas, un factor vital para los sectores populares y fuente de ganancias para la infinidad de comercios que una vez proliferaron por las calles de la ciudad”, así lo destaca el doctor Manuel Valdés Pizzini en el prólogo del libro que se presenta en una sesión especial de la legislatura municipal de Mayagüez el próximo jueves 23 de febrero de 2023.
Las atuneras hicieron que la ciudad volviera a ser “un centro marítimo portuario de importancia, como lo fue en las décadas del 1930 a 1960, aunque por circunstancias muy diferentes”.
Valdés Pizzini destaca que las trabajadoras y trabajadores de las atuneras se convirtieron en una población que no emigró. “Se quedó a hacer vida social y familiar en Mayagüez e impactó así la vida económica, la vida política y las gestiones de los políticos locales por mantener esa industria en este lado del mundo”.
El autor reseña una cita de la hermana de Rosa Correa Bonilla, una mujer que laboró en la industria de la aguja antes de ingresar a la fuerza laboral de las plantas atuneras donde trabajó durante 42 años como descamadora y acomodadora de pescado, para significar el impacto económico y social de la industria.
“Buscando mejores cosas para sus hijos comenzó a trabajar en la atunera Del Monte (posteriormente Bumble Bee) y allí levantó a nuestra familia”, afirma Milagros Correa Bonilla de la aportación de su hermana y empleada también de la Bumble Bee.
“Así sucesivamente fueron integrándose mis demás hermanos y hermanas, algunos con sus respectivas esposas”, remata Milagros. Allí trabajaron unos diez miembros de su familia.
Las mujeres en el sistema productivo de PR
En el libro se reconoce que las mujeres han sido pieza fundamental del sistema productivo de Puerto Rico. Fueron la mayor fuerza laboral en las atuneras, como antes habían sido en los talleres de bordado y confección de guantes, pañuelos y ropa de alta costura.
Según la investigación, el descenso continuo como resultado de la desaparición de la industria de bordados y costura y la disminución en el recibo y envío de mercancía resultó en la perdida de cientos de puestos de trabajo ligados a la actividad portuaria.
De 1813 a 1827 el Puerto de Mayagüez se convirtió en el de mayor exportación hacia el mercado internacional en todo Puerto Rico, desplazando al segundo y tercer lugar a sus puertos rivales en San Juan y Ponce.
Con la StarKist desapareció la única playa para bañistas de la ciudad
Para instalar la planta de procesamiento y enlatado de atún de StarKist Caribe los mayagüezanos sacrificaron el acceso a una de las pocas playas para bañistas de la ciudad: la playa de Peña Cortada o Peña Cortá.
De acuerdo con el relato de Baquero Rosa, en la construcción de la planta en la zona marítimo terrestre y la costa playera de Mayagüez “se utilizó la técnica de ganar terreno al mar”. La empresa necesitaba tener mayor profundidad de calado en el muelle que permitiera la llegada y anclaje de varios barcos cargados de atún de manera simultánea. Entonces, decidieron rellenar la playa que desapareció.
“El costo del progreso que pagamos en Mayagüez por la creación de miles de empleos y un mayor bienestar de la zona oeste llevó al relleno de la zona costera. Este modelo fue similar al de la principal planta construida por la empresa StarKist en Terminal Island en California, en el 1954”, admite Baquero Rosa.
El cierre final
En junio de 2012, la era de la industria atunera de Mayagüez, que entre 1970 y 1990 empleó a más de 12 mil puertorriqueños concluyó “cuando la última planta de enlatado de Bumble Bee cesanteó a los últimos 261 empleados que quedaban en la industria”, recoge Baquero Rosa en el libro de 187 páginas ilustrado con fotos de artículos periodísticos y documentos de la época.
“El cierre, salida y abandono de las operaciones en Puerto Rico fue igual de rápido y de un impacto adverso, al igual que ocurrió en las Estados Unidos a mediados de la década del ochenta”, sostiene el académico en la conclusión de la investigación que nutre el texto.
El experto en negocios internacionales concluye que las estrategias gubernamentales para retener el negocio no tenían “un norte definido”. Esa falta de objetivos y de políticas concretas, afirma, aceleró el fracaso de la gestión y confirmó el agotamiento del modelo de desarrollo económico de la isla basada en la atracción de operaciones de manufactura intensivas y mano de obra barata; las pocas alternativas que tenían los municipios para mantener las operaciones en sus ciudades por más años; la excesiva dependencia de los incentivos contributivos federales, la aplicación de sus leyes en sus territorios y los altos costos laborales y operacionales “hizo que una inmensa cantidad de operaciones que llegaron a la isla en las industrias de costura, electrónica, farmacéutica y otras abandonaran sus operaciones en la isla”, concluye Baquero Rosa.
El libro, producto de una investigación sobre las atuneras de Mayagüez, es una aportación relevante, aunque el autor se excusa por no poder profundizar en algunos temas por no contar con más información de fuentes primarias y lamenta la ausencia de datos oficiales y la escasa documentación del importante y complejo proceso industrial y social.
“La falta de estrategias para recoger y conservar las memorias de grandes puertorriqueños, como el señor José Alfredo Cristy, César Dahdah y muchos otros puertorriqueños que con sus esfuerzos fueron baluartes del desarrollo económico e industrialización de nuestro país”, subraya el autor.
La sesión especial
La disertación del catedrático asociado del Recinto de Mayagüez de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR) en la sesión especial de la legislatura municipal de Mayagüez se produce en la conmemoración municipal del natalicio de Luis Muñoz Marín, el próximo jueves 23 de febrero de 2023 a las 6:00 p.m. en el Museo Pilar Defilló espacio cultural Pablo Casals en la calle Méndez Vigo de Mayagüez forma parte de una tradición que inició en 1996.
Muñoz Marín nació en San Juan, 18 de febrero de 1898. El escritor, periodista, senador y primer gobernador electo por los puertorriqueños estuvo en el poder durante 16 años. A Muñoz Marín se le atribuye haber trabajado junto al gobierno de los Estados Unidos para conseguir una constitución para Puerto Rico que creara las condiciones favorables para que la isla pudiera alcanzar progreso tanto económico como político. El 25 de julio de 1952, el gobernador Luis Muñoz Marín proclamó en un acto público la efectividad de la Constitución y por primera vez se izó en San Juan la bandera de Puerto Rico.
El nombre de Baquero Rosa se une al de otros intelectuales y académicos que han comparecido como oradores a las sesiones especiales de la legislatura municipal mayagüezana en conmemoración del natalicio de Muñoz Marín. Entre ellos: los exgobernadores Rafael Hernández Colón y Aníbal Acevedo Vilá, el historiador y profesor universitario doctor Fernando Picó, y los doctores Carmelo Rosario Natal, Juan R. Fernández, Néstor R. Duprey Salgado, José I. Alameda Lozada, los abogados Elfren Bernier, Graciany Miranda Marchand, Efrén Rivera Ramos, Antonio García Padilla, Rafael Cox Alomar, José Ronaldo Jarabo y Héctor Luis Acevedo.
Los trabajos de investigación del también columnista sobre las políticas y estrategias económicas del gobierno de Puerto Rico incluyen los hallazgos de su estudio sobre “la participación de la gerencia de Puerto Rico en los procesos de decisión para desinversión internacional, cierre, venta y abandono de las plantas de manufactura farmacéutica de Puerto Rico”, tema de su disertación doctoral.