Volver a Hostos: una guía olvidada para el presente y el futuro de Puerto Rico
- Detalles
- por Carmen Dolores Hernández *
La memoria es necesaria para la vida (especialmente en este Puerto Rico en que vivimos… y padecemos). Sobrevivimos día a día recordando los huecos en ciertas calles y avenidas, las oficinas del gobierno con funcionarios particularmente ineptos y las tiendas donde nos han tratado mal. Así nos defendemos de los males cotidianos.
¿Por qué entonces no recordamos el pensamiento de nuestros grandes hombres, las soluciones que en su día dieron a nuestros problemas urgentes (que, a pesar de su urgencia, siguen siendo -mayormente- los mismos de hoy?) ¿Cómo es que no construimos la nación teniendo en cuenta sus propuestas, sus ideas, sus soluciones, identificando y evitando los escollos que les impidieron tener éxito?
Hubo una vez un puertorriqueño (hubo varios y también mujeres, pero este es el mes de Hostos y esta reseña es sobre sus escritos) que pensó con intensidad en nuestro país y en los problemas monumentales de su momento; un hombre que vio con claridad lo que era y sería nuestra situación política y social, que comprendió también el alcance de sus males ancestrales y, con todo, creyó en la capacidad de los puertorriqueños para sobreponerse a ellos.
Ese hombre sacrificó su tiempo, dedicó sus esfuerzos y sufrió privaciones y sinsabores para forjar un plan que orientara nuestro destino común por caminos de paz, prosperidad y bienestar social. Se llamó Eugenio María de Hostos. Aunque se le recuerda y se le venera, pocos leen sus escritos y estudian sus ideas. Aún menos se entusiasman con ellas y las ponen en práctica. Como a tantos otros patriotas del pasado, lo hemos olvidado.
Este libro nos ayuda a recordarlo. Reúne una gran cantidad de textos y documentos del ilustre mayagüezano, inéditos algunos hasta el momento. Ofrece también el contexto necesario para entender su valía en un largo ensayo explicativo por Orlando José Hernández, su editor.
Si ahora mismo los puertorriqueños estamos en una encrucijada sobre nuestro estatus jurídico que no parece tener fin, encrucijada que permea el funcionamiento de nuestro gobierno y evita que concentremos en promover la buena administración de nuestra sociedad, es en gran parte porque no escuchamos las advertencias de Martí, Betances, Sotero Figueroa, Hostos y otros que avisaron contra los peligros de ser anexados por una nueva potencia colonial al salir del dominio español. Señalaron -particularmente Hostos- la ilegalidad de una anexión forzada que no contaba con la anuencia de los anexados. Ante el hecho consumado de la invasión, él trató por todos los medios que los estadounidenses tuvieran en cuenta al pueblo de la isla que habían invadido, incluyendo hacerle una visita -junto con Manuel Zeno Gandía y Julio Henna- al presidente McKinley en 1898.
Pedía Hostos que al menos se celebrara un plebiscito para que los puertorriqueños dejaran saber su voluntad política: anexión a los Estados Unidos como territorio (con posibilidad de convertirse en estado) o como colonia (el status quo); la pertenencia a una Confederación Antillana o la independencia (en una encuesta con esas alternativas hecha por el periódico La Correspondencia, la independencia ganó con un 31% de los votos). Aduciendo el derecho internacional entonces vigente, Hostos consideraba que no era justo ni legal que los Estados Unidos nos trataran como una finca de la que se puede apropiar el más fuerte. En el año 1898 había casi un millón de puertorriqueños; ahora somos aproximadamente tres millones y seguimos siendo un botín de guerra que EE. UU. puede ceder, vender, alquilar: es decir, que puede disponer de nosotros a su antojo.
Dándose cuenta de la jugada que nos venía encima, Hostos estableció la Liga de Patriotas con el propósito de que los puertorriqueños adquirieran consciencia cabal de su situación y expresaran su opinión sobre el futuro del país. Organizó a la gente para empoderarla. Insistió en la educación para maximizar la potencialidad de los individuos no solo para fines políticos, sino también para el fin social de que se convirtieran en ciudadanos productivos y desarrollaran un empuje colectivo para beneficio de todos.
¿Qué pasó con su impulso, sus prédicas y sus enseñanzas? ¿Qué pasó con la discusión de sus ideas, de sus estrategias educativas?
Lo que siempre ha sucedido -y sucede- en nuestro país: mucho entusiasmo al principio y luego descuido, inercia y olvido: falta de coordinación y de continuidad. Parece ser un sino histórico: empezamos bien y no perseveramos. Perdemos el impulso y también el camino.
Estamos al borde de otra crisis en nuestra relación con EE. UU. Cerrado el camino de la anexión (aunque no quieran verlo sus partidarios), aquel país ha iniciado una era de expansión que por fuerza llevará a guerras, conflictos y divisiones internas que podrían degenerar en violencia. Todos los imperios que en el mundo han sido han caído tras alcanzar su cenit. Los EE. UU. están en turno.
Por eso y por mucho más es poco lo que podemos esperar de ellos a estas alturas. Es hora de forjar nuestro propio camino. No tenemos poder político ni económico. Tenemos -o podríamos tener- poder social si nos organizamos. Está en nosotros unirnos. Así lo quiso Hostos en su día.
* Publicado en endi.com.