Hasta la trinchera final, Juan
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- por Juan Santiago Nieves, especial para mayaguezsabeamango.com
Desde la inmensidad donde nace el silencio y aflora la verdad se escribe la historia de la lucha por la independencia de Puerto Rico. La justeza y bondad de nuestro planteamiento se enerva inconmensurable a través del tiempo.
Multiplicidad de sacrificios, incomprensión, martirio, exilio, persecución, penurias y profunda soledad han marcado la ruta. Pero el amor por nuestro Pueblo ha sido tan grande que ha sanado las heridas. El amor es un bálsamo de luz que sirve de guía al camino. Y los caminos son insondables cuando nos adentramos en la lucha de liberación nacional de los pueblos.
Asumir la responsabilidad histórica de representar a un Pueblo es la tarea más ardua y difícil que pueda encomendarse a un ser humano. Decenios de opresión, de humillación, de esclavitud y servidumbre han marcado la historia de nuestro régimen colonial que ya ha alcanzado la edad de los siglos. El anhelo de justicia de un pueblo subyugado conmina a continuar la lucha. No admite descanso. Enfrentar con sensibilidad la fuerza bruta de los imperios, sin deshumanizarnos, ha sido nuestro reto. Hemos tenido que crecer y evolucionar para preservar nuestra humanidad frente a los que violentan la paz de nuestro espacio nacional. ¡Qué riqueza de seres humanos hemos producido!
La vida de Juan Mari Brás y la de otros compañeros y compañeras, constituye una ruptura con esa historia de sumisión e indignidad a la que el Imperio Español y Norteamericano han pretendido someter a nuestro Pueblo. Hoy, rendimos sentido tributo a su vida, y lo que ella representa: las mejores cualidades del ser humano, el valor venciendo al oportunismo, la verdad prevaleciendo sobre la injusticia, el amor triunfando sobre la opresión, y la pasión por la libertad desterrando la sumisión.
Desde muy temprano en su vida, este ilustre jurista y humanista comprometió su vida en la defensa de los derechos individuales y colectivos de la nación durante más de 50 años. La dedicación, constancia y compromiso que demostró forma parte del acervo cultural de la nación en gran parte del Siglo XX y en los albores del Siglo XXI.
La historia de nuestra nación está marcada por la violación de los derechos humanos. Tierra y población han pertenecido a la metrópolis española y norteamericana por más de 600 años en los que se han usurpado y saqueado nuestras materias primas y recursos naturales. Se ha contaminado nuestro ambiente, se ha violentado nuestro sistema de derecho, se han negado los derechos fundamentales individuales, se ha violentado el principio de autodeterminación e independencia, se han negado derechos sociales y económicos y se nos ha tratado de forma despectiva y denigratoria como sujetos fuera de la historia y del sistema constitucional. Esta violentación de la existencia de toda la nación se traduce en la negación de nuestra personalidad jurídica y en la privación de nuestro derecho de soberanía territorial y de nuestro destino. Si se han conculcado los derechos fundamentales de la nación, ¿qué derecho individual puede subsistir en tan reducido espacio?
¡Qué inmensa soledad ha padecido nuestra nación, sus sectores pobres y marginados durante los últimos siglos! Los partidos políticos, los intelectuales, las estructuras del poder colonial, todos han sucumbido al poder del dinero y de la fuerza bruta de las metrópolis española y norteamericana en un trueque de nuestra población y nuestro territorio a cambio de prebendas y privilegios. Esa soledad que sobresale en la mirada de Eugenio María de Hostos y de Ramón Emeterio Betances es un retrato fiel del espíritu de la nación acorralada y lastimada por el poder de los imperios. Pero, ¡qué grandeza de espíritu ha emergido a lo largo de ese tiempo!
El Grito de Lares, producido y gestado por Betances, es el grito de guerra de un pueblo que reclamó su derecho a la autodeterminación e independencia, que reclamó sus derechos civiles y humanos y su personalidad jurídica por sobre todas las limitaciones que imponía el ejército y la dictadura española. No es un accidente que Puerto Rico fuera la Antilla líder en el reclamo de la abolición de la esclavitud y en el reclamo de igualdad de los seres humanos. Betances, Padre de la Patria, defendió como ningún ser humano en esa época la revolución haitiana y los derechos emergentes de la negritud de la que formaba parte. Fue también Betances defensor de los derechos de los indios en pleno Siglo XIX cuando todavía no se había construido el ideario y principios del derecho a la autodeterminación de estos pueblos. Y también, se destaca la participación protagónica de los jornaleros, componente social mayoritario en la proclamación de la República de Puerto Rico, en el Municipio de Lares en 1868.
Mientras la Corte Suprema de Estados Unidos de América publicaba la vergonzosa decisión de Drett Scott v. Sanford, que discriminaba contra los negros y sus descendientes, negándoles participación en la Constitución, Puerto Rico, a través de su movimiento de liberación nacional, se insertaba en la vigorosa defensa de los derechos humanos de los negros, de los indios y de la mujer. Eugenio María de Hostos en pleno Siglo XIX defendió el derecho de la mujer a educarse y a participar de la educación universitaria. Sus publicaciones constituyen un hito en la historia de la nación. Sus lecciones de derecho constitucional y el reclamo de la personalidad jurídica de Puerto Rico, frente a la invasión norteamericana, constituyen la más alta expresión intelectual y humanista de la nación puertorriqueña de esa época.
Queda demostrado que el activo más grande que ha tenido nuestra nación a lo largo de la historia son los seres humanos que ha producido. Ese sentido de humanidad es factor decisivo a la hora de entender la realidad política, social y económica de Puerto Rico. Otros pueblos han sido privilegiados con abundancia de recursos naturales y materias primas, pero nuestro activo más grande y poderoso ha sido el desarrollo del espíritu. Por eso nos duele tanto lo superficial, lo vulgar, y lo pedrestre de las fuerzas antihistóricas que representan al colonialismo en sus diversas manifestaciones de anexión, territorio y posesión. Esos sectores han traicionado sostenidamente a nuestro Pueblo, pretendiendo interpretar nuestra realidad desde la perspectiva del dinero, las carreteras, los puentes y el tren urbano. La violación de los derechos humanos, en su esencia última, no se resarce con dinero. Los que han vivido y usufructuado el dinero de la colonia a cambio de la violación de los derechos colectivos de la nación, desconocen que la reivindicación más amplia y profunda que puede alcanzar un ser humano es el respeto a su dignidad trascendente.
Esas batallas ilustran nuestra ruta en el camino de la violación de los derechos humanos. Pero el Siglo XX se sacudirá con nuestro más grande activo de humanidad: Pedro Albizu Campos. Cuando todavía no existían la Naciones Unidas, ni se habían aprobado los instrumentos jurídicos que reconocen y protegen a los movimientos de liberación nacional, Albizu y el Partido Nacionalista de Puerto Rico iniciaron la jornada del reclamo del principio de autodeterminación e independencia que aún subsiste. El Partido Nacionalista solicitó y obtuvo asiento en calidad de observador en las Naciones Unidas. Frente a la fantasía de las elecciones y los plebiscitos coloniales, Albizu defendió los derechos humanos colectivos de la nación en el foro internacional. Estableció con agudeza que la presencia de Estados Unidos en el territorio de Puerto Rico es ilegal y violenta las normas de derecho internacional imperativo. Esa es la verdad. Esa es la historia que nos vincula con la América Latina.
Y gracias a ello, se forjó otra generación del Puerto Rico moderno del ‘60 y del ’70 que asumiría las riendas de la lucha de liberación nacional hasta el presente. Soy hijo de campesinos que estudiaron tercer y cuarto grado. Ninguno de ellos defendió el ideal de independencia. Siendo estudiante de primer año en la Universidad de Puerto Rico en 1976, escuché por primera vez a un ser humano explicar lo que significaba el principio de autodeterminación e independencia. Todavía no había leído el libro de Rosa Luxemburgo La cuestión nacional donde se explica el origen del concepto. Me conmoví con la sabiduría y firmeza de sus palabras. Intuía que el orador tenía razón en lo que exponía y que representaba auténticamente a nuestro Pueblo. Ese hombre que conmovió a mi generación, nos educó y nos convocó a luchar por la independencia de Puerto Rico es Juan Mari Brás. Imaginen ustedes lo que representa para nosotros en esta hora crucial de su trascendencia, hablar de este ingente patriota, en la tradición de Albizu, protagonista crucial de nuestra lucha de liberación nacional en la parte final del Siglo XX y XXI.
Su tránsito político es variado, intenso y diverso. Incluye, la fundación de la Juventud Independentista Puertorriqueña (JIP) que presidió en 1944, la participación en la fundación del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) en 1946, la participación en la fundación del Movimiento Pro Independencia (MPI) en 1959, posteriormente transformado en Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) en 1971. Luego participa en el proyecto educativo independentista Causa Común Independentista en 1989 y en 1993 organiza el Encuentro Hostosiano por la Independencia, en el que convergen importantes organizaciones independentistas.
Este destacado líder de la independencia trabajó intensamente en los foros internacionales, en las Naciones Unidas y a nivel local. Publicó importantes escritos en libros y revistas concernientes a la lucha por la independencia, participó en foros radiales, televisivos; publicó en la prensa del país, educó a todos los niveles, ejerció la abogacía en defensa de la nación y todos sus planteamientos y todas sus acciones giraron en torno al reclamo de los derechos humanos de nuestro Pueblo. Fue gestor y fundador, así como catedrático, de la Escuela de Derecho Eugenio María de Hostos en el Oeste de nuestro país.
Su presencia mística en cualquier lugar estremecía la conciencia colectiva del país. Su voz se alzó como un trueno al espacio cónsono con lo que San Juan de la Cruz denominó convocatoria hacia lo más alto en Dichos de luz y amor. Porque su voz y sus acciones tenían el endoso de nuestros antepasados y la autoridad moral de quien habla a nombre de una comunidad histórica.
Se destaca en la trayectoria de trabajo político de Juan Mari Brás el pleito de la ciudadanía de Puerto Rico. Esa controversia jurídica que Juan elevó a la Corte Suprema de Puerto Rico traza las coordenadas de la historia de violaciones a los derechos humanos perpetradas por Estados Unidos desde la invasión de nuestro territorio en 1898. Hostos, definió en un principio el concepto de personalidad jurídica que asiste al Pueblo de Puerto Rico como derecho fundamental. De Diego, en un alegato de derecho memorable frente al Congreso de los Estados Unidos, rechazó la pretensión norteamericana de tratar a los puertorriqueños como nacionales o súbditos. Juan Mari Brás reconstruyó toda esa historia y permitió que el Pueblo de Puerto Rico, en la hora decisiva de su destino, comprendiera que la existencia de la nación tiene vida propia independientemente de la situación jurídica del territorio y de las clasificaciones que se nos atribuyen. Ese triunfo moral, intelectual y humano adelantó la causa de la libertad de esta Patria en más de 50 años. El reencuentro de nuestro Pueblo con su ciudadanía natural constituye la zapata sobre la cual se construirá el futuro de la libertad de esta Nación.
Conocer a Juan Mari Brás significa abordar la lucha por la independencia de Puerto Rico y los reclamos de derechos humanos de los últimos 50 años. Ese proceso se nutre de luchas fundamentales, tales como, la defensa del idioma, nacionalidad y soberanía, denuncia de la situación colonial e intervención militar de nuestro territorio, denuncia de la represión y persecución política del movimiento de liberación nacional, defensa del ambiente y salud de las comunidades, defensa de los recursos naturales, reclamos de derechos civiles y humanos en todas sus manifestaciones, derechos sociales y económicos.
Esa lucha compartida confirma su profundo amor por nuestro Pueblo, el compromiso con su destino, el reclamo de una vida justa y decente en igualdad de condiciones para todos los seres humanos, el compromiso de preservar la existencia colectiva de la nación como centro vital de Latinoamérica, para dejar atrás la explotación y construir un proyecto político y económico en áreas esenciales del derecho a la vida, tales como: salarios, vivienda, salud, educación, organización social comunitaria y otros, apuntalado en la calidad de vida y en el respeto a la persona humana.
El sentido de humanidad que se traduce en la vida de Juan Mari Brás nos permite sostener con firme convicción que en efecto el activo más grande de esta Patria son sus seres humanos. En el Puerto Rico moderno Juan representa la más alta expresión de humanidad frente a un pueblo traicionado, explotado y utilizado por los partidos políticos y grandes intereses económicos, con una historia tergiversada, con instituciones políticas fraudulentas y unos medios de comunicación y de educación social hechos a la medida del entorno colonial.
Herman Hesse, el Premio Nóbel de literatura alemán, nos explica en qué consiste el ejercicio supremo de la bondad en su famoso ensayo El camino del amor:
"El camino del amor es difícil de seguir porque en el mundo se cree poco en el amor y se tropieza por doquier con la desconfianza... Tenemos que seguir hasta el final el camino iniciado, el difícil y solitario camino de la sinceridad y el amor... El amor es la superioridad, la capacidad de comprender, la capacidad de sonreír en el dolor..."
Temprano en el siglo pasado Rosendo Matienzo Cintrón también estableció que era indispensable la transformación espiritual de nuestro Pueblo para un proyecto de reconstrucción nacional:
"... Los partidos políticos son, hoy por hoy en este país, un gran estorbo. El arma... más poderosa que esgrimen... es el insulto al contrario; la fuerza, por ellos empleada, es el odio; no se mueven, generalmente, por amor a la patria, sino inducidos por el vil egoísmo, por el vil interés personal; esos partidos van a las luchas electorales por el ruin medio de determinados grupos; sólo piensan hacer leyes electorales para ganar las elecciones, lo que para ellos significa tener seguro el pan para sus adeptos. ...
La realidad es el amor. El amor que une a las almas no es un sueño. Sólo el que piensa y medita en el amor de sus semejantes es el que acierta...".
La vida de Juan Mari Brás es un acierto. Su norte fue la reivindicación del Pueblo de Puerto Rico y de todos sus componentes. Fue portavoz de un movimiento iniciado por Betances, Hostos y Albizu que se apuntala como una muralla irreductible. El movimiento pro-independencia ha sido a lo largo de los siglos una fuerza moral, una fuerza viva que ha contribuido a forjar una conciencia humanista y progresista, imbuida de valores y de principios que han enriquecido nuestra vida colectiva.
Ante la soledad de nuestro Pueblo y la falta de amor de aquellos que han detentado el poder colonial, Juan Mari Brás contribuyó significativamente en la construcción del camino de la solidaridad y del amor. En momentos de crisis social, tal y como aconsejó el maestro Rabindranaz Tagore, en su inolvidable escrito El sentido de la vida, Juan elevó su humanidad, comprometió su existencia con el colectivo de la nación, asumió todos los sacrificios, personales y familiares, la soledad, el discrimen, la incomprensión y el ostracismo. Como señalara otro pensador alemán, con lucha ha habido que conquistar todo avance en la verdad. Para ello, nos indica, que se requiere grandeza de alma: el servicio a la verdad es el más duro de los servicios.
Y desde esa perspectiva, Juan Mari Brás prevaleció. Todos hemos bebido de sus aguas. Ya no es posible dar marcha atrás. Cuando una fuerza moral desencadena su acción la fuerza bruta no la puede enfrentar ni detener. Queda develado el misterio de por qué la idea de la existencia de la Nación, sus raíces, sus símbolos, ademanes, sus forjas y luchas están vinculadas al movimiento de independencia. No se trata de números ni de estadísticas vitales. Se trata de espíritu y producción de ideas. El camino que abrió Juan Mari Brás es un surco profundo, de enormes raíces, de profusos árboles, fuertes y vigorosos, capaces de resistir el embate del tiempo y de los siglos. Tomen nota los que niegan la existencia de esta Nación, que nuestra lucha se sostiene sobre dimensiones que desconocen y nunca comprenderán. Ese “pa’lante siempre” de Filiberto Ojeda Ríos del 23 de septiembre de 2005, confirma la fiereza y reciedumbre de nuestra lucha. Hasta la victoria final, Juan, indícanos la trinchera, señálanos el camino, y allí estaremos contigo y con nuestro Pueblo. Porque el derecho de nuestra Nación a ser libre, es incuestionable en el curso de la historia de la civilización y de la humanidad. ¡Viva Puerto Rico Libre!