La Reina de las Playas
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- por Federico Cedó Alzamora
El culto a la advocación de la Virgen de La Candelaria ha vuelto a sus orígenes, a las playas, debido quizás a que su milagrosa aparición original tuvo lugar en los oscuros arenales de la playa de Chimisay, en la isla canaria de Tenerife.
Considerando que fue en dicha playa donde realizó sus primeros milagros y donde tuvieron lugar las milagrosas procesiones de luces, teniendo en cuenta que fue en esa misma playa donde le fue construida su primera ermita, su primer santuario y su actual basílica, y que fue en dicha playa donde la funesta riada provocada por un fuerte temporal de lluvia y viento el 7 de noviembre de 1826 arrastró su venerada imagen y la perdió permanentemente en las profundidades del mar, la virgen de La Candelaria ha llegado a ser conocida como “La Reina de Las Playas” y los fieles devotos que visitan su santuario con ofrendas florales o folclóricas y procesiones representando el hallazgo original y traslado de la milagrosa imagen, se tienden luego a tomar el sol sobre las mismas negras arenas cuyo oscuro color refleja un elevado contenido de Magnetita, de origen volcánico, respecto a las cuales las canciones piadosas expresaban festivamente que la Virgen tendía su manto y a disfrutar en la noche de los tradicionales y vistosos despliegues pirotécnicos de fuegos artificiales sin los cuales no estarían completas las fiestas de La Candelaria.
El Santuario de la Virgen de La Candelaria en Tenerife ardió en llamas el 15 de febrero de a1789 y quedó destruido, pero la milagrosa imagen que había aparecido milagrosamente en la Playa de Chimisay fue salvada del fuego y trasladada a la Cueva de San Blas, a la que fue adosada una capilla. Esa villa mariana y playera de Candelaria, que fue la “Cuna de Canarias”, por haber sido allí donde a partir de 1390 se unieron las dos culturas, la guanche y la castellana, pues la Chaxiraxi de los guanches o Virgen de La Candelaria de los cristianos acabó por convertirse en el símbolo de la identidad Canaria.
La villa de Candelaria tiene hoy 22,477 habitantes en sus 50 kilómetros cuadrados de jurisdicción y, sin hacer grandes inversiones, atrae anualmente a dos millones y medio de peregrinos y visitantes que acuden en romería a rendir homenaje a su virgen, que es la Alcaldesa Perpetua Honoraria de la villa, quienes vienen cada 15 de agosto a participar en la tradicional caminata a Candelaria, en la que las multitudes llevan la imagen de la Virgen, acompañada por las primerísimas figuras de la nación, encabezadas por el Rey, desde la playa de Chimisay a la Villa, conmemorando anualmente el traslado original de la milagrosa imagen a raíz de su primera aparición ante los pastores guanches, y disfrutando de las negras arenas de origen volcánico de sus playas, como las de Mayagüez, o de sus festivales de danzas y canciones, los cuales son además sólidas expresiones de la recia identidad del pueblo isleño.
En Mayagüez las fiestas patronales en honor de Nuestra Señora de La Candelaria marcan el fin de las ya de por sí prolongadas fiestas navideñas cuando arden en sus playas los ya secos abetos navideños importados de frías y distantes regiones septentrionales por una opulenta y derrochadora sociedad que no escatima en gastos cuando de festejar se trata. Estas fiestas incluyen la Natividad del Señor, las festividades de despedida del año viejo y celebración de la llegada del nuevo año, la epifanía o fiesta de los Tres Santos Reyes, la Octava de Reyes, la Octavita y la Re-Octava, entre las cuales se celebra el Festival de los Santos Reyes, con diversas fiestas de Reyes de mucho colorido que se celebran en los distintos barrios de la ciudad, donde está muy extendida esa festiva costumbre desde tiempo inmemorial, y el Festival de los Blancos y los Negros, del barrio Paris, en el cual se regalan juguetes a los niños menos afortunados económicamente y se presentan espectáculos de índole artística en la primera semana del año. También se celebra el Festival de Coros y Campanas, el de La Música Típica, el de La Danza Puertorriqueña, el de La Bomba y Plena y el del “Soberao”, que están entre las fiestas de carácter popular más destacadas en Mayagüez.
Las fiestas patronales incluyen en Mayagüez solemnes procesiones religiosas, nutridas paradas cívicas en las que participan los distintos sectores de la población, alegres dianas que recorren las calles al amanecer, picas de juegos de azar, sendas competencias de pulseo y fisiculturismo, brillantes despliegues pirotécnicos y espectáculos artísticos de primer orden y son las fiestas tradicionales de mayor arraigo en el pueblo. Solían ser celebradas en la Plaza de Colón y en el antiguo parque Muñoz Rivera, antes, Plaza de Los Flamboyanes, pero en las últimas tres décadas han sido celebradas, desde la última semana de enero hasta la primera semana de febrero, en los terrenos del Palacio Municipal de los Deportes, en el popular barrio de Paris.
Al llegar a su fin las fiestas patronales en honor a Nuestra Señora de La Candelaria comienza el Carnaval Mayagüezano, el cual dura tres días hasta concluir el Miércoles de Ceniza, cuando comienza la Cuaresma. Esta alegre tradición, la cual adquirió bien merecida fama a comienzos del siglo XX en razón del lujo, boato y esplendor de sus festejos y desfiles, continúa plenamente vigente, aunque fue languideciendo durante los años de la gran depresión hasta que casi desapareció durante los no menos precarios años de la Segunda Guerra Mundial, a comienzos de la década del cuarenta. En 1971, a iniciativa de un grupo de distinguidos ciudadanos, se reanudó, con todo éxito, esa alegre costumbre.
El carnaval mayagüezano comienza tradicionalmente con la espectacular y rumbosa entrada del Rey Momo en la ciudad y luego sigue con la coronación de una reina juvenil y una reina de la edad dorada, e incluye sendos desfiles todas las noches, y culmina con la coronación de la Reina del Carnaval. Concluye al comenzar la cuaresma con el miércoles de Ceniza y es ahí cuando verdaderamente queda cerrado el ciclo formal de las fiestas patronales de La Candelaria, pero en las playas mayagüezanas, de oscuras arenas de origen volcánico como las de Chimisay en Tenerife, las candelarias celestes prolongan espiritualmente dichas fiestas.
A comienzos de febrero, precisamente para las fiestas de la Santa Patrona de Mayagüez, Nuestra Señora la Virgen de La Candelaria, el extraño fenómeno óptico de un hermoso y efímero destello verde que, a modo de luminoso trasunto de la verde candela que llevan en su mano las imágenes de La Virgen, aparece cuando casi todo el disco solar ha quedado oculto tras el horizonte quedando aún a la vista solamente su borde o menisco superior, el cual se transfigura súbita y fugazmente en una fantástica y encendida esmeralda. Esto precede a la aparición de un haz de luz, el cual parece ser de un opaco y evanescente color pálido verde-grisáceo que, por unos instantes, es despedido por el Sol al caer sobre el mar para quedar oculto tras el lejano hontanar del horizonte, dejando solamente, a modo de recuerdo, un leve resplandor cuya vaga luminosidad suele persistir aún en el conticinio de la noche.
En los legendarios y erubescentes crepúsculos mayagüezanos, de incomparables y encendidos tonos rojizos, de fuegos y resplandores nostálgicos de viejas despedidas, evocados e inmortalizados por tantos poetas y literatos suele, a veces, percibirse en los cielos al Oeste, con mayor intensidad que nunca a comienzos de febrero, precisamente para las fiestas de la Santa Patrona de Mayagüez, Nuestra Señora la Virgen de La Candelaria, el extraño fenómeno óptico de un hermoso y efímero destello verde que, a modo de luminoso trasunto de la verde candela que llevan en su mano las imágenes de La Virgen, aparece cuando casi todo el disco solar ha quedado oculto tras el horizonte quedando aún a la vista solamente su borde o menisco superior, el cual se transfigura súbita y fugazmente en una fantástica y encendida esmeralda. Esto precede a la aparición de un haz de luz, el cual parece ser de un opaco y evanescente color pálido verde-grisáceo que, por unos instantes, es despedido por el Sol al caer sobre el mar para quedar oculto tras el lejano hontanar del horizonte, dejando solamente, a modo de recuerdo, un leve resplandor cuya vaga luminosidad suele persistir aún en el conticinio de la noche.
La privilegiada ubicación geográfica de Mayagüez en el globo terráqueo facilita enormemente la visibilidad de tan espectacular manifestación de la naturaleza, particularmente en la época del año cuando los días son más breves. La ciudad mira al Oeste frente al Mar de Las Antillas en el hemisferio boreal, cerca del trópico de Cáncer, que es un círculo menor, paralelo y al Norte del Ecuador.
El portento crepuscular mayagüezano, sugerente y alusivo a la verde candela que lleva en su mano la Vírgen de La Candelaria, parece consistir de tres espectaculares misterios de distinta naturaleza: La esmeralda de los mares de las Antillas, que se aprecia cuando el disco solar está casi oculto tras el horizonte y su parte superior, aún visible, se torna verde, es un efecto óptico.
El pálido haz de verde luz que se vislumbra luego, bien podría ser de naturaleza eléctro-magnética. La débil iluminación o fulgor que se advierte en los cielos mucho después de la puesta del sol, en las noches sin Luna, es posiblemente un efecto de origen sideral.
La luminosa columna crepuscular que forma ese pálido resto de imprecisos fulgores verdosos en los últimos momentos de los espléndidamente agónicos atardeceres mayagüezanos recibe el nombre de luz o fulgor zodiacal, por lucir inclinada y estar orientada en el sentido de la eclíptica o curva aparente que el curso del sol traza en los cielos a través de las constelaciones del zodíaco.
La extraña trinidad de fenómenos celestes conocidos como la esmeralda de las Antillas, el rayo verde y el fulgor zodiacal es una prístina expresión de la presencia divina y un feliz presagio de absoluta esperanza para todos.
De inefables fuegos celestes, fantásticos e inéditos reflejos de ella misma, nace de esta unión la esmeralda de los mares, verde como la esperanza, y como la vida eterna, siempre verde, regalo de Dios y de Mayagüez al mundo.