Cuando la filosofía también ayuda a paliar el dolor
- Detalles
- por Alba Gómez Escudero
La psicoterapia existencial trabaja con cuadros clínicos derivados de disfunciones de la personalidad producidas por su inhabilidad de permanecer en sintonía con la voz propia de su mundo interno. En estos casos, el/la psicoterapeuta de formación y enfoque existencialista asiste al sujeto a estar a solas consigo mismo para que regrese al plan que siempre soñó para darle sentido a su existencia.
Para el Dr. José Felipe González Pabón, Catedrático Titular de Psicología en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, y autor del libro La actitud existencial en la psicoterapia, el psicoterapeuta no es más que el co-piloto de la nave en el viaje de la psicoterapia, pero el consultante retomará el timón de su vida fuera del consultorio luego de prepararse conforme a sus intenciones.
El psicoterapeuta es el “artista liberador” del que hablaban los filósofos existencialistas. La ética de esa liberación exige que ponga a un lado las preconcepciones y la interpretación para que la conciencia del psicoanalizado ocupe el primer lugar en la terapia. Esto lo ayudará a construir una nueva percepción de sí y a enfrentar un cambio que, a su vez, signifique la reubicación creativa y fundamental de sus adentros.
La entrevista
¿Cual es la tesis de su libro La actitud existencial en la psicoterapia?
Ante todo, pretendo hacer una exposición del ser humano como alguien con intencionalidad, alguien que no necesariamente está determinado de ninguna manera en particular, que en su fondo sabe que no es un objeto o una cosa y demostrar que puede salir de cualquier atolladero con su propio esfuerzo. En el proceso psicoterapéutico es frecuente observar al individuo en un estado de menosprecio, por mucho tiempo subestimando su valía personal, en necesidad de una experiencia que le despierte nuevamente ese deseo de encontrarse consigo mismo y de reconocer la manera como se ha contraído o fraguado en su manera de ser. La psicoterapia es un medio, no el único valga aclarar, para facilitar el crecimiento y desarrollo en el mundo en que vivimos. Permite que uno entre, con un psicoterapeuta sensible, en un santuario en el que podemos atendernos y dedicarnos tiempo. Cuando uno anda en automóvil lo trata bien para no terminar a pie, pero, en cambio, no es inusual que nosotros actuemos con horror ante el riesgo o como si fuéramos invulnerables: o nos cohibimos, o nos tiramos al desperdicio y actuamos imprudentemente. Además, es imprescindible reconocer la finitud, lo cual es difícil, pero la muerte es el principal pretexto para aprovechar plenamente el tiempo que estoy vivo. De eso se trata la psicoterapia, de entrar en un proceso donde yo reconozca sin prepotencia mis talentos, habilidades, recursos, y me dedique a cultivarlos, y si hay que salir al mundo no salir con la seguridad absoluta de nada, sino sabiendo que puedo contar conmigo y con lo que yo sé.
¿Y qué tiene que ver en todo esto el existencialismo?
Existe la tradición. Yo reafirmo que puede tenderse un puente de gran pertinencia entre el existencialismo y la psicoterapia. El existencialismo como lo plantea Kauffman, un gran filósofo que estuvo años enseñando en Princeton, es un movimiento de una protesta sostenida del ser humano desafiando todo aquello que lo objetivice (que lo convierta en objeto). En ese sentido es un modo brioso, muy insurrecto con la filosofía tradicional, sobretodo la positivista y la aristotélica, que invierte el orden usual filosófico en la manera de ver al ser humano. Tradicionalmente se cree que la esencia precede a la existencia y aquí, y Sartre lo reitera en El existencialismo es un humanismo, la existencia precede a la esencia. Se trata de colocar al ser humano en el protagonismo principal preferente. En ese sentido la filosofía también ayuda a paliar el dolor.
Y parece que lo impregna todo…
Todo enfoque existente de psicoterapia está asentado sobre filosofía, aun el cientificismo lo está sobre la visión de la filosofía positivista. Este no es un libro de filosofía pero sí se asienta en una psicoterapia fundada en conceptos explícitamente filosóficos. Otros paradigmas no lo hacen explícito aunque vienen de tradiciones filosóficas, digamos, Cartesianas. Yo aquí parto de preceptos filosóficos de lo que ha sido llamado existencialismo que sirven para diseñar y construir un modelo que vincula un quehacer práctico, de escala muy humana como es la psicoterapia, con unas direcciones y unos propósitos particulares que van más allá de la simple formulación de síntomas, de diagnósticos y de etiología, un modelo que trasciende el empiricismo. Yo hago la distinción en el libro entre psicoterapia necesaria, que es establecer al individuo en un nivel de funcionamiento razonable, luego de haber estado perturbado o con mucha incomodidad subjetiva, y la psicoterapia suficiente, que es llevarlo ya por el camino de encontrarse consigo mismo, desarrollar más conciencia, lograr que vaya buscando una dirección y un propósito en su vida y construir significados en ese proceso. Se trata de familiarizarse con unas herramientas que le permitan aprender un proceso para vivir, un modo de vida continua y solidaria donde el consultante pueda actuar, todo el tiempo, como su propio psicoterapeuta, como el centinela de sus mejores intereses.
¿Aparte de los consultantes, a qué otro público va dirigido su libro?
El libro puede ser de utilidad al psicoterapeuta profesional en las diversas áreas de la salud mental, a los docentes que están formando nuevos psicoterapeutas, y puede resultar muy atractivo a las personas que están contemplando entrar en psicoterapia, que actualmente están en psicoterapia o que han estado en psicoterapia. Es un intento de recoger la experiencia clínica que yo he tenido por más de tres décadas, introspectivamente, para significar la tarea y la obra dentro de toda su relevancia. Muchas personas podrían autoexplorarse a través de conceptos que hay aquí, aunque hay que señalar que este no es un libro de autoayuda en el sentido convencional. Más bien es un libro que pretende provocar cuestionamientos y revisiones en la misma persona que lo lee y promover que ésta se encuentre a sí misma.
¿Por qué usted a los pacientes, en vez de pacientes, les llama consultantes?
El concepto paciente está bien atado al paradigma biomédico y sus consecuentes implicaciones. En un momento dado Carl Rogers adoptó una posición divergente en la psicoterapia y les llamó clientes, precisamente porque la connotación de paciente es la de una persona que va, pasivamente, a recibir los servicios de un experto que es quien va a dictar, con la autoridad que le confiere el linaje de su profesión, lo que éste tiene que hacer. En mi escrito yo veo al consultante como un ente activo cuya experiencia y sabiduría personal es legítima y es válida, y que obviamente tiene que asumir responsabilidad como parte del proceso de su crecimiento, de su exploración y de su desarrollo. Yo entiendo que la postura que debemos asumir los psicoterapeutas es la de poner al participante del proceso en la posición de socio principal en la relación. Yo trato de presentarlo en la introducción del libro con una metáfora náutica. Ambos, psicoterapeuta y consultante (paciente) se montan en la misma nave con diferentes funciones pero a nivel de dignidad humana están en un plano equivalente. Y es básicamente por acuerdo, por decisión propia, que nos embarcamos en este proceso.
¿Sin jerarquías?
Sin jerarquías, salvo que el psicoterapeuta reconozca que tiene una influencia que debe ser usada con el único fin de facilitarle a la otra persona (consultante) el entenderse y crecer más. Y es el consultante quien aporta en especie todos los recursos, las habilidades y todo su talento, caudal que el terapeuta tiene que estar dispuesto a recibir como si todo ello viniese de un sabio, sin preconcepciones, sino dispuesto a escuchar qué trae la persona y sobre la marcha, espontánea y fluidamente, ir desarrollando el proceso terapéutico.
Si este proceso es un acuerdo, ¿qué obtiene el psicoterapeuta a cambio?
El psicoterapeuta recibe un aprendizaje pues el paradigma parte del supuesto de que la relación entre el consultante y el psicoterapeuta va ser muy intensa, muy conmovedora, y de que no hay vidas prosaicas, todos los consultantes tienen algo que aportar de gran significado y el psicoterapeuta no es omnisciente u omnipotente. En un lenguaje más contemporáneo y como diría Lyotard, esa relación se basa en una paralogía, en la que hay una conversación donde ambos ganan conocimiento, las cartas náuticas las tiene el terapeuta, pero la dirección a la que queremos ir, el timón, lo dicta el consultante.
Usted dice que el buen psicoterapeuta debe tener una sensibilidad eterna para ejercer este papel. ¿A qué se refiere?
La sensibilidad eterna se refiere a una actitud de curiosidad natural, de provisionalidad en todo lo que supuestamente damos por sentado. Casi todas las perspectivas en la psicoterapia parten de teorías que plantean unas narrativas totalizantes del universo, de que se tiene ‘LA’ manera, en mayúscula, de entender la verdad y el camino. Lo importante a hacer en la psicoterapia es facilitar un clima en el cual la persona pueda escucharse y encontrarse de forma decisiva, que pase por el proceso de reconocer como se autoengaña en un estado inauténtico en el que se está diluido en el “ellos”, en complacer a los demás y en conformarnos a las expectativas y requerimientos del mundo externo. La conversación terapéutica aporta el espacio donde hay un silencio que permite escuchar lo que surge de nosotros, que no es una voz que habla como un gran oráculo y que dice lo que tienes que hacer, pero que sí permite que los sentimientos, impulsos y deseos afloren, y entonces tú identifiques qué son y construyas su significado. Lo que lo fomenta son esas partes menos sumisas, más insurrectas e insurgentes del ser humano, que normalmente las culturas enmascaran para que nos adaptemos al funcionamiento diario. En el momento en que uno atiende las necesidades propias, entonces tiene más fundamentos para elegir, escoger y decidir sobre la marcha en su vida.
¿Cuál de los filósofos existencialistas hubiera sido el mejor psicoterapeuta?
Yo creo que Sócrates es un precursor importante de la psicoterapia, con máximas como “una vida inexplorada no vale la pena” o “conócete a ti mismo”, y su método, básicamente conversacional, que permitía a las personas plantear sus creencias y al cabo de cuestionamientos, reconocer que no tenían verdades absolutas. A Kierkegaard, un filósofo danés protestante, se le atribuye ser el primer gran existencialista, quien fundamentalmente plantea que decidir es algo trascendental y que no está libre de tormentos. Él afirma que “tener la razón no nos absuelve de tomar la decision” y explica, metafóricamente, cómo temblamos al decidir porque tenemos que dar un salto al futuro y a la incertidumbre. El existencialismo ha pasado por filósofos que hablan de lo terrible, de lo espantoso de la vida, y naturalmente, de la muerte. A mí me gusta mucho la posición de Nietzsche, que aunque usualmente no es considerado un existencialista como tal, su posición de decirle SÍ a la vida, con risa, es muy dionisiaca y menos trágica… muchos de los escritos de Jaspers e incluso de Sartre son bastante pesimistas, ellos plantean que la vida es ansiedad, vacío, y que en última instancia es el mismo ser humano quien se salva. Sartre también mencionó que el ser humano vale por el hecho de ser humano y que hace de su vida un proyecto de vida, y eso es una gran afirmación que yo veo muy congruente con la concepción de la psicoterapia.
Presentación del libro La actitud existencial en la psicoterapia¿Quién es José Felipe González-Pabón?
Catedrático Titular de Psicología en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez. Partiendo de sus experiencias en la práctica clínica, sus escritos priman el protagonismo de la intencionalidad en el proceso y contenido de la psicoterapia profunda de adultos.
Doctorado en Rutgers University, New Jersey, con especialidad en Psicología Clínica, hizo su internado en el Massachusetts Mental Health Center, Escuela de Medicina de Harvard en Boston.
Con una trayectoria profesional de treinta y site años González ha ocupado diversos puestos clínicos, investigativos y administrativos, entre los que destacan: ser facultativo en la Administración de Veteranos, la dirección del departamento de psicología del Hospital de Psiquiatría de Rio Piedras, y la Sub-secretaría del Departamento de Servicios Contra la Adicción.
Es también autor del libro: “El abordaje psicoterapéutico de las defensas: Arte del trabajo clínico con la resistencia al cambio” (2005), publicado por la Editorial Cultural y recién terminó un texto titulado “Privilegio a la conversación: Prácticas y tradiciones de la terapia narrativa”, que se espera salga próximamente a la luz pública.