Isla de Mona
- Detalles
- por Amanda Carmona Bosch
Tan práctica y provechosa es la localización y ruta de La Mona, a pesar de los naufragios, que Ponce de León se la disputó al Rey Fernando II de Aragón, quien la requirió como coto privado vacacional y esclavizó su población para abastecer las necesidades de la colonización.
En 1515, después de algunas negociaciones, Fernando II recuperó la isla de manos de Diego Colón, Virrey de las Indias. A su muerte la isla pasó por varios dueños, entre ellos el Cardenal Cisneros, figura de poder dentro del reino y la Inquisición. No sabemos que jamás la hayan visitado pero se enteraron de su valor... no sólo estratégico.
En el pico de su importancia económica, usada como punto de recalada de navegación, proveyó abastos a expediciones que se dirigían al resto del Gran Caribe, y funcionó como parada de descanso para las tripulaciones de los barcos que llevaban esclavos.
Isla productiva
Ya en 1508, los indios abastecían la Isla de Santo Domingo de casabe, maíz, batatas y melones además de hamacas y ropa de algodón. Los indios eran habilidosos y a los invasores se les había hecho la boca agua.
Para 1520 los colonizadores de Borikén también disfrutaban de excelentes chinas, además de otros productos moneases como el ajonjolí que se introdujo en ese período. El asentamiento mantenía estrecha relación con el distrito de Higüey, por ello los litigios entre Puerto Rico y Santo Domingo para explotarla. No es de extrañar, la isla se encuentra a mitad de camino entre una y otra isla grande.
Isla en el camino de todos
Esta ubicación ha marcado su vida como redondeada meseta plana de piedra caliza flotando en medio de un canal furioso que ha desaparecido galeones de colonos y corsarios por igual. Hoy, ese canal traga yolas llenas de nuestros vecinos caribeños quienes a veces tienen la suerte de poder nadar hasta Mona. Como testimonio de esa tragedia humana tan injusta, los pedazos destrozados de yolas se amontonan en la playa Sardinera.
Isla única
Isla de Mona es uno de los ecosistemas más importantes del Caribe. Posee una gran diversidad biológica con especies únicas, algunas prehistóricas; playas paradisíacas de arena blanca; aguas tan cristalinas que se ve hasta 150 pies de profundidad; profundas cavernas interconectadas, pictogramas y petroglifos taínos; extraordinarios arrecifes de coral y acantilados de 200 metros de caída vertical que dan miedo.
Existe un acantilado submarino que se precipita unos 300 pies de profundidad conocido como Roca del Carabinero. El fondo de la base de este acantilado submarino se inclina drásticamente hasta llegar a 1,800 pies de profundidad.
Isla peligrosa
De hecho la rosa tiene espinas. Isla de Mona puede ser verdaderamente peligrosa. Oleaje y corrientes turbulentas y peligrosas cuando ir en lancha es casi la única manera de llegar; temperaturas elevadísimas sin apenas lugares donde cobijarse; carencia de agua potable en un lugar árido; árboles y frutos venenosos; escorpiones letales, vegetación espinosa y lo peor de todo –es fácil desorientarse.
Isla atesorada
Quizás sean estas dificultades las que incitan a tantos a ir a ver un lugar que han llamado las Galápagos del Caribe. Es uno de los lugares más atesorados por los buceadores y escaladores, aventureros y exploradores, pescadores y cazadores (de cerdos y cabras salvajes), geólogos y espeleólogos, biólogos y ecologistas, aficionados a la astronomía y observadores de aves, eco-turistas, estudiantes y profesores.
La observación de aves es muy común en esta isla debido a la gran diversidad. El guaraguao, águila de mar, pelícano pardo, tijerilla y el pitirre son algunas de las aves más comúnmente vistas. La geología espectacular de la Mona atrae científicos visitantes que ya han cartografiado 58 cuevas con una extensión de 25 millas. Pero quedan muchas más por descubrir. Algunas de estas cuevas de roca caliza que se observan en los bordes de los acantilados, están interconectadas formando un sistema cavernario de grandes proporciones. Científicos que trabajan en el Proyecto Mona describieron y bautizaron el Sistema Pájaros, la conexión que comprende las cuevas y se extiende 11 millas por Cueva Lirio, Cueva Faro y Cueva Losetas.
Isla paradisíaca
Hace 500 años la historia era muy diferente. Mona, llamada Amona por los taínos que la habitaban, disfrutaba de muchos más árboles que daban sombra y bajaban la temperatura, suficiente agua en cavernas y en pozos de poca profundidad, y áreas de tierra fértil donde cultivar sus alimentos. Pescaban en piraguas, los kayaks de entonces, y cazaban tórtolas y tortugas marinas. Vivían en el sector Sardinera, al oeste de la isla donde se han encontrado petroglifos y pictografías en las cuevas del área. Cuevas habitadas por enormes cantidades de murciélagos de varias especies y en donde los indios se guarecían.
Hacia 1570 ya casi no quedan ni indios ni colonos. La isla fue prácticamente abandonada.
Isla saqueada
Por los próximos dos siglos por sus aguas de gran profundidad no sólo se deslizaban tiburones, ballenas jorobadas y delfines, sino también piratas y corsarios ingleses, holandeses y especialmente franceses, que atacaban los buques españoles y robaban a indios y a colonos, llegando a quemar el poblado en 1567. Los indios que al principio se escondieron en las cavernas luego se mudaron hacia el interior de la meseta.
Isla refugio
Con la exterminación de los taínos o su traslado a Puerto Rico, éstas se convirtieron en cuevas de piratas, aventureros y bribones, aunque a menudo sus largas extensiones de cavernas interconectadas sirvieron de refugio a libertarios y cimarrones, de las mismas colonias españolas vecinas. Dicen que el corsario Cofresí fue uno de ellos.
Isla de tesoros escondidos
Mona está 90% contorneada por abruptos acantilados, por lo cual había pocas playas para desembarcar pero muchas cuevas. En esas playas se cogían las tortugas marinas y las cuevas, servían de base desde donde atacar galeones españoles. La leyenda cuenta que había tesoros escondidos. De noche, con un cielo resplandeciente de estrellas, mientras los careyes ponían sus huevos en la arena y la gran iguana de Mona se paseaba, oían el retumbar de las olas y... otro sonido que no existe en ninguna otra parte del planeta, se oían... como gotas que caen.
Era el coquí de Mona, un primo del coquí de acá. Se llama Eleutherodactylus monensis. Se encuentra en las cuevas con agua, sumideros, y en el Pozo Portugués.
Isla de cazadores
Secuela de la explotación colonial en términos del ambiente, fue la introducción de animales que resultaron dañinos a largo plazo. Los cabros y cerdos, al ser abandonada la isla más tarde, se convirtieron en plaga salvaje que todavía hoy habita allí donde hace daño. Los cerdos devoran los huevos de iguana y las cabras se comen las plantas que las iguanas comen. Hoy día los cazadores mantienen este daño bajo control.
Isla protegida
El que quiera ir a Mona hoy día debe tramitar su solicitud con 45 días de anticipación y no puede acampar por más de tres. Esta estricta protección de la que Mona disfruta hoy por poco llega tarde.
Desde los primeros colonizadores hasta más allá de la segunda guerra mundial, Mona ha vivido la angustia de la incertidumbre de quién será el próximo que le hará daño o que planificó hacerlo. Codiciada por reyes y disputada por conquistadores, piratas y contrabandistas, compañías americanas y europeas, antes de su actual estatus de hábitat protegido, ecosistema aislado y santuario virgen, La Mona fue alterada, esclavizada, explotada, robada, quemada, dinamitada, bombardeada, militarizada y vandalizada.
Es una esperanza y una alegría que por fin esté protegida. Ahora nos falta conocerla por sí misma, en toda su espectacular belleza.
Isla rica
Sus cavernas, algunas enormes, estaban alfombradas de guano, una mezcla de los excrementos de murciélago sedimentados con otros minerales de la piedra caliza formando una sustancia con un alto grado de fosfato, que formaban capas de hasta un metro de espesor. Desde el siglo 16 este valioso fertilizante agrícola se extraía para la agricultura de Puerto Rico, lo que atrajo a mediados del siglo XIX una operación de minería comercial.
La primera compañía de extracción organizada perteneció a Porrata Doria, de Fajardo y Juan Contreras de Madrid. En el año 1877, treinta dos barcos llevaron 7,830 toneladas métricas de guano de la Isla de Mona a Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Se trajeron obreros de Guadalupe para trabajar en varias cuevas tales como la de Caigo o no caigo, Pájaros, Los Ingleses, Agua, Lirio y Capitán entre otras.
Isla dinamitada y desmontada
En el período de mayor actividad minera se estableció una colonia de entre 200 a 400 mineros. Fue entonces cuando se construyeron los caminos, se dinamitaron bocas de cueva para ensancharlas y se pusieron rieles para carretones de carga que sacaban el guano de la profundidad de la caverna. Algunos arrecifes fueron también dinamitados para que los barcos se pudieran acercar. Se llegaron a explotar casi todas las cuevas de la isla, salvo las más remotas en el norte.
Las huellas del negocio del guano laceraron las entrañas de Mona. Los acampadores y senderistas de hoy, usan las veredas que aquellos abrieron y le pasan por encima a rieles y tornillos oxidados enterrados en la piel pedregosa y antes musgosa de la isla.
Durante este período, los fosfatos de la Mona se embarcaron a Francia, Noruega, Inglaterra, Dinamarca y Alemania. Un alemán llegó a ser dueño de la concesión. No menos de cincuenta barcos se cargaron de este producto entre 1890 y 1892. En 1894, doce barcos se llevaron unas 4,500 toneladas métricas. Debido a la competencia con los depósitos de fosfatos en Perú, Curazao y Florida y la baja en la demanda por el descubrimiento de sustitutos más baratos, la explotación minera llegó a su fin hacia 1927. La minería perturbó grandes áreas de caverna y destruyó muchos potenciales sitios de excavación arqueológica.
Mona pudo respirar cuando los mineros se fueron, pero como en ella se cultivaron parte de los alimentos que utilizaban ellos, le desmontaron muchísimos árboles al limpiar cerca de 200 cuerdas, algunas de las cuales habían estado cubiertas de bosques vírgenes. Mona hace tiempo que no es virgen.
Isla mal sembrada
Si hasta ese momento Mona sufre su destino por negligencia y falta de aprecio, todavía tendrá que afrontar otra alteración a su ambiente. Al pasar a ser Bosque Insular del Gobierno de Estados Unidos en el 1919, jóvenes del Cuerpo de Conservación Civil y otros, trabajaron en las veredas y sembraron caobas y pino australiano en el llano costanero. Se trataba de un programa de la Depresión para crear puestos de trabajo. De estas plantaciones forestales se sacó carbón y postes para la isla grande.
La introducción de estos pinos australianos ha cambiado el hábitat de una de las especies endémicas que corre mayor peligro, la iguana de Mona, Cyclura corneta stejnegeri. La hojarasca que producen esos árboles se depositan en el terreno formando una capa muy gruesa que impide a las iguanas escarbar para hacer sus nidos y poner sus huevos.
Isla de contrabando
A una historia tan poco benéfica para la isla, todavía le depara la delincuencia. Los últimos años de minería coincidieron con los primeros de contrabando de alcohol: ron, whisky y otros licores debido a la prohibición. La estratégica ubicación física de Mona la colocaba, una vez más, en la ruta de comercio legal e ilegal. En 1923, un alijo de licor, drogas y perfumes por valor de 75,000 dólares, fue encontrado en una de sus cuevas.
Isla bombardeada
En un aparente sin sentido, en 1942, a la altura de la Segunda Guerra Mundial, un submarino alemán bombardeó la costa sur de la isla. Este fue uno de los pocos incidentes de la guerra en el Caribe. Tres años después comenzó la Operación Aire Salado (Operation Salt Air), diez años, 1945-1955, de ejercicios militares y bombardeos que la Fuerza Aérea de los Estados Unidos desarrolló en las islas Monito y Desecheo tras el arrendamiento de la Isla como polígono de tiro. El daño que esto haya hecho no lo sabemos.
Isla salvada
El creciente interés en el desarrollo, sea donde sea, provocó que en julio de 1972, la Junta de Calidad Ambiental de Puerto Rico realizara una evaluación científica completa de Mona y Monito utilizando un equipo nacional de científicos voluntarios. También se produjo un informe de dos volúmenes con mapas de características naturales y datos históricos. La geología, los recursos minerales, suelos, recursos hídricos, la arqueología, vegetación, animales e insectos, y la vida pelágica en la isla también se documentaron. Poco después de que los estudios geotécnicos y batimétricos fueron realizados se supo que la intención era determinar la viabilidad de la utilización de Mona como un terminal de aguas profundas para la transferencia de petróleo, de superpetroleros a los pequeños petroleros en ruta a los Estados Unidos. Ese plan que habría sido el final de Mona, nunca se concretó.
Las islas de Mona y Monito -que son administradas por el municipio de Mayagüez- al igual que las aguas circundantes hasta nueve millas náuticas componen la Reserva Natural de Isla de Mona desde el 1985. Las islas fueron declaradas Bosque Insular de Puerto Rico el 22 de diciembre de 1919, bajo la autoridad de la Ley de Bosques (Ley #22, 22 de diciembre de 1917).
Para más información sobre la Isla de la Mona se recomienda el libro “Guía para la Isla de la Mona” (Frank H. Wadsworth, 2003) que se puede adquirir a través del Concilio de Puerto Rico de los Niños Escuchas de América.
Toda solicitud de acampar deberá tramitarse con 45 días de anticipación a la Sección de Uso de Terrenos y Permisos Forestales del DRNA. (Hoja informativa DRNA-Reserva Natural Isla de Mona 4, Departamento de Recursos Naturales de PR).