Mayagüez concluye celebración de los 250 años de su fundación
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- por mayaguezsabeamango.com
Hoy, cuando el presente está lleno de incertidumbre y zozobra en lo económico y lo social, Mayagüez se proyecta con la misma confianza de sus fundadores y de quienes durante sus 250 años de historia la han llamado su patria chica.
La celebración de sus 250 años de fundación inició siendo anfitriona de los mejores Juegos Centroamericanos y del Caribe 2010, remozándose y creando nuevos espacios de crecimiento y oportunidad para una vida más rica material y culturalmente.
Fue el 18 de septiembre de 1760, que un grupo de vecinos dirigidos por Faustino Martínez de Matos, Juan de Silva y Juan de Aponte consiguió de la Corona española el permiso para constituirse en poblado. Aunque su nombre oficial fue Nuestra Señora de la Candelaria, la costumbre pueblerina de referirse al lugar como «en la rivera del Mayagüez» acabó por imponerse con el nombre taíno relativo a las aguas del río.
Esa iniciativa ciudadana tuvo mucho de un acto de fe en las posibilidades del lugar, por cuanto se le impuso la condición de que las gestiones quedaran completadas en el brevísimo plazo de dos años y que los solicitantes asumieran, además, los emolumentos del señor cura y el sacristán.
La aventura tenía un precio altísimo, pues aquellos primeros mayagüezanos, amén de quedar sujetos a perder lo hecho, si no se lograba la totalidad de lo comprometido, garantizaron el éxito de la empresa con sus patrimonios. También tuvieron que salvar el escollo de un pleito incoado por Añasco, que reclamaba que se le quitaba parte de su territorio para la fundación del nuevo poblado.
Afortunadamente, la visión de aquellos hombres se vio plenamente realizada. Mayagüez creció como una ciudad de progreso en todos los órdenes. Poco tiempo después de su fundación, terminando el siglo 18, el tabaco era su producto principal, seguido del arroz y el café, amén de la extensa ganadería en la zona.
La apertura de su puerto en el siglo 19 le fue determinante. Además de la gran actividad comercial que ello produjo, por él llegó una gran inmigración peninsular, europea y de la América en fermento revolucionario, atraída por la Cédula de Gracia y la estabilidad política. Su importancia como segundo puerto del país quedó constatada con la construcción del edificio aduanero, terminando el primer tercio de siglo.
Su progreso es tal que, para esa época, se le concede la designación de Villa y de Juzgado de Primera Instancia. Pero, la adversidad se hizo presente de forma dramática en 1841, al ocurrir el Fuego Grande, que, en ausencia de un acueducto y servicio de bomberos, destruyó 660 de las 700 casas que componían la Villa.
En apenas seis años, Mayagüez recuperó su pujanza económica, apoyada en una actividad portuaria de comercio exterior directo con ciudades europeas, a las cuales exportaba el azúcar de sus 27 haciendas y el café de sus 92 haciendas.
Los niños pobres podían estudiar gratuitamente en el Liceo de Mayagüez y proliferaban las instituciones de enseñanza privada, incluso para niñas, con programas de estudios de gran calidad y variedad. Mientras tanto, se registraban elementos que lo encaminaban en la ruta de la modernidad: la Alcaldía estrenaba un reloj público, se establecía un servicio de serenos, y atendiendo a las necesidades de otro tipo, se construían un cementerio, una cárcel y un hospital militar.
Los fuegos devoraron la ciudad y poco tiempo después, el vómito negro, el cólera morbo y la fiebre amarilla sembraron la muerte en rápida sucesión. La gesta médica y sanitaria del Dr. Ramón Emeterio Betances – más tarde, el «Padre de la Patria» - lo consagró para siempre como el «médico de los pobres». A pesar de ello, el progreso no se detenía.
Para 1858, había servicio de correo con San Juan y el exterior. Justamente, por su inexorable vínculo con el agua, en 1862, es Mayagüez la primera población puertorriqueña en contar con un acueducto.
Para 1868, año del alzamiento en Lares contra la explotación colonial, Mayagüez cuenta con todas las ventajas materiales de la época, a través de una oferta comercial amplia y variada, así como de una gama de servicios artesanales y profesionales.
Iniciado el último tercio del siglo 19, la ciudad tiene telégrafo y el primer ferrocarril urbano, y antes de que concluyera el siglo sus calles se alumbraban con luz eléctrica. En el orden cultural, fue la segunda ciudad puertorriqueña en tener periódicos – llegó a tener docenas de ellos - y una revista semanal, para la década de 1870.
Betances, Lola Rodríguez de Tió, Segundo Ruiz Belvis y Eugenio María de Hostos son sólo los intelectuales más destacados, entre muchos otros, que prestigian los salones culturales y literarios de Mayagüez, en un clima de liberalismo político y social ejemplar.
En la Iglesia de la Candelaria, poniendo la acción junto a la palabra del abolicionismo, Betances y Ruiz Belvis practicaron la manumisión en la pila de las aguas bautismales. En 1874, se funda la Biblioteca Municipal y el Casino de Mayagüez, institución sociocultural que antecede al Ateneo Puertorriqueño por dos años.
Su juventud se educaba en el Liceo y en la Escuela Libre de Música, mucho antes del comienzo del siglo 20. Todo ello, a pesar de la adversidad del fuego de 1874 que destruye dos tercios del barrio Salud y del huracán San Felipe y la epidemia de viruelas negras de 1876. No es en balde que 1877 es el año en que Mayagüez recibe la designación de «Ciudad», como un reconocimiento a su categoría poblacional y a la tenacidad con la que luchaba por salir adelante ante los retos del destino.
A la llegada de las tropas de Estados Unidos en 1898, ya la ciudad se había ganado el título real de «Excelencia», bien habido, por un progreso que ya incluía el mejor mercado público del país, un asilo de pobres, un tranvía desde la ciudad hasta el barrio Guanajibo y el comienzo de una red telefónica.
La ciudad se enorgullecía de tener el índice de alfabetización más alto de todo el país. Tal era su situación general que, en 1899, el New York Times describe a Mayagüez como una de las ciudades más ricas y de mejor apariencia en Puerto Rico.
En 1899, la ciudad sufre el embate del huracán San Ciriaco. A pesar de ello, su vida recibe el impulso importante del establecimiento de la Estación Experimental Agrícola en 1901, la cual sirve de precursora del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas, en 1912, gestionado por José de Diego y Luís Muñoz Rivera.
Pero, ese impulso queda abruptamente detenido por el terremoto de 1918, sismo que destruye 735 edificaciones en la ciudad. Ocho meses después, se incendia el Teatro Yagüez.
La década que le sigue es de reconstrucción, y en ella es la industria de la aguja la que adquiere singular protagonismo, aportando a la economía, ese 1929 cuando se inicia la Gran Depresión, la respetable suma de 14 millones de dólares. Las calamidades no cesaban, y en 1933, el desborde del río Yagüez produce una gran inundación.
A fines de la década de los años 30, esas aguas, cuya pureza es certificada científicamente, son la base para una floreciente industria cervecera, que se vino a sumar a la de ron de gran calidad. Comenzando la década del 1960, por las aguas de su puerto llega y se va el atún luego de ser procesado y enlatado en agua, proceso industrial que, en un principio, aporta 300 empleos y genera una nómina de $800,000.
La presencia del Colegio es definitoria de la ciudad. El Colegio pone a Mayagüez para siempre en lugar de privilegio en el mapa de la educación superior internacional. Jalonado por ese desarrollo académico, poco después se crea el Centro Cultural, con teatro, biblioteca y archivo histórico.
Al principio de los años 70 se establece el Centro Médico Dr. Ramón Emeterio Betances, uniéndosele más tarde el Jardín Zoológico Dr. Juan A. Rivero, y el Parque de los Próceres, como testimonio de gratitud y reconocimiento a los grandes de la patria. La iglesia terminada en 1763 se convierte en catedral, por virtud de ser la sede de la Diócesis de Mayagüez.
Ya Eugenio María de Hostos, el «Ciudadano de América» y Maestro continental, nacido a la vera del Río Cañas, había escrito con letras de oro el nombre de su pueblo en los anales de la educación y la cultura de este hemisferio. Juan Rius Rivera había hecho lo propio en los de la historia de la lucha por la libertad. Ellos son solo dos de los muchos mayagüezanos que han prestigiado a su pueblo y a su país.
Hoy día son muchos los mayagüezanos que destacan, profesional, cultural y deportivamente. Y con ellos celebramos las hazañas de los nuestros y de aquellos que han hecho suya nuestra ciudad.
Actividades conmemorativas auspiciadas por el Municipio de Mayagüez:
17 de septiembre: Sangria Fest en el Parque del Litoral.
18 de septiembre: carrera ciclista en honor a los Fundadores. Inscripciones entre las 7:00am y las 8:30am. Carrera: 9:00am
18 de septiembre: a partir de las 11:00am se celebrará la misa en honor a los Fundadores, la ofrenda floral en el monumento a su memoria y un acto artístico con la participación de Jerry Rodríguez, el trovador y su grupo.
29 de septiembre: presentación de libro "El fundador de Mayagüez y los cuadernos mayagüezanos" del Lcdo. Federico Cedó Alzamora, a cargo del Dr. Fernando Bayron Toro. Teatro Yaguez: 7:00pm.