Mayagüez sabe a mangó… y a béisbol
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- por Elliott Castro Tirado *
Como sacado de un libreto preparado por el más creativo autor o director, el béisbol profesional tuvo un final dramático y exitoso con el campeonato logrado por los Indios de Mayagüez. Sin embargo, fue “A PESAR DE” y no “GRACIAS A” las gestiones y decisiones tomadas por los directivos de la liga, que son los dueños de los equipos.
Mayagüez es un pueblo deportista apasionado, que disfruta y celebra los triunfos de sus atletas y equipos, pero que también sufre sus derrotas, esencialmente en el béisbol.
Contrario a lo que ocurría décadas atrás, ahora son muy pocos los peloteros refuerzos que repiten y los mejores puertorriqueños sólo participan aquí cuando muy jóvenes o en las postrimerías de sus carreras. Con contadísimas excepciones, en cuanto se establecen en Grandes Ligas dejan de jugar en la Isla.
Los que sí juegan todos los años son aquellos boricuas que no pudieron establecerse en las Mayores, pero que se mantienen activos todo el año, pues en verano lo hacen en Japón, México, otras ligas independientes o en la Doble A local, tras abrir sus puertas a los profesionales.
El contar con la mayor cantidad de esos puertorriqueños que juegan aquí y así depender menos de los refuerzos, ha convertido a Mayagüez en el equipo más consistente de la Liga desde mediados de la década del ochenta, pues se coronaron en cinco de los siete torneos disputados entre 1983 y el 91. Luego lo hicieron cuatro veces más en los noventa y otras tres en la primera década del nuevo siglo.
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De la escuadra que alineó en el juego inaugural de esta campaña, los únicos que también lo hicieron en el partido que les dio el campeonato fueron el receptor Martín “Machete” Maldonado, el jardinero Jesús “Motorita” Feliciano y el jugador del cuadro Irvin Falú, aunque éste abrió como intermedista y cerró como campo corto.
El inicialista era el estadounidense Koby Clemens, quien abandonó el equipo, arrastrado por su padre Roger, supuestamente por temor a su seguridad, cuando la realidad era que lo iban a botar, pues estaba bateando .187.
El tercera base era el refuerzo Jeremy Farrell, quien también fue despachado tras haber acumulado el raquítico promedio de .175. El campo corto original era el estelar Ángel Sánchez, quien no pudo completar la campaña por orden de su equipo de las Grandes Ligas.
Mickey Negrón estaba en jardín izquierdo la noche inaugural y fue uno de los baluartes del equipo todo el torneo. Lamentablemente, no pudo participar en la final por una lesión. El central era Raymond Krummy, quien acumuló .220 en lo que duró. El bateador designado fue el toletero cubano José Julio Ruiz, quien no pudo aportar en los partidos finales, pues tuvo que marcharse por problemas con su visado.
Mayagüez fue de menos a más
Mayagüez no fue un equipo dominante en la serie regular, en la que finalizó tercero (entre cuatro) con marca de 20-21, apenas juego y medio sobre Carolina, que fue el único eliminado con 19-23. Colectivamente fue el que anotó menos carreras (130), el que pegó menos cuadrangulares (18) y el que se robó menos bases (15). El lado positivo fue que sus bateadores fueron líderes en triples (15), los que menos se poncharon (233) y los que recibieron la mayor cantidad de bases (170), lo que muestra una tendencia colectiva de mucha paciencia. Sus lanzadores fueron los que permitieron la mayor cantidad de jits y cuadrangulares.
Por distintas razones, los Indios fueron perdiendo algunos de sus estelares. Aun así en la semifinal eliminaron a los Leones, ganando tres veces en Ponce.
Aunque Mayagüez hubiera podido presentar toda su escuadra, en la final los Criollos hubieran salido favoritos por la forma consistente en que jugaron toda la serie regular. Es que Mayagüez perdió por lesiones a sus tres bateadores de mayor poder, que formaban el corazón de la alineación ofensiva. Ellos fueron el inicialista y cuarto bate Randy Ruiz, el cubano bateador designado José Julio Ruiz y el confiable jardinero Mickey Negrón. Para completar dos de sus lanzadores estadounidenses también se marcharon.
Antes habían perdido al intermedista Ángel Sánchez y al jardinero Andrés Torres quienes fueron reclamados por sus equipos de las Mayores, en abierta violación a los estatutos vigentes.
Sin embargo, y a pesar de los pesares, el dirigente Dave Miley logró crear ese sentido de grupo en el que todos sus componentes se sentían vitales y así le sacó el máximo, tanto a los regulares como a los del banco. Además demostró enormes dotes de creatividad, recurriendo en ocasiones a abrir juegos con relevistas, ante la falta de profundidad de su cuerpo monticular.
En el proceso los directivos de los Indios entraron en serias polémicas públicas con los directivos de la Liga y específicamente con los de Caguas. La tiraera se avivó en las redes sociales con la participación de varios de los principales jugadores y de un grupo de fanáticos de ambos equipos. Mayagüez asumió el papel de víctimas en pelea desigual contra el Mundo.
Para sustituir a los que partieron, los Indios hicieron adquisiciones vitales pero también tuvieron que poner parchos. Por ejemplo, adquirieron al establecido Rubén Gotay (.296 en la postemporada), quien no tuvo reparos en defender la inicial, aunque siempre ha sido jugador de otras posiciones del cuadro interior. Sergio Miranda fue el Novato del Año del pasado torneo, pero en éste fue un fracaso ofensivo con Ponce. Sin embargo, con Mayagüez bateó .354 en la postemporada y fue estable en la intermedia. Danny González se integró tarde pero llegó con el título de campeón bate en Panamá. En la final defendió la antesala y aportó en la ofensiva.
El jardinero central “Motorita” Feliciano (.300 en las finales) fue el único jardinero estable en todo el torneo. En vez de completar con Mikey Negrón y Andrés Torres, como habían programado, en el partido final del torneo en el izquierdo estaba Danny Ortiz y en el derecho Eddie Rosario, dos jóvenes sin experiencia. De los equipos eliminados llegó Jeff Domínguez, quien pasó a ser el cuarto bate y terminó como designado.
Ese equipo remendado, sin las que se suponía fueran sus principales figuras, con peloteros fuera de posición y con jóvenes sin experiencia previa asumiendo roles protagónicos en la final derrotó de forma decisiva a Caguas cinco victorias por tres. Su promedio de bateo colectivo aumentó de .259 en la regular a .291 en las finales, por mucho el mejor entre los tres que llegaron. Mientras en 41 partidos en la regular, apenas conectaron 18 cuadrangulares para raquítico promedio de menos de uno por cada dos encuentros, en los trece de las finales sacaron once pelotas para promedio de .85 por juego. Del mismo modo aumentaron considerablemente su cantidad de carreras anotadas de promedio de 3,2 por juego en la regular a 4.6.
Por otro lado, sus lanzadores también se crecieron, aun sin algunos de los que se suponía fueran sus estelares. Su efectividad colectiva también se redujo de 3.49 a 2.57.
A fin de cuentas – volvieron a ganar los HOMBRES y no los NOMBRES, en esta ocasión para deleite de los miles de fanáticos, que salieron de sus casas para abarrotar el estadio para celebrar el campeonato número 17 de los Indios de Mayagüez.
* Publicado en Claridad, 31 de enero de 2012.