Aquí se llama mangó la fruta divina
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- por Millie Gil
Es muy probable que la primera semilla de mangó que llegó a Puerto Rico hiciera una larga travesía como polizón en el bolsillo de algún viajero inglés o español a principios del siglo XVIII.
Parece que fue así que los monjes budistas las llevaron en sus viajes a Malasia y al este de Asia en los siglos IV y V AC. Las referencias documentadas del mangó en escrituras hindúes del año 4000 AC dan cuenta de que los monjes budistas cultivaban y consumían la fruta -originaria del sureste de Asia e India- pues la consideraban sagrada, entre otras cosas porque el Buda personalmente meditaba bajo un árbol de mangó.
En Mayagüez no sabemos cuantos han meditado bajo un mangó como el Buda, lo que sí sabemos es que el tronco de un frondoso mangó salvó la vida de la esposa y los hijos de un jefe separatista de la insurrección de Lares.
Según cuenta el historiador oficial de Mayagüez, Lcdo. Federico Cedó Alzamora la mujer era la esposa de don Francisco J. Méndez que al ser saqueada su casa por las fuerzas militares, buscando escapar de la injusticia y la opresión, Doña Ana Martínez Pumarejo “llevó a sus hijos a buscar refugio al amparo de un corpulento árbol de mangó, bajo la protección de cuyas fuertes ramas instaló impávida su improvisado hogar”.
Brasil fue el primer país americano que conoció la venerada y pulposa fruta -que al parecer trajeron los portugueses- antes que Cuba, México, Jamaica, Puerto Rico y otras islas del Caribe. Hoy día, alrededor del Mundo se han reconocido sobre mil variedades de mangó. En Puerto Rico hay alrededor de dos mil 700 cuerdas en huertos organizados de variedades comerciales. De las variedades criollas la que se considera superior es la mayagüezana.
El mangó mayagüezano, que se encuentra abundantemente en la zona oeste de la Isla, es la mejor de todas las variedades criollas con fibras. El árbol tiene un gran porte. Es de crecimiento vigoroso, follaje cerrado, ancho y de color verde oscuro Tiene raíces profundas y muy fuertes, resistentes a las variaciones del clima tropical. El mangó de Mayagüez, de pulpa amarillo intenso, sabor agradable, dulce y fibroso, es pequeño y tiene forma de corazón. Es, según el agrónomo especialista en frutas, José Zamora Echevarría “la variedad que mejor se adapta a las condiciones ambientales de la zona oeste y se usa comúnmente como patrón para las variedades comerciales que se cultivan en la región sur,” de Puerto Rico.
El mangó se ha cultivado en Puerto Rico desde 1750 aproximadamente. Actualmente se exporta con mucho éxito y aceptación hacia los Estados Unidos donde se aprecia su gran sabor y aroma. De hecho, un programa de mejora del mangó comenzó en 1948 con la introducción y ensayo de más de 150 cultivares superiores de la Universidad de Puerto Rico. Por su atmósfera seca, la costa sur de la isla, donde se producen grandes cantidades sin necesidad de fumigación para el control de plagas, es la más adecuada para el cultivo del mangó. La producción de mangó en Puerto Rico se estima en unos 50 millones de frutas de árboles espontáneos diseminados a lo largo de las carreteras y fincas. Eso es sin contar los que producen los árboles en los patios de miles de casas alrededor de la isla.
De hecho, según el director del Instituto Internacional de Dasonomía Tropical, Dr. Ariel Lugo el mangó ha sido cultivado y naturalizado tan extensamente, que en Puerto Rico ya forma parte de nuestros bosques. Aunque aquí hay establecidas miles de cuerdas de mangó, el mayagüezano es de los pocos que se exportan al mercado exterior junto a frutas de variedades selectas.
Hay quien dice que la universalidad de la fama del mangó se pone de manifiesto por el amplio uso de su nombre, y en ese apartado los boricuas plantamos bandera. A la prueba me remito. Es mango en inglés y español. En francés se dice mangot, mangue, manguier. Mangou o mangueira en portugués. Manja es en neerlandés. En África se llama mangou o mangoro. Sólo en Borinquen es mangó. La especialista en lingüística, Luz Nereida Pérez no sabe en que momento se le puso la tilde a la fruta nuestra. Sin embargo, cree recordar que alguien le dijo que el acento sirvió para cuadrar la rima en los versos de una canción.
Cuando venga a Mayagüez, no se resista a la tentación de comerse un mangó maduro, dulce y jugoso. Da igual que lo monde o lo devore a mordiscos. De cualquier forma, en cada bocado de su rica pulpa se concentra la esencia de nuestra gente y el sabor de nuestro pueblo. Ya lo dijo el poeta en sus versos elocuentes: San Juan sabe a coco de agua, Humacao a corazón, Ponce a níspero y quenepa, Mayagüez sabe a mangó. (Luís Llorens Torres).