Mayagüez: una ciudad de 253 años
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- por mayaguezsabeamango.com
Un día como hoy, hace 253 años, un grupo de vecinos dirigidos por Faustino Martínez de Matos, Juan de Silva y Juan de Aponte consiguió de la Corona española el permiso para constituirse en poblado.
Esa iniciativa ciudadana, del 18 de septiembre de 1760, tuvo mucho de un acto de fe en las posibilidades del lugar, porque a loso fundadores se les impuso la condición de que las gestiones quedarían completadas en el brevísimo plazo de dos años y que los solicitantes asumieran, además, los emolumentos del señor cura y el sacristán.
La aventura tenía un precio altísimo, pues aquellos primeros mayagüezanos, amén de quedar sujetos a perder lo hecho, si no se lograba la totalidad de lo comprometido, garantizaron el éxito de la empresa con sus patrimonios. También tuvieron que salvar el escollo de un pleito incoado por Añasco, que reclamaba que se le quitaba parte de su territorio para la fundación del nuevo poblado.
La apertura de su puerto en el siglo 19 le fue determinante. Además de la gran actividad comercial que ello produjo, por él llegó una gran inmigración peninsular, europea y de la América en fermento revolucionario, atraída por la Cédula de Gracia y la estabilidad política. Su importancia como segundo puerto del país quedó constatada con la construcción del edificio aduanero, terminando el primer tercio de siglo.
Su progreso es tal que, para esa época, se le concede la designación de Villa y de Juzgado de Primera Instancia.
Seis años después del devastador Fuego Grande, en 1841, Mayagüez recuperó su pujanza económica, apoyada en una actividad portuaria de comercio exterior directo con ciudades europeas, a las cuales exportaba el azúcar de sus 27 haciendas y el café de sus 92 haciendas.
Los niños pobres podían estudiar gratuitamente en el Liceo de Mayagüez y proliferaban las instituciones de enseñanza privada, incluso para niñas. Mientras tanto, se registraban elementos que lo encaminaban en la ruta de la modernidad: la Alcaldía estrenaba un reloj público, se establecía un servicio de serenos, y atendiendo a las necesidades de otro tipo, se construían un cementerio, una cárcel y un hospital militar.
Para 1858, había servicio de correo con San Juan y el exterior. Justamente, por su inexorable vínculo con el agua, en 1862, es Mayagüez la primera población puertorriqueña en contar con un acueducto.
Iniciado el último tercio del siglo 19, la ciudad tiene telégrafo y el primer ferrocarril urbano, y antes de que concluyera el siglo sus calles se alumbraban con luz eléctrica. En el orden cultural, fue la segunda ciudad puertorriqueña en tener periódicos – llegó a tener docenas de ellos - y una revista semanal, para la década de 1870.
Ramón Emeterio Betances, Lola Rodríguez de Tió, Segundo Ruiz Belvis y Eugenio María de Hostos son sólo los intelectuales más destacados, entre muchos otros, que prestigian los salones culturales y literarios de Mayagüez, en un clima de liberalismo político y social ejemplar.
En la Iglesia de la Candelaria, poniendo la acción junto a la palabra del abolicionismo, Betances y Ruiz Belvis practicaron la manumisión en la pila de las aguas bautismales. En 1874, se funda la Biblioteca Municipal y el Casino de Mayagüez, institución sociocultural que antecede al Ateneo Puertorriqueño por dos años.
A la llegada de las tropas de Estados Unidos en 1898, ya la ciudad se había ganado el título real de «Excelencia», bien habido, por un progreso que ya incluía el mejor mercado público del país, un asilo de pobres, un tranvía desde la ciudad hasta el barrio Guanajibo y el comienzo de una red telefónica.
La ciudad se enorgullecía de tener el índice de alfabetización más alto de todo el país. Tal era su situación general que, en 1899, el New York Times describe a Mayagüez como una de las ciudades más ricas y de mejor apariencia en Puerto Rico.
La vida de los mayagüezanos recibe el impulso importante del establecimiento de la Estación Experimental Agrícola en 1901, la cual sirve de precursora del Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas, en 1912, gestionado por José de Diego y Luís Muñoz Rivera.
La presencia del Colegio es definitoria de la ciudad. El Colegio pone a Mayagüez para siempre en lugar de privilegio en el mapa de la educación superior internacional. Jalonado por ese desarrollo académico, poco después se crea el Centro Cultural, con teatro, biblioteca y archivo histórico.
Hoy día son muchos los mayagüezanos que destacan, profesional, cultural y deportivamente. Y con ellos celebramos las hazañas de los nuestros y de aquellos que han hecho suya nuestra ciudad.
Aunque su nombre oficial fue Nuestra Señora de la Candelaria, la costumbre pueblerina de referirse al lugar como “en la rivera del Mayagüez” acabó por imponerse con el nombre taíno relativo a las aguas del río.