Una hazaña sin precedentes: Puerto Rico tiene su primera patente en biotecnología
Desde el año 2008, uno de los secretos mejor guardados en Puerto Rico es la invención de una proteína biomarcadora (que marca células cancerosas) para el tratamiento de cáncer de próstata, así como para el cáncer de páncreas, que es considerado como la cuarta causa de muerte en el mundo.
El hallazgo es resultado del trabajo de la investigadora Belinda Pastrana, catedrática de Química del Recinto de Mayagüez, de la Universidad de Puerto Rico. La proteína será elaborada por la compañía Protein Dinamic Solutions, incorporada por la investigadora.
Los biomarcadores son marcadores de células cancerosas o de tumor, sustancias o estructuras químicas presentes en la superficie de las células o dentro de ellas, o en el suero. Pueden ayudar a los médicos a determinar cuándo es necesario administrar el tratamiento (y el tipo de tratamiento para administrar) al identificar enfermedades que progresarán más rápidamente o tendrán una respuesta mejor o peor a ciertos tratamientos.
Pastrana y su equipo son inquilinos en la planta Bioprocess Development and Training Complex, ubicada en el parque industrial de Guanajibo de Mayagüez, que maneja el Corredor Tecnoeconómico de Puerto Rico (PRTEC por sus siglas en inglés). Nelson Perea Fas, director ejecutivo allí, reveló algunos detalles: “Lo que es particular de este caso es que es la primera ocasión en que un profesor, en este caso profesora de la universidad, genera una patente de la cual la universidad es dueña. Crea una compañía para licenciar la patente; ella tiene el derecho de desarrollar eso a nivel empresarial y comercial. De los frutos económicos de eso, tiene que darle una parte a la universidad y otra parte va a la empresa. Esto nunca había ocurrido. Es la primera vez que ocurre un caso como este. Por lo general no pasaba nada con las investigaciones y patentes, se quedaban en los escritorios de la universidad”.
Es poco lo que se sabe de las empresas de biotecnología en la isla. A veces pareciera que nos referimos a un espejismo. Pero lo cierto es que esta patente para la producción de la proteína fue finalmente aprobada en 2012 por la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos, y poco después, comenzó el proceso de negociación con la universidad.
La gestora de esta iniciativa confesó durante la entrevista que ha sido lento el proceso de negociar con la UPR un acuerdo comercial positivo para ambas partes. “Nosotros llevamos dos años tratando de negociar con administración central de la Universidad de Puerto Rico. Estamos en medio de la negociación”, dijo con cierta resignación.
¿Por qué ha tardado tanto ese proceso de negociación con la UPR?
No tengo idea. Hay cambios administrativos en la UPR. Se está creando la Oficina de Tecnología de Transferencia. Y estamos ahora a la espera de que haya esa primera oportunidad con estos cambios.
¿Cómo logró usted echar adelante una invención como esta?
Siempre he estado interesada en la caracterización de proteínas. Es decir, en estudiarlas, conocer cuál es su estructura y su función dentro del cuerpo humano, y cuán estables son. Al conocer cómo ellas se comportan, se pueden diseñar los nuevos medicamentos. Se oye mucho que un defecto genético causa una enfermedad. La proteína es la molécula de acción. Toda enfermedad es debida al mal funcionamiento de una o varias proteínas.
Es algo que vengo haciendo desde que era estudiante subgraduada en el Recinto Universitario Humacao, en el 1984. Es una trayectoria de vida. Hice el doctorado en Rutgers University. Me concentré en aislar una proteína que se encuentra en el pulmón, y gracias a ella podemos respirar. Se llama SP-C. Fueron las primeras investigaciones en donde la investigación de laboratorio tenía una importancia clínica. En 1996 comienzo como integrante de facultad en Universidad de Puerto Rico en Mayagüez hasta la fecha de hoy y he estado todo este tiempo, estudiando las interacciones entre proteínas.
Durante 15 años obtuve fondos de National Institute of Health (NIH), y fue durante ese tiempo que junto a mi postdoc, Ibon Iloro, un estudiante español junto a el que logramos desarrollar la patente, ya para 2008. Esa patente es para la caracterización de proteínas. No hay otra patente igual en la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos. Presentamos una invención única y queremos la protección de la misma, patentizando. Esto se hace a través de la universidad, porque como se hizo con fondos federales, estamos obligados a hacerlo dentro de la universidad.
¿Qué ocurrió después de que sometieron su invento en 2008?
Es típico que las patentes en el área de biotecnología tarden cuatro años en defenderse y lograr que se aprueben. Existen unos examinadores asignados a la patente y ellos tratan de refutarla mediante el conocimiento previo sobre el tema. No puede ser una invención obvia. Ellos recopilan todos los artículos científicos que se hayan publicado a nivel mundial. El proceso sirve para negar o aprobar la patente. Tuve que una y otra vez defender la originalidad, el significado y el uso de mi propuesta. Esto lo hice sola porque es una propiedad intelectual que hay que protegerla y no podía diseminarla. Asumí esa responsabilidad, como un secreto de marca (trade secret), porque no puede ser de dominio público hasta que se aprueba. Solo lo sabía un bufete de abogados de la Universidad de Puerto Rico: Heath, Hogund y Panias, que representa a la UPR para someter la patente. Ellos defienden la parte legal y yo la parte científica. Ellos son los mediadores.
¿Por qué no había ocurrido antes y no ocurre más a menudo este tipo de emprendimiento?
La universidad tiene mas de 50 patentes hoy día, de las cuales muy pocas las ha logrado licenciar. Es por una dinámica que ocurre en las universidades: el ente comercializante interesado en la patente se resistía a ir a la universidad para comercializar. Esto hasta ocurre aquí, ocurre en Harvard y MIT. Se hacía bien difícil traer a esa compañía para decir ‘tengo una solución para ustedes, vamos a hacer negocio’. Ahora hay un modelo nuevo. Ha funcionado bien en universidades como Georgia Tech o la Universidad de Florida, entre otras.
En septiembre de 2012 se aprueba finalmente. Yo otorgo la patente a la Universidad, que es lo que estoy obligada a hacer, y de ese momento en adelante, tengo un socio, que es William Lockwood [pasado presidente del Banco Gubernamental de Fomento], y fundo la compañía junto a él. Se me permite mediante la Ley 150 de 2010, comercializar la patente, pues ahora se reconoce que el inventor/investigador puede comercializar. No hay conflictos éticos; la Ley de Ética se enmienda para que esto pueda ocurrir.
Antes de esto ningún investigador que sometiera patente podía comercializar. El mío es el primer caso en que la investigadora/inventora está negociando una licencia con la universidad.
¿Qué pasará ahora?
Nosotros fundamos la compañía basada en la aprobación de la patente. La patente protege el negocio. Hemos logrado de forma independiente, establecer la empresa; ya tenemos la producción de una proteína biomarcadora para el cáncer pancreático.
Nosotros llevamos dos años tratando de negociar con administración central de la Universidad de Puerto Rico. Estamos en medio de la negociación.
Esto es un proyecto de estímulo económico. Se produce algo que no es servicio sino un producto, y también servimos al país. Los productos de proteínas son de alto valor, ya sea de investigación o a nivel clínico, que cuesta más. Son las nuevas drogas, los medicamentos para el futuro.
También estamos tratando de desarrollar una segunda patente. Actualmente somos cinco personas en la compañía. Y tengo estudiantes de práctica. Sometimos una propuesta a NSF (National Science Foundation) con miras a poder seguir en esta aventura.