La Guerra de Corea y los soldados puertorriqueños
- Detalles
- por mayaguezsabeamango.com
El 10 de junio de 2014, el presidente estadounidense Barack Obama firmó el proyecto 1726 que ordena otorgarle la Medalla de Oro del Congreso, el más alto reconocimiento civil en Estados Unidos, junto a la Medalla Presidencial de la Libertad, a los Borinqueneers, la última unidad segregada del Ejército estadounidense integrado por boricuas de la Isla.
Hay que preguntarse si no llega muy tarde el reconocimiento a la valentía de los soldados y si no se queda corto al no ofrecerse una disculpa presidencial por la flagrante humillación a los nuestros.
El 24 de diciembre de 1950, los Borinqueneers, fueron los últimos en abandonar el puerto de Hungham “tras haberle salvado el pellejo” a la Primera División de la Infantería de Marina (Marines), en plena huida de la contraofensiva china durante la Guerra de Corea.
A pesar de los servicios meritorios al ejército estadounidense desde 1899, los honores, condecoraciones y tributos por sus ejecutorias, cientos de soldados boricuas fueron convictos por cortes marciales a condenas desproporcionadas y deshonra por negarse a pelear con el enemigo y desobedecer las órdenes de sus superiores en una operación militar en la que habrían sido masacrados. Así, las cosas, la batalla más feroz de los Borinqueneers no fue en el campo de batalla.
Que le afeiten el bigote
“La más grande humillación a los boricuas llegaría a fines de septiembre luego del desastre de la colina Kelly”, explica la historiadora y profesora universitaria, Silvia Álvarez Curbelo, quien recuerda que “los partes de guerra en los periódicos de Puerto Rico hablan de los cadáveres boricuas que cubrían la colina”. Cuando el comandante del regimiento Juan César Cordero Dávila “fue relevado del mando y en su lugar se nombró a un comandante norteamericano una de cuyas primeras órdenes tuvo el efecto de una castración: mandó a afeitarle el bigote a todos los soldados de la unidad”.
Semanas después de Kelly, unos graves incidentes de insubordinación involucraron a casi 300 soldados del regimiento. “Alrededor de cien fueron convictos y condenados en juicios relámpagos a penas que fluctuaban entre los dos y los dieciséis años. Un clima generalizado de racismo y tratamiento desigual se advierte en los procedimientos tanto en los alegatos de la parte acusadora como en las débiles e indiferentes defensas provistas por abogados militares de oficio”, acotó.
El 65, “no solo estuvo más días bajo fuego, cubrió más territorio, capturó más combatientes enemigos y experimentó menos deserciones que la mayor parte de las unidades participantes, sino que a los boricuas se les escatimó reconocimiento hasta el punto en que ninguno de sus integrantes obtuvo la Medalla de Honor, la más alta distinción militar, a pesar de actos probados de heroísmo y efectividad en el campo de batalla”, según narran algunos soldados que participaron en el conflicto coreano.
“Tanto desde el punto de vista estrictamente militar como desde el simbólico, el regimiento parecía haber descargado su función admirablemente”, insiste Álvarez Curbelo.
Gilberto Villahermosa, un experto en historia militar revela, en el documental The Borinqueneers, escrito, producido y dirigido por la mayagüezana Noemí Figueroa Soulet, en el que también participó Álvarez Curbelo, que un mes después de los eventos en Jackson Heights unidades del Regimiento 15 de Infantería “se comportaron de manera similar ante órdenes claramente suicidas pero que ningún soldado de esa unidad blanca fue procesado”.
En Jackson Heights
“Los incidentes de Jackson Heights no se conocerían en Puerto Rico hasta los primeros días del Año Nuevo cuando las cartas dolorosas y estupefactas de los detenidos comenzaran a llegar a sus familias. Una operación militar de escasa importancia que no figura hoy sino como referencia casual en los libros sobre la guerra coreana se convirtió entonces en el episodio que iluminaría todas las complejas y antagónicas significaciones del 65, que fue desbandado como unidad regular en 1953”, según Álvarez Curbelo.
La profesora recuerda que de septiembre de 1950 a mayo de 1951, el regimiento puertorriqueño se convirtió en la unidad más efectiva en un conflicto que sería la primera guerra “no ganada” por Estados Unidos en el siglo. Apodados “la brigada de incendios”, los boricuas eran llamados para resolver las situaciones más intrincadas.
Los más bravos
En su artículo La Guerra de Corea y los soldados puertorriqueños, la profesora universitaria señala que los altos mandos del ejército de los Estados Unidos, “preocupados por la pobre preparación militar de sus efectivos en plena Guerra Fría” le pusieron el ojo a los soldados puertorriqueños del Regimiento 65 de Infantería, “una de las primeras unidades en activarse al iniciarse las hostilidades en Corea en junio de 1950”, luego que en Vieques estos ganaran unos ejercicios anfibios frente a la Tercera División, la unidad más condecorada del ejército norteamericano.
“A lo largo de este período, los Borinqueneers (adaptación de Borinquen, nombre indígena de la isla) fueron los primeros en cruzar el río Han; protagonizaron una de las más feroces operaciones en el Triángulo de Hierro y prácticamente recorrieron toda Corea en la errática campaña del General MacArthur. Luchando contra un frío que descendía en ocasiones a -40 grados, contra el terreno de tundra y la intervención formidable de miles de voluntarios chinos, la unidad se sostuvo en cohesión gracias a resortes culturales de identidad y el liderato de sargentos probados en la Segunda Guerra Mundial”, recuerda Álvarez Curbelo.
Según la historiadora, tras el relevo de William Harris, el comandante que los había traído desde Puerto Rico y la salida de los sargentos que habían velado por sus soldados, los lazos socio-culturales que alimentaron la cohesión del regimiento se debilitaron inexorablemente. “Las redes populares de solidaridad que cobijaban a aquellos soldados que habían ido ‘...a pelear a otras tierras...’, quedaron neutralizadas por la creciente irracionalidad del conflicto”.
El nuevo comandante del regimiento, añade, el puertorriqueño Cordero Dávila intentó enderezar el curso recurriendo abiertamente a la motivación patriótica. “Exhortó una y otra vez al regimiento a no desfallecer y a duplicar en el campo de guerra el heroísmo cívico de un país que había proclamado el Estado Libre Asociado en julio de 1952”.
No obstante, para el otoño de 1952, las bajas boricuas comienzan a mostrar proporciones alarmantes.
Según la profesora universitaria, el trabajo documental de la mayagüezana Figueroa Soulet provee nuevas apreciaciones en torno a lo que el historiador Clay Blair (1987) llamó “la guerra olvidada” y en la que participaron cerca de 45,000 puertorriqueños.
“Al calor de la documentación depositada en archivos puertorriqueños y norteamericanos, de la abundante crónica periodística que reseñó la saga de guerra de los boricuas en suelo coreano y de sus familiares en Puerto Rico y sobre todo, de los impresionantes testimonios de sus veteranos, es posible hoy iluminar la espesura simbólica de la sangre colonial y descubrir enlaces insospechados con la hora actual puertorriqueña”, concluye.
Vea el trailer del documental "The Borinqueneers" de la mayagüezana Noemí Figueroa Soulet.