El Partido Nacionalista, los obreros y Mayagüez (1934)
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La Gran Depresión y la inclusión de Puerto rico en los programas de transferencias federales alteraron el panorama político local. La crisis económica fue un espacio que favoreció la inserción del Partido Nacionalista y de la carismática figura de Pedro Albizu Campos en las luchas obreras.
La tesis dominante entre los investigadores de izquierda y la tradición de la Nueva Historia Social y Económica, ha sido que el Partido Nacionalismo fue incapaz de aprovechar la oportunidad que tuvo para vincular a la clase trabajadora con las luchas nacionales. En cierto modo, lo que sugieren es que esa situación garantizó el fracaso del Proyecto Nacionalista, y allanó el camino al Proyecto Populista.
Huelga de estibadores en Ponce (1938)
La interpretación aludida se consideró legítima en una época en que la confianza en una concepción progresista de la historia dominaba el panorama interpretativo. La situación condujo a que se generalizara la evaluación del Nacionalismo como una ideología anquilosada, actitud que se volvió más radical en el marco de la interpretación Postmoderna y el Giro Lingüístico. La fragilidad de la concepción radica en que nada garantiza que, si el Partico Nacionalista hubiese aprovechado la coyuntura del 1934, la situación del país hubiese sido otra. Tampoco evalúa con propiedad la debilidad ideológica y material de las izquierdas en aquel momento crucial de la historia puertorriqueña.
Contextos de una relación
La relación de las clases trabajadoras con sus representantes, con el Capital y el Estado presentaban entonces una situación única. Primero, la desconfianza de los sectores en sus representantes políticos había decaído. El Partido Nacionalista, como se sabe, había insistido mucho en cuestionar la sinceridad tanto del Partido Socialista, como de la Federación Libre de Trabajadores con argumentos culturales y jurídicos. Pero a muchos trabajadores lo que más les molestaba era la trabazón de aquellas organizaciones con el partido homónimo de Estados Unidos y con la American Federation of Labor. A ello se unía el compromiso abierto del liderato socialista y federacionista con los grandes intereses azucareros y tabacaleros, y la condición del Partido Socialista como “partido de gobierno” y su alianza con el Partido Unión Republicana en la Coalición Puertorriqueña.
Segundo, y no menos importante, muchos socialistas críticos reconocían la notable incapacidad de liderato obrero tradicional para enfrentar la crisis económica y resentían la renuencia de la Coalición a apoyar los proyectos de reconstrucción económico-social promovidos por la administración de Franklyn D. Roosevelt. En ese renglón, sin embargo, Nacionalistas y Coalicionistas coincidían aunque sobre la base de argumentos diferentes. En esa situación, tanto el Partido Socialista como la Federación Libre de Trabajadores, entraron en un proceso de fragmentación y reorganización ampliamente investigado por la historia social y económica y la historiografía del Populismo.
Las fisuras del socialismo y el sindicalismo
En 1934 tres líderes socialistas, Tadeo Rodríguez, Florencio Cabello y Luis Pino, organizaron Afirmación Socialista. Se trató del primer reto al liderato de la organización con un discurso que sugería la necesidad de recuperar una tradición de militancia que se había dejado atrás. Paralelamente, el Dr. Eugenio Vera, líder nacionalista asociado a Albizu Campos, impulsaba desde Guayama proponía la creación de una Asociación de Trabajadores que retara al liderato de la Federación Libre de Trabajadores.
Por otro lado, en septiembre de 1934 se fundó el Partido Comunista Puertorriqueño en Ponce, bajo la dirección de Alberto Sánchez, Secretario General. El partido tuvo entre sus fundadores a los señores Juan Sáez Corrales, Juan Santos Rivera, y los ex nacionalistas Luis Vergne y Eugenio Font Suárez. Se trataba de una organización pro-soviética de férrea postura estalinista que aspiraba crear la República Soviética de Puerto Rico. En 1935, como era de esperarse, se afilió a la III Internacional Comunista y articuló en la colonia la conocida política de Frentes Populares. Un segmento del Partido Nacionalista siempre miró con reserva aquel proyecto político y llegaron a considerar una propuesta amenazante para la personalidad puertorriqueña, como se podrá deducir de una lectura cuidadosa de la Carta a Irma de 1939. Aquellas fisuras iniciaron una era nueva en la historia social y política de Puerto Rico que todavía debe investigarse con cuidado.
Las respuestas del Estado
La respuesta del estado como se sabe, fue en dos direcciones: transferencias federales para paliar la crisis; y mano dura para reprimir la oposición radical. Por eso, entre los años 1933 y 1934, bajo las gobernaciones sucesivas de Robert H. Gore y Blanton Winship, la Policía Insular aumentó sus efectivos y fue reentrenada. Parte de la reforma consistió en rearmar la fuerza con tercerolas, subametralladoras Thompson conocidas como las tommyboy. Aquella AK-47 de la década del 1930 era la favorita de los gánsters y arma básica del British Army. Además de eso, se creó una Fuerza Antimotines con 150 agentes especiales, tarea que se inició desde diciembre de 1933.
Pedro Albizu campos (1934)
La otra novedad fue que se refinaron los protocolos de cooperación entre la Policía Insular, la Guardia Nacional y el Regimiento 65 de Infantería. Todo parece indicar que el temor a la violencia social y/o política era enorme en aquel entonces. En la práctica se equiparaba la violencia civil de los consumidores, desempleados y obreros con la violencia política de los Cadetes Nacionalistas. Hacia el 1935, en efecto, había 9,474 obreros en huelga. La apelación al sabotaje de los obreros y al macaneo policiaco era común. El Estado favoreció el uso de rompehuelgas protegidos por la Policía Insular y la alianza del Capital, el Estado y las fuerzas del orden público nunca fue más evidente.
En ese momento tan grave, Albizu Campos y el Partido Nacionalista entraron en las luchas obreras en un momento difícil no solo por la actitud potencialmente agresiva de las fuerzas del orden, sino porque la organización atravesaba por una crisis que tenía sus raíces en la derrota electoral de 1932. Los viejos dilemas aparentemente vencidos en la Asamblea de mayo de 1930 habían retornado. Volvía a cuestionarse el lenguaje agresivo y la apelación a la “Acción Inmediata” que Albizu Campos había impuesto.
La fisuras políticas: la división de Mayagüez
El foco de la crítica y de la crisis fue la Junta Municipal de Mayagüez, por cierto, una de las más grandes e influyentes. Y la piedra de toque fue la visita del presidente Roosevelt a la isla en el contexto concreto del Nuevo Trato. Roosevelt atracaría en el puerto de Mayagüez en agosto de 1934 para una visita a la región oeste. La Junta Nacional del partido, órgano supremo del mismo, lo proclamó persona non grata para la Nación puertorriqueña. Lo que nadie esperaba era que la Junta Municipal de Mayagüez se resistiera a la decisión y se opusiera a distribuir una propaganda que consideraban insultante y ofensiva para el presidente. El alegato de los mayagüezanos fue que se trataba de una imposición: la Junta Municipal no había sido consultada democráticamente respecto al asunto y devolvieron al mensajero, Juan A. Corretjer Montes, con las hojas para San Juan. Se trataba de un acto de indisciplina y rebelión que un carácter como el de Corretjer, a quien conocí en la ancianidad, no podía tolerar. Lo que aquella situación demostraba era que el liderato de Albizu Campos no era tan monolítico: la junta de Mayagüez había puesto en entredicho el mismo, acusándolo de falta de democracia y autoritarismo.
Los cabecillas de aquella revuelta fueron los historiadores y juristas Juan A. y Salvador Perea, el mulato y luego coleccionista Regino Cabassa, y Emilio Soler López descendiente de cafetaleros catalanes, encabezaron la resistencia y fundaron una Junta Independiente en la ciudad. Cabassa recibió la visita de Roosevelt con una bandera de estados Unidos en su casa. La amenaza de que los desobedientes serían “castigados físicamente” no se hizo esperar. La actitud de la Junta de Mayagüez tenía que ver con que no todos los Nacionalistas rechazaban el Nuevo Trato como un acto de limosna, tal y como sugería la política oficial del partido.
El Partido Nacionalista y su Junta Nacional, enviaron otra vez a Corretjer y Ulises Pabón a Mayagüez y crearon una Junta Provisional que el propio Albizu Campos inauguró con un discurso el 19 de agosto de 1934. La Junta Nacional favoreció que se eligiera a Juan Gallardo Santiago alias El Indio y natural de Hormigueros, como Presidente. Gallardo Santiago fue luego reclutador del Ejército de Liberación o los Cadetes de la República con oficina en la calle San Vicente y acompañó a la prisión de Atlanta, Georgia a Albizu Campos y Corretjer, entre otros, tras los procesos de 1936. Los disidentes fundaron la Junta de Mayagüez Pro Independencia de Puerto Rico, luego Partido Independentista Puertorriqueño.
Esta debilidad organizativa del Partido Nacionalista me parece crucial en su incapacidad de enfrentar el problema obrero de un modo más inteligente y eficaz. En todo caso, la prioridad del Nacionalismo no es el conflicto entre las clases sino el conflicto que atañe a la Nación como un todo imaginario.
* El autor es historiador y escritor.